Esfera Pública
Por Elias Aguilar / @Elyas_Aguilar
La orden que la Suprema Corte emitió el miércoles pasado es inédita e histórica porque por primera vez el Congreso federal debe ponerle reglas, léase límites, al gasto que el presidente de la República hace en publicidad de su persona y gobierno. Eso te afecta a ti, personalmente, y a gente muy necesitada de ayuda. Utilizaré los próximos párrafos para explicar por qué.
Empiezo diciendo que la publicidad del presidente es un problema que te incumbe. Lo es, porque al menos entre 2013 y 2016 la administración de Enrique Peña Nieto gastó más de 36 mil millones de pesos de dinero público, nuestro, de todos, de acuerdo con lo documentado por la organización Fundar. Esa cantidad equivale a lo que cuesta reconstruir edificios, infraestructura y servicios en todos los estados donde hubo afectaciones por los sismos de septiembre.
Luego, te “toca” porque ese dinero es el que la Presidencia gasta en hacer “lucir bien” al presidente, sus acciones y las de su gabinete y su gobierno en radio, periódicos, revistas, portales digitales de noticias y, la más evidente, la televisión. Y te invito a ver o recordar cómo se ve el presidente en televisión y la mayoría de los otros medios mencionados: es la figura central de lo que vemos en pantalla, se le muestra impecable, con voz audible o entrecomillada con las frases más importantes de su discurso.
Eso de hacer lucir bien al presidente lo describió muy bien Daniel Cosío Villegas, sabio pensador experto en sistema político mexicano: “Aumenta mucho el poder del Presidente la creencia de que puede resolver cualquier problema con sólo querer o proponérselo, creencia general entre los mexicanos”.
Y, sí, desde los años 60 y 70, la televisión –encabezando a los medios de comunicación en su división informativa– nutrió en la publicación la imagen de poder inmenso detentado por la figura presidencial. Pero Daniel Cosío no nos explicó por qué los mexicanos de ese tiempo creían en esa omnipotencia del presidente y, en su ausencia, veo que el enfoque de framing nos permite esclarecerlo un poco.
El enfoque de framing plantea que la cobertura que hacen los medios de comunicación responde a una selección de elementos de la realidad, es decir, a la acción de aplicar “encuadres” sobre la realidad social. Estos “encuadres” o frames hacen un diagnóstico sobre el asunto que tratan y también prescriben orientaciones para las audiencias; en otras palabras, son “teorías”, tipo “eso pasa por tal causa” sobre la realidad, con sugerencias tipo “X persona tiene la solución adecuada a este problema”.
Estos frames o encuadres son diseñados, construidos y aplicados por reporteros, fotógrafos y camarógrafos que obedecen órdenes de los dueños de los medios, instrucciones custodiadas por los mandos editoriales de cada empresa.
Y la pregunta lógica subsecuente es: ¿con base en qué, los dueños de los medios de comunicación deciden esa serie de mandatos? La respuesta, según me la han dicho periodistas locales y nacionales en una investigación que actualmente desarrollo, es: el convenio comercial o de relaciones de negocios y/o de poder que establecen con las élites que buscan que su versión de la realidad se imponga al momento de que los medios reportan los sucesos noticiosos.
Por tanto, los más de 36 mil millones mencionados son el dinero público que la Presidencia usa para que los medios de comunicación se ocupen, principalmente, de difundir la imagen omnipotente y el lucimiento de la figura presidencial. Al mirar, escuchar o leer los distintos medios de comunicación puedes notar cuánto depende cada uno del pago monetario o las buenas relaciones con el poder gubernamental.
La evidencia estrella es la televisión, donde mejor se le hace ver al presidente, es decir, ahí el frame o encuadre del medio de comunicación se apega perfectamente al objetivo del gobierno federal en la difusión de la imagen omnipotente y bien presentada de la figura presidencial. Los periodistas coinciden en llamar a este encuadre
“oficialista”.
Pero hay un problema: ahora mismo, ¿qué recuerdas más del presidente? Unas personas me dicen que su pronunciación de un inglés champurrado; otras, que las contradicciones entre sus promesas de campaña de bienestar contra el deterioro de la economía de las familias o sus pifias en nombres de países y estados; algunas más, que sus dislates sobre libros o minutos que faltan para que aterrice un avión. Y también, mis informantes apuntan que esos contenidos, en video o en foto, y sobre todo en meme, les han llegado vía redes sociales, no en los medios de comunicación tradicionales.
Así que, ¿dónde está el beneficio de gastar miles de millones? En otras palabras, de nada sirve para la imagen del presidente un derroche de dinero tan grande si el frame o encuadre más popular no es el del presidente omnipotente, sino de uno que lo hace ver como ineficiente, engañador y poco preparado.
Por tanto, la decisión de la Suprema Corte posibilita una nueva etapa en México: obligado a limitar el gasto en publicidad, el Congreso tiene la oportunidad de escuchar a los electores quienes, finalmente, decidimos que ellos tuvieran el trabajo de legislar. Y el meollo de esa escucha, en este caso, es la inutilidad del frame oficialista que los ciudadanos no creen y hasta rechazan, encuadre por el que se pagan los millones que hoy podrían estar disponibles para reconstruir hogares, vida y empleos a las personas y familias afectadas por los sismos en la Ciudad de México, Morelos, Oaxaca y Chiapas.
