La Loca de la Familia

Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia 

La peor manera de tratar a un borracho es hacerle ver que está borracho, ya que el borracho siempre negará que está borracho. La negación es parte del proceso natural de la embriaguez. No estoy borracho, dice el borracho, aunque todos veamos que el borracho está más borracho que una uva. Ante ese hecho, lo más estúpido es intentar revertirle la borrachera a un borracho; a menos que nuestro borracho sea también aficionado a la coca, que es lo que hacen muchos borrachos para seguir la fiesta durante largas horas, sin embargo, acá no vamos a hablar de cocaína porque la cocaína es otro tema. Un tema de políticos y abogados, sobre todo. La coca es la droga de los abogados y los médicos, dice Frank Zappa en su tema “Cocaine decisions”, pero la coca, como dije, es otro tema que si gusta el lector podemos tratar más adelante. Convivir con un coco es diferente a convivir con un borracho, y acá lo que nos incumbe es cómo tratar a su borracho, ¿no? Bueno, hace unos días platicaba con un amigo sobre la borrachera. Yo me tomaba un mezcal y él un tequila, sin embargo, no pasamos de dos bebidas cada uno. Él, porque odia a los borrachos, yo, por simple y llana prudencia. Un borracho contenido debe saber decir que no si su contertulio no bebe. Es mejor, pues se evita uno la pena de pasar vergüenzas y poner en ridículo al abstemio. Sin embargo, los borrachos bien borrachos se pasan por el arco de las piernas esa ley de civilidad. Entonces hablábamos de borrachos conocidos y borrachos anónimos y de cómo lidiar con tu borracho. Yo le dije que tengo mucha experiencia en ese tenor. Mi vida ha estado rodeada de beodos. Beodos simpáticos y malacopas. Los beodos simpáticos no representan un peligro real para la mesa. Sólo hay que saber contener la verborrea y los tropiezos del briago simpático, así yo. Y le dije: el error de los familiares de los borrachines pro, es que los ponen en la pica cuando ya están encarrerados, y eso lo único que ocasiona es que el borracho se sienta exhibido y se rebele contra el juez que lo está juzgando. El borracho sin remedio va a beber hasta adoptar una postura de agarrapollos, y ni los chantajes de la esposa o las lágrimas de los hijos surten un buen efecto, al contrario, con esos chantajes y esas lágrimas lo único que sucede es que irritas al borracho y el borracho se va como gorda en tobogán hasta el fondo. No hay escenas lacrimógenas ni advertencias ni sermones que frenen a nuestro borracho. Por eso es mejor permitir que el borracho se emborrache a placer, aunque haga el ridículo. Finalmente el ridículo es SU ridículo y no de la familia. A la familia se le mira con piedad, con lástima, y los demás parroquianos dirán “ay, pobre señora o pobres niños”, sin contemplar que seguramente ellos, los parroquianos inquisidores, tienen también en casa su respectivo borracho a ocultar. Y eso, precisamente eso, es lo que más cataliza la ira de un briago: querer ocultarlo como si fuera un freak. Eso prende a nuestro borracho y entonces nuestro borracho se siente herido y marginado, pues nuestro borracho, en su borrachera, cree que puede comportarse a la altura de cualquier circunstancia. El perfecto borracho que ya anda hasta la hernia jamás se dará cuenta de sus desfiguros a menos que le caiga un sillazo en el lomo porque se quiso pasar de listo con la vieja de otro borracho más borracho, y en definitiva, más bravucón. No, le decía a mi amigo, tengo suficiente experiencia con borrachos de todo tipo, y créeme, por más duro que suene, hay que dejar que nuestros borrachos se vayan al fondo solos. ¿Duele? Sí, pero no hay manera de frenar la carrera de un borracho que tiene un doctorado honoris causa en el pedo, así yo. Los borrachos son borrachos por razones misteriosas: unos son borrachos simples. Borrachos que se hicieron borrachos porque les gustaba el sabor y el efecto. Esos borrachos se hacen borrachos en las universidades. Hay tanta fiesta en las universidades y la presión social es tan grande, que no se dan cuenta cuando ya están bien enviciados. Esos borrachos, le dije, pueden llegar a abandonar la borrachera por propia voluntad. Como quien dice son borrachos más dóciles. Borrachines que no encontraron en el alcohol ninguna respuesta porque simplemente no lo toman haciéndose preguntas. Esos borrachos simples beben por diversión. Claro que hay borrachos simples que se transfiguran y malacopean. Pero los malacopa por excelencia son los otro borrachos: los borrachos complejos, es decir, los borrachos traumados. Los borrachos que buscan en el elixir respuestas a sus respectivas infancias miserables. Luego luego se identifica a un borracho complejo. El borracho complejo sufre en su borrachera. Al principio no sufre porque les da el levantón y pueden llegar a ser simpáticos, pero después, cuando se intoxican bien, el alcohol les saca sus demonios. En ese viaje etílico, el borracho complejo se enfrenta a su niñez miserable. Puede ver o imagina que ve a sus abusadores o al padre abyecto o a la madre madreadora. El borracho complejo es complejo porque se siente culpable. Culpable de no sé qué… puede ser de alguna cosa mínima que no resolvió en su pasado. El borracho complejo transita rápidamente de la euforia a la depresión. El borracho complejo acaba sus francachelas en el buró, y termina llorando y arremetiendo contra los demás porque simplemente su cerebro se pone a viajar al pasado y ese pasado lo ahoga. El borracho complejo se venga de sus demonios, de sus abusadores y de sus traumas con la esposa, con los