La Loca de la Familia
Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia
Dos tipos caminan por la calle. El de adelante va metido en su celular atento a alguna conversación importantísima. El de atrás observa al otro. Tiene una perspectiva completa de la situación en la que se encuentra. Su rango de visión le permite también ir atento de los carros que van pasando, de las mujeres que lo rebasan, del los niños que le salen de pronto por todos lados. El de adelante no se inmuta ante los movimientos de los demás. Quizás su acotado espectro visual y cierta destreza que ha ganado mediante la experiencia, le ayudan a no caer de bruces por ir hundido en sus pensamientos. Sin embargo, no se percata que el otro sujeto, el que va tras él, es alguien a quien conoce y, por cierto, lo detesta. En algún momento determinado, el de atrás lo va a interceptar para establecer un diálogo. Cualquier diálogo. A nosotros realmente no nos interesa lo que el hombre que va detrás quiere decirle al que va adelante, perdido en sus asuntos. Quizás no sea nada importante. Lo más seguro es que no sea nada importante. Tal vez ambos son colegas de trabajo o fueron compañeros de escuela. El caso es que el sujeto de atrás interceptará pronto al otro y el otro no sabe que va a ser abordado por el hombre que lo detesta. Suponemos que lo detesta porque va muy divertido haciendo un recorte total de la figura del de adelante. Camina y ríe. Lo mira con gestos de burla. Se detiene a estudiar la manera lerda como anda. Critica lo roído de su traje. En un instante hasta parece imitarlo. El de atrás tiene una ventaja sobre el de adelante: lo ha analizado escrupulosamente y tiene plena seguridad de que, si quisiera, con un movimiento certero, lo podría tumbar. Recordemos: el primer hombre, el que va adelante, ignora que el otro le pisa los talones. Si decide abordarlo sabrá manejar la situación mejor, pues lo ha calado. Y como se conocen, lleva mano en la jugada. Podría, si quisiera, clavarle un puñal y el otro no sabría de dónde le vino el golpe de navaja. Pero no. El de atrás no piensa agredirlo físicamente. Todavía no. Sólo lo va sorprender con alguna ocurrencia de mal gusto, y el que va adelante no tendrá la misma capacidad de respuesta. Contestará a su asedio torpemente, dubitativo. Si el de atrás lo llegara cuestionar sobre algún tema, el otro necesitará más tiempo del normal para reaccionar. El de atrás tiene una ventaja que el de adelante lo posee, pues no ha podido observarlo. El de adelante, en cambio, ha sido escaneado con puntualidad y malicia.
Este fin de semana tuve la oportunidad de conversar con el director de un centro de salud. Hablamos, sobre todo, de la falta de cultura de la prevención.
Los pacientes llegan al sanatorio cuando ya son pacientes, es decir, cuando ya los alcanzó la enfermedad. Y mientras hablábamos y yo apuraba una y otra y otra copa de whisky, en mi mente se sucedían las imágenes que presenté al principio del texto. Así codifiqué la información que el doctor me iba dando. Imaginé a dos tipos caminando por la calle. Sólo que el de atrás no era precisamente un hombre. El de atrás, ese espectro malicioso y ruin, era, más bien, la encarnación de un padecimiento.
