Me lo Contó la Luna

Por: Claudia Luna / [email protected]

Para Camila Luna, mágica y auténtica.

“Los elefantes son una prueba de que Dios existe”, me dice Camila, mi hija. “¿Cómo es eso mi vida?”, le pregunto. “Sí, ma, son criaturas majestuosas, tan pacientes e inteligentes... Viven en comunidad, se cuidan unos a otros y son compasivos. ¿Sabías que lloran a sus muertos?”.

Desde niña, Camila tiene fascinación por los elefantes. Colecciona sus imágenes en collares, camisetas, broches de pelo y bolsas. Cuando Carlos, mi marido, quien es artista, pinta un elefante, ella lo expropia. “Es mío”, dice, “lo hizo mi papá para mí”. Luego, agrega: “Voy a tener una elefantería en mi casa”. Inmediatamente después, pone una cara seria y dice: “Desearía que nunca hubiéramos ido a un circo. Los elefantes deben vivir libres en su hábitat natural, jamás en cautiverio. No importa lo que digan, siempre abusan de ellos en esos lugares”.

Hace unos días, el servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos anunció que los restos de elefantes, cazados legalmente en Zimbabue y Zambia, podrán ser importados legalmente por los norteamericanos, como trofeos, a su país. La indignación de miles se dejó oír en la prensa, la televisión y las redes sociales. Algunos activistas acusan al presidente norteamericano de alentar a sus ciudadanos a matar elefantes. Una medida inútil y sin sentido, la llaman otros. Lo cierto es que los elefantes son animales en vías de extinción, sus números se han visto reducidos de manera alarmante en los últimos años.

Si imaginamos, por un momento, que nuestro planeta es una gran pintura puntillista, en donde cada cosa que existe está formada de puntos, es decir, no hay elementos aislados o independientes, entonces no hay nada que esté “separado” del resto. De hecho, a nivel microscópico, así es como sucede. Todo lo que existe está formado de átomos que a su vez se conforman de partículas subatómicas y éstas se componen de partículas más pequeñas todavía y así sucesivamente. Esto quiere decir que, si nuestro mundo es este gran cuadro puntillista, todos estamos conectados, formando parte de un Gran Todo. La interrogante, aquí, sería: ¿Qué pasaría con nuestro hermoso cuadro, que es el planeta en el que vivimos, si desaparecieran los elefantes?, ¿si los exterminamos para ponerlos como trofeos o presumirlos como adornos en nuestras casas? Algunas personas con “creatividad” utilizan las patas de estos magníficos animales para hacer ceniceros y banquitos para subir los pies. Cuando no haya más elefantes caminando sobre el planeta, ¿habrá alguna diferencia? ¿Dejarán un hueco? ¿Se sentirá su vacío? ¿Seguiremos entonces cazando a los leopardos, rinocerontes y a cualquier otro animal hermoso que sea merecedor de adornar nuestras casas?

Este es el camino seguro para terminar viviendo en un mundo como el de la película de Mad Max, un desierto en donde se pierda todo, incluida la conciencia y la sanidad.

 

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