hijos o hasta con los padres, y no lo hace conscientemente ni con la vil finalidad de herir a los suyos, es simplemente que el borracho complejo se coloca en una posición que nunca tuvo ( por eso es un borracho), es decir, una posición de poder que utiliza con quien se le ponga. Por eso digo que las esposas y los padres y los hijos y los hermanos nunca logran frenar el encono del borracho, porque el borracho necesita estar borracho para envalentonarse, y así, agarra parejo contra el que se le plante enfrente, y sobre todo, contra aquel que quiera cuidarle o medirle la copa. Esa es la verdad. ¡Cuántas veces no he visto a mujeres que, al principio de una fiesta, andan nomás como perros falderos queriendo medirle el trago al marido, o si es una borrachera de buró, tirándole las botellas al borracho. No. Eso es un error de lo más estúpido. Cuando una esposa o un hijo o un padre le desaparecen sus botellas al borracho, lo que provoca es que al borracho le de más sed, o mejor dicho, dos tipos de sed: la sed de alcohol y la sed de venganza. Porque el borracho es borracho pero no es pendejo ni es un niño. Como quien dice, y por lo general, los borrachos son mañosos y tienen formado su carácter. Es un error creer que tirándoles el pomo no se van a emborrachar ese día o esa noche, ¡todo lo contrario! Cuando un borracho se percata que le tiraron su alcohol, se pone no sólo en plan de borracho digno y humillado, sino en plan de borracho infantil, de borracho berrinchudo, y ahora sí, si no pensaba beber tanto, lo hará con esa otra sed, la sed de venganza. Así pues, irá a la vinatería y se surtirá del doble de alcohol sólo para joder a quien lo jodió, pues el borracho, en su enfermedad y en su abyección, jura que quien lo cuida y quien le pide que no beba, lo hace por molestar y no por ayudarle, esa es la verdad. Y puede ser que al principio la esposa de un novel borracho le tire la copa por joder, pero luego será, sin duda, por ayudarle, ya que se ha dado cuenta que el vicio se volvió un problema. Lo interesante acá es que el familiar del borracho acepte a su borracho. Aceptar no es lo mismo que tolerar. Uno debe aceptar que su esposo o su padre o su hijo es un borracho, y no por ello tiene la obligación de tolerarlo. Se acepta porque simplemente está, porque existe, pero otra cosas es tolerarlo. Yo sé, le decía a mi amigo, que es doloroso y da coraje y uno de hace mil preguntas y hasta se llena de culpas, si, en vez de tolerar a borracho, se le deja solo. Sin embargo, no hay de otra. En el terrible caso que nuestro borracho sea un borracho complejo y no un borracho simple, se tiene que aceptar que el borracho irá siempre en declive, bebiendo más y más, y no hay quien pueda pararlo. Ni haciendo mandas ni promesas a la virgen dejan la botella porque la botella es su justificación ideal para hacer pendejadas y salir impunes argumentando que estaban borrachos. Por eso digo que el borracho regresa a la infancia. El borracho se esconde en su vicio para excusar su comportamiento deplorable, y hay que aceptarlo así tal cual, más no tolerarlo. El borracho no es una persona que bebe poquito. El borracho bebe hasta perderse. Hasta que llega a un punto de inflexión donde poder excusarse al día siguiente porque estaba borracho. El borracho de oficio es un ser por demás manipulador y mentiroso. Jamás dice la verdad o la dice a medias, a conveniencia. Es mentira eso de que los borrachos dicen la verdad. No es cierto por el simple hecho de que sus funciones orgánicas están alteradas, lo que da como conclusión de que el borracho es más inteligente que su familiar, pues el familiar va y le cree a un pinche borracho. Por eso dicen que los familiares de los borrachos también se enferman, no de borrachera, sino de aprensión. El borracho va formando un mundo borracho que arrastra a los no borrachos, y de alguna u otra manera, a veces los familiares, sin beber una copa, parecen más borrachos que el borracho, ante todo cuando se ponen a discutir y a hacerle al necio con el borracho verdadero. Decía Nietzsche que no hay alguien más necio que el que quiere convencer a un necio, y eso pasa con el celador del borracho. Se emperra y se enfrasca en discusiones estériles con un ser ya carente de voluntad, por lo tanto carente de reflejos, por lo tanto carente de razón. Ahí es cuando el borracho complejo se pone violento, ya que en su cabeza borracha se reproducen a la décima potencia las maldiciones y los zipizapes. El borracho que ha sido alterado en su borrachera pasiva, reacciona primitivamente porque TIENE EL CEREBRO EMBOTADO. Así que no hay remedio más que dejar que nuestro borracho colapse. Nunca precipitaremos o evitaremos el colapso. Los tiempos del borracho, como los tiempos de El Señor, son perfectos. Esa es la verdad. La verdad es cruda, claro, como crudos son los despertares telúricos de nuestros borrachos, hasta que un día, o perecen por sus vicios y sus problemas no resueltos, o caen a un fondo tan oscuro que los asuste a tal grado que se hagan –al fin–  responsable de sus respectivas carreras alcohólicas. Nunca es demasiado tarde ni demasiado temprano para un borracho por esta sencilla razón: el borracho se emborracha precisamente para evadir el tiempo, así le decía a mi amigo quien apuró su copa y se levantó mareado no por el tequila, sino por la vorágine de imágenes que le presenté en mi monólogo al que titularía, a manera de homenaje a Gertrude Stein y su corrillo de amigos borrachos como: un borracho es un borracho es un borracho es un borracho. ¡Salud!

 

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