La primer obra de la autora resultó ser un éxito, una historia donde el amor y los lazos familiares son los principales ingredientes, al sazón de un toque de maldad y tierna ironía

 

Por FREDO GODÍNEZ 

Para ser escritor, dicen, sólo necesitas dos cosas: saber escribir correctamente y tener historias para contar. Un oficio aparentemente sencillo. Sin embargo, siempre he creído que construir una historia sencilla que atrape y entretenga es muy complicado, y eso lo sabe muy bien Catalina Aguilar Mastretta.

El primer acercamiento que tuve con la narrativa de Catalina fue con sus dos películas: Las horas contigo y Todos queremos a alguien; cintas que se alejan de pretensiones cinematográficas y complejas metáforas para contarnos un par de historias donde los lazos familiares y el amor de pareja son los principales ingredientes. Misma fórmula que repitió exitosamente con su primera novela: Todos los días son nuestros.

En la ópera prima novelística de Catalina Aguilar Mastretta el lector conocerá la historia amorosa de María y Emiliano, la cual podría ser como la de cualquier pareja o ex pareja.

A través de la voz de María, el lector va conociendo –con la precisión de un bisturí– la batalla diaria que ella tiene que librar para reponerse de su ruptura amorosa, al mismo tiempo debe aprender a conocerse a sí misma y encontrar qué lugar ocupa en el mundo. Empero, la lucha por vivir una nueva vida es complicada, pues ella es crítica de cine y él es cineasta. ¿Cómo sanar el corazón, si el trabajo de una u otra forma la remitirá a Emiliano? Y es aquí, donde el riesgo de sentir empatía con la narradora es inevitable, pues toda la travesía que recorrerá María es idéntica o similar a la que la mayoría ha librado al explicarle a los amigos, familia y conocidos las razones por las cuales –en algún momento– se ha vuelto al estado de soltería; lo cual conlleva aprender, nuevamente, a vivir en soledad.

Sin lugar a dudas, Catalina Aguilar Mastretta posee un estilo narrativo muy atractivo para el lector, ya que sus historias llevan por condimentos una agradable maldad y una tierna ironía.

Más allá de la identificación que he tenido con las historias que ha entregado Catalina Aguilar Mastretta, este libro fue mi fiel compañero en los días posteriores al sismo del 19 de septiembre que me tocó vivir en Ciudad de México. Una novela que me ayudó a recuperar fuerzas y a entender que aún hay mucho por vivir y que los días que aún restan estarán llenos de pequeños sismos sentimentales y geológicos, pero siempre existe la oportunidad de renacer de entre los escombros; pues al final, solo u acompañado, todos los días por venir y los que se fueron son de cada uno y hay que aprender a darles su justo valor.

____

*Todos los días son nuestros. Catalina Aguilar Mastretta. Editorial Océano: 2016. México.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *