Plumas Ibero
Por: Luz del Carmen Montes Pacheco
Foto: Archivo Cuartoscuro
A lo largo de los años he aprendido que después de crisis pequeñas y grandes, personales, institucionales o nacionales –como la que estamos viviendo– después de la acción y la reacción, nos equilibra recuperar lo aprendido.
Analizar los posibles aprendizajes, en muchos niveles, puede conducirnos a un plan para mejorar nuestras vidas. En este texto recupero ideas mías y de otros porque quiero pasar del pensamiento catártico al propositivo.
Hemos demostrado que cada vez necesitamos menos al gobierno y más a la sociedad civil. Pero es cierto también que, como sociedad civil, necesitamos organizarnos. Hubo lugares donde había demasiada ayuda y los responsables institucionales de canalizarla no supieron qué hacer, por lo cual hubo retrabajos, confusión, personas que querían ayudar pero sus “líderes” los trataron de una manera déspota o impersonal seguramente porque estaban rebasados y desesperados, pero generaron desconfianza y fugas de ayuda, por ello muchos ciudadanos se fueron por la libre para llegar por sus propios medios a apoyar en lugares donde había demasiado apoyo y hasta caos vial.
¡Cuidado! Quienes ayudaron sin intermediarios desconfiaron también de otras instituciones.
IMPLEMENTAR MEDIDAS
Necesitamos protocolos; es decir, rutinas establecidas que orienten nuestras reacciones. La preven- ción nunca está de más.
Tomemos medidas familiares, ubiquemos a los integrantes más vulnerables para determinar quién puede auxiliarlos y de qué manera, decidamos cuál será el punto de reunión en cuanto sea posible la movilización (para no salir todos desesperados), armemos una cadena de comunicación para no llamarnos entre todos (aunque en estos casos WhatsApp y equivalentes son sumamente útiles), dispongamos en el punto de reunión (o en cada hogar) reservas de agua, alimentos no perecederos y un botiquín, etcétera, el cual renovemos periódicamente.
Ajustemos las rutinas organizacionales en las instituciones y en las empresas, tanto para la reacción en el momento del suceso como para la evacuación y subsecuentes respuestas. Tratemos de garantizar, en la medida de lo posible, las condiciones estructurales de los inmuebles, la seguridad social de todos los empleados, la instalación de alarmas, las provisiones de equipo de seguridad y primeros auxilios, la constitución de brigadas, la capacitación de los trabajadores. Las personas estamos muy por encima de la productividad y la tacañería empresarial.
LAS LECCIONES
Aprendimos que todos somos iguales, en el momento del sismo no importa si somos famosos o no, decía una compañera. Pero creo, como versa el dicho, que unos somos más iguales que otros. Desafortunadamente, como en muchos otros casos, las personas más vulnerables perdieron más, perdieron casi todo.
A desprendernos no de lo que no necesitamos, sino de lo que nos es útil. Muchas personas compartimos lo mucho o poco que tenemos. Otras tienen que “despedirse” de su casa o lugar de trabajo. Una colega mandó un correo informándonos con tristeza que tenían que despedirse del edificio de su facultad, ubicado en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla, el cual fue, durante muchos años, sede cultural e histórica de su experiencia académica. Otra profesora de la CDMX perdió su departamento, como muchos otros mexicanos. Desprenderse psicológicamente ayudará a asumir la reposición. La pérdida de los seres queridos son elaboraciones de otra índole, son harina de otro costal.
A equilibrar nuestras emociones y encontrar nuestro lugar. Deseo especialmente que haya reflexión tanto en los “líderes sociales” para quienes episodios críticos como estos son momentos paradisiacos y protagónicos, como en los voluntarios molestos, maltratados o ignorados a causa de los primeros. Hay que regular el activismo para que no se des- borde y, entre ello, saber reconocer que ayudar a veces implica no obstaculizar.
Ya no esperamos a que el gobierno nos salve. Muestra de ello es la gran movilización de ciudadanos comunes y corrientes que acudieron a ayudar como fuera. Y quienes después de la crisis siguen apoyando, como en el caso de las enormes filas de personas (jóvenes en su mayoría) que fueron a comprar a la librería A Través del Espejo, ubicada en la colonia Roma de la CDMX, cuya dueña remató los libros para enfrentar el daño.
Recuperamos la esperanza. Y no lo digo por los mensajes con los cuales desde el 20 de septiembre (incluso desde antes) nos bombardean los medios de comunicación. Lo digo por la inmensa cantidad de jóvenes que ayudaron con sus brazos, con su energía, con su vitalidad, con su capacidad de respuesta. Con su ejemplo. Muchos de ellos millennials acusados socialmente de superficiales, poco comprometidos y sin una visión de futuro. Nuestra juventud nos ha dado una gran lección.
