
La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Veo a Manuel Bartlett exigiendo la democratización del Senado de la República como si la gente no tuviera memoria y ya hubiese olvidado que él fue el artífice del Fraude Patriótico, de la Caída del Sistema, del uso y abuso del Poder Ejecutivo, del autoritarismo que daba golpes en el escritorio, del “Güero” Zorrilla (asesino intelectual del periodista Manuel Buendía), de los mensajes ominosos contra don Julio Scherer (padre de un hijo lampiño también llamado Julio, acólito de López Obrador) y de tantas y tantas historias de terror en un México gobernado por Don Neto y Caro Quintero, socios y amigos de don Manuel, al decir del periodista JJ Esquivel, corresponsal en Estado Unidos de la revista Proceso.
Pues bien, este personaje se levanta de pronto de su escaño (o no, veo mal, no se levanta, ni siquiera se levanta) y dice con una autoridad moral cercana al chabacano (esa fruta madura que sirve para romper cristales desde lejos —una fruta rica, pero poco inolvidable) que el Senado de la República hace el ridículo todos los días porque bloquea a los demócratas como él (demócratas de pantalón de mezclilla con dobladillo, demócratas de medio pelo), y no les permite usufructuar lo mejor de este país, que es lo peor del lopezportillismo, pasaje oscuro en el que se movieron personajes como el padre de Layda Sansores, la senadora más emblemática de la aldea, la que no habla —grita, aúlla, siempre en el buen sentido del malogrado verbo aullar.
En fin, veo a estos personajes de la alta democracia mexicana enfrentándose a una mafia que sabe para qué es el poder (y cómo se articula), una mafia que detiene el reloj legislativo para rehacer el pasado y corregir los artículos imperfectos de la Constitución: una mafia pueril, pero absolutamente probada, que manipula hasta el discurso de personajes como Bartlett y Sansores, finísimas personas de una sociedad en decadencia como la mexicana.
Ufff.
Y eso que esto apenas se está descomponiendo.
Ya vendrá lo mejor.
Faltaba menos.
