Por: Osvaldo Valencia

Fotos: Osvaldo Valencia/Cortesía Ayuntamiento de Puebla

La tarde del martes 19 de septiembre Levi Cortés, un joven de 21 años, estaba a punto de salir de su casa para tomar el autobús que lo llevara a la universidad.

Fue a las 13:14 horas de ese día cuando las escaleras de su hogar se mecieron incontrolables de un lado a otro por el movimiento de la tierra.

Para él, al igual que para miles de estudiantes de la llamada generación millennial, fue la primera vez que sintió, con verdadera furia, la fuerza de la naturaleza.

A casi una semana del siniestro que le arrebató la vida a más de 40 personas en Puebla, y poco más de 300 en el país, Levi, al igual que otros millennials, se lanzó a las calles para ayudar como se pueda.

“Fue la primera vez que nos tocó vivir un terremoto de esa fuerza. La sensación fue que el país se paralizó”, cuenta Levi acerca de lo sentido los primeros minutos  del sismo.

Hoy, enfundado con un chaleco verde y montado en su bicicleta, ayuda a brigadistas a transportar víveres en Metepec, en medio del cerro, donde la ayuda en camionetas y a pie no llega.

“Hay gente que está viviendo en la calle bajo una lona; te reciben casi con lágrimas en los ojos cuando llegas con agua y alimentos porque en estos días casi nadie les ha llevado. La verdad es muy triste”, comenta.

Paola Garrido, estudiante y trabajadora de 21 años, quien apenas recuperara la señal de Internet se percató de los estragos que generó el terremoto de 7.1 grados Richter.

Tras eso, la iniciativa fue rápida: juntar víveres con compañeros del trabajo, de la universidad, con amigos para llevarlos a regiones afectadas.

“Nos dimos cuenta que, a pesar del terremoto, la gente de esas comunidades les hace falta muchas cosas. Ni siquiera hay pavimentación para llegar a las comunidades; en cuanto a comida, te das cuenta de las carencias que padecen”, dijo, tras su vista a la población de Los Reyes.

“Lo peor ya pasó, todavía hay cosas qué hacer; la gente va a necesitar la ayuda, víveres, comida y espero que no dejemos de ayudar”, agrega.

Pablo Herrera, estudiante de la BUAP, qucon un grupo de amigos emprendió un viaje de dos horas para ayudar a las comunidades más afectadas en Morelos.

El impacto del desastre fue grande,dice,  “nos fuimos adentrando en la desgracia y desolación de un pueblo: iglesias en ruinas, deslaves en los cerros y muchas casas a punto del derrumbe”.

Los jóvenes universitarios arribaron a Santa Cruz para entregar alimentos, ropa y productos de higiene personal, para más tarde acudir a otro pueblo a retirar escombro de casas que eran demolidas.

“Había gente de todos lados, autos con placas de diferentes estados, la gente hablaba con acentos distintos a los que estaba acostumbrado escuchar, fue una experiencia satisfactoria”, expresa Pablo Herrera.

En el caso de Karen del Ángel, aluna en la carrera en Comunicación, las redes sociales fueron las grandes herramientas para organizar grupos que llevaran alimentos a comunidades con necesidades.

“Creo que en este momento (los grupos) son los que están llevando los víveres a los lugares a donde realmente son necesarios”, cuenta luego de su visita a Tepapayeca.

La generación millennial no vivió el temblor de 1985 y utilizó las herramientas a su alcance para movilizarse de forma organizada. Para el año electoral serán estas redes fundamentales para la organización.

“En nuestra generación va a recaer una de las decisiones más importantes para el país, que es elegir al presidente de forma consciente. Yo creo que todo eso influye en lo que tenemos que hacer”, señala Karen, al igual que gran parte de los millennials, tras el golpe del pasado 19 de septiembre.

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