María Ivonne Hernández Caballero presenta una entrevista con la escritora Rosa Nissán, quien comparte que en su más reciente obra expondrá relatos breves, autorretratos y alias de los aspectos más importantes de su vida.
Por: Ivonne H. Caballero
Como una sembradora, Rosa humedece la tierra, la ablanda hasta dejarla lista para introducir la semilla, cubrirla y esperar paciente a que el sol, la lluvia y el viento propicien el ambiente adecuado para que surja una flor.
Como una sembradora, Rosa evoca textos profundos, reflexivos, conmovedores, dialoga con sus alumnas, las contagia de su mirada observadora, las confronta y las anima a salir de su mudez en cinco minutos de escritura para descubrir encantada una flor de historias como pétalos multicolores que se abren para ver la luz.
Así es un taller de autobiografía novelada con Rosa Nissán, escritora de cuentos y novelas, además de tallerista literaria de diversas universidades de la Ciudad de México, quien visitó Puebla a invitación de un grupo de amigos dedicados a reconstruir Atlixco, no sólo con picos y palas, también con actividades y personalidades de divesos ámbitos que eleven el espíritu de mujeres y hombres radicados un municipio enmarcado por un agradable clima e inmejorable paisaje.
Rosa Nissán Rovero es la primera de los seis hijos que tuvieron Esther Rovero y Moisés Nissán, una pareja de emigrantes judios que en 1935 vinieron a México provenientes de Estambúl y Persia.
Vivió una niñez rodeada de la cultura judía, estudió periodismo pese a la falta de interés de su familia y se casó muy joven atendiendo a las tradiciones imperantes en su entorno. A los cuarenta años se divorció.
Descubrió como mujer madura dos de sus pasiones, la fotografía y la escritura. Fue durante 20 años integrante activa en el taller de Elena Poniatowska y ahí comenzó a escribir su primera novela Novia que te vea, llevada a la pantalla bajo la dirección de Guita Schyfter, posteriormente surgieron Hijo que te nazca, Tierras prometidas, No solo para dormir es la noche, horizontes sagrados y Trrri biutiful laidis.
“La autobiografía novelada se puede escribir en cualquier momento, no necesitas ser un viejo, puedes ser muy joven y narrar la forma en la que percibes el mundo y éste es tan diverso y cambiante como uno mismo, por eso difícilmente tienes la misma perspectiva de las cosas a los 20 que a los 30 o a los 40, no se diga de más décadas” apunta la tallerista al resaltar que cualquier momento de nuestras vidas puede narrarse comolo ha hecho Amélie Nothomb, reconocida con el Gran Premio de Literatura Francesa en 1999.

“Por ejemplo, Tres viajes de una mujer, una de mis obras, es una trilogía que relata tres de mis recorridos más importantes: el primero a Israel a los cincuenta años, el segundo a la India a los sesenta y el tercero a Turquía y Grecia a los setenta; lo cual demuestra que una autobiografía se puede escribir en cualquier momento y no necesariamente en orden cronológico; pueden ser apuntes específicos sobre cualquier aspecto de tu vida, los seres humanos estamos compuestos por miles de historias, cada una puede ser contada como nosotros queramos, apegada a los hechos o aderezada con experiencias de otros o mezclada con escenas de nuestra imaginación, según nos guste o convenga. Todo ello puede ser una historia maravillosa, entretenida, impactante”, comenta.

“Cuando escribí Los viajes de mi cuerpo, no sólo conté anécdotas mías, también incluí las de otras mujeres, una vez mezcladas nadie, sólo yo puedo saber cuáles son mías. Me daba mucha risa cuando mis amigas me decían estoy segura que tal anécdota de Lola Luna o de Olivia no es tuya, ¡imposible, tú no eres así¡ ¡tú no harías eso¡ y yo me reía en silencio y pensaba: esa es exactamente mi anécdota”, confiesa entre risas la autora.
“Escribir me liberó de la mudez en la que permanecí muchos años de mi vida. Cuando llegué por casualidad al taller de Elena Poniatowska –mi maestra y amiga–, era una tímida ama de casa sujeta a muchos convencionalismos, atada a un cúmulo de tradiciones y creencias que nunca me permitieron ser quien era. La misma Elena, en su afán de sacarnos del marasmo a mis compañeros y a mí, amenazó con abandonar el taller porque en ese grupo no había pasión, hambre de emociones y pocas cosas que decir, eso me hizo despertar”.

“Era una mariposa atrapada en una telaraña, así me vi reflejada años más tarde cuando descubrí esa escena en un bosque y la guardé para siempre con mi cámara fotográfica, ahora forma parte de uno de mis autorretratos. Otra de mis maneras de expresarme fue la fotografía, llegué a ella por la necesidad de volverme una mujer útil, independiente y autosuficiente, porque toda mi vida dependí de los hombres, así que busqué sobrevivir haciendo lo que me gustaba”, comenta.
“A los cuarenta inicié una nueva vida. Derrumbé todo tipo de barreras y enfrenté la crítica de mi familia por rebelarme a las tradiciones y cultura de dominación que imperó siempre entre ellos”, revela la escritora.
“Novia que te vea es una historia que cuenta justamente los anhelos de muchas mujeres que como yo tuvieron una única opción para ser: el matrimonio. El contexto en mi caso fue la comunidad Sefaradi de judíos mexicanos en la década de los cincuenta, pero hubo muchas mujeres que se vieron reflejadas en la misma situación por eso ahora imparto talleres en los que me gusta que las mujeres se expresen”, apunta Rosa, quien tuvo que hacer una larga pausa en su vida a causa de un accidente automovilístico que casi le cuesta la vida y que la obligó a continuar luchando para resurgir nuevamente pese a las críticas de su familia.
“Fue terrible para mí, tuve que empezar de cero, desde las actividades más básicas, sin embargo, eso no ha contenido mi espíritu libre y deseoso de continuar viviendo y disfrutando de todo lo que la vida me ofrece. Quisiera hacer más, pero a veces mi cuerpo no me deja, soy un alma joven en un cuerpo cansado”, ríe traviesa Rosa mientras relata que su más reciente obra incluirá textos breves y autorretratos y alias de los aspectos más importantes de su vida y de su renacimiento, en los cuales se mira ella misma y se ríe de todo, especialmente de ella.
Curiosa como una niña serafadí en una enorme biblioteca. Así es Oshinica. Traviesa como jugadora adolescente de beisbol. Así es Rosita. Tímida como ama de casa burguesa al ingresar a un taller literario de Elena Poniatowska. Así es Rosa. Apasionada como mujer cuarentona que descubre su sexualidad. Así es Lola Luna. Observadora de las muchas formas y colores de un lugar. Así es Rosamunda. Franca, ya mucho tiempo calló