La Loca de la Familia 

Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia 

Estábamos muy chavos y no importaba. ¿Qué era eso de “el tapado”? Ni siquiera la palabra nos decía algo. Nacimos cuando Miguel de la Madrid era presidente, ya casi al final, y luego entró el Nefastófeles, es decir, Carlos Salinas. Pero éramos niños. Jugábamos al Atari y luego al Nintendo. Los niños aprenden en la escuela, pero hasta la primaria, quién es el presidente de su país. ¿Y qué es el país?, nos preguntábamos. Sólo sabíamos que vivíamos en Tehuacán o en Huajuapan o en Aguascalientes o Querétaro. Éramos niños y lo que menos importaba era saber qué carajos significaba el PIB o si el dólar subía. Mientras papá y mamá pudieran cumplir nuestros caprichos infantiles, todo estaba en orden, pensábamos. O mejor dicho, sentíamos. Y una vez que tuvimos cierta “consciencia”, nos asombramos de que a un candidato lo mataran a plena luz del día en barrio bajo de Tijuana. Pero más nos asombró que fuera la tal Talina Fernández quien diera la noticia. ¿Ese iba a ser el presidente? (nos preguntábamos al ver la cabeza de Colosio con los sesos de fuera en tiempo real). Ese evento nos robó algo. Nos hizo a todos un poco más adultos, es decir, un mucho más desconfiados. Después un tal Zedillo llegó a “Los Pinos “: una casota donde se toman las decisiones más densas del país. Vivíamos en la era del PRI y no nos afectaba (a nosotros, los adolescentes). Sólo escuchábamos quejarse a nuestros padres. Ahí supimos que los famosos “Dinosaurios” no se habían extinguido del todo. Pero esos “Dinos”, esos T Rex y esos Brontosaurios no eran gigantes lagartos con colas kilométricas, sino pequeños hombrecillos trajeados con colas kilométricas. ¿Cómo no esperar que creciéramos confundidos? No sabíamos nada del famoso “tapado”. Uno se tapa cuando tiene frío, cuando va a dormir o cuando se esconde. Ésa es la verdad, y no hay más. ¿La democracia? ¿Acaso es un árbol que de demos?, pensábamos ya jóvenes. Llegó Fox y la esperanza resurgió. La esperanza que nos contagiaron nuestros padres, que eran los que decían que el país estaba a punto de reventar como hace cien años y como hace doscientos y nomás sigue ahí, entero. Ajá, ajá, qué buena onda es el rancherote imbécil que dirigió la Coca Cola y que andaba con botas de pitón en sus campañas. Votamos por él. Fue nuestro primer voto. La primera vez que ejercíamos eso que Madero llamaba el “Sufragio efectivo”… ¡no pus qué chido! Y ganamos. Y lo del tapado no se volvió a escuchar en años. Crecimos con la falsa idea de que la alternancia era la neta y que de ahí debíamos colgarnos. Llega Calderón, cuando ya estamos grandecitos y vamos a las universidades y muchos están estudiando derecho o ciencia política, y es cuando empezamos a entender de lleno que la corrupción no es un árbol que da corros u otra fruta exótica. Matazón, toques de queda, ¡desmadre y medio! Esto es el panismo y sus políticas de doble moral. ¡Fuuuck! Y… desde la cultura de la enajenación regresa el PRI; el Triceratops se levanta y anda, ahora con la imagen de un yupi galán con su galana mujer. Muy telenovelera la cosa. Venimos de la generación X y pues la tele seguía mandando, carnal. Era momento de poner en el trono a un Colunga o a un papacito que, de no ser presidente, de no tener que tomar las decisiones más importantes para el “pueblo bueno”, bien hubiera podido ganarse un TVyNovelas por poseer la sonrisa más derechita y el copete más erecto del primetime, mana. Y resulta que nosotros, los que desconocíamos ese tema de “el tapado” que tanto mentaban nuestros padres y abuelos, hoy vimos en horario estelar y en tiempo real y en alta definición el renacer de ese personaje singular de la picaresca política nacional. Porque dicen los mayores que eso que vimos hoy en la tele (Peña abrazando a Meade y viceversa) fue algo así como quitarle la popelina verde al busto de un héroe de rotonda. Dicen que esa ceremonia de despedidas y reacomodos fue un destape.

Eso dicen nuestros padres… ¿les creemos o no?

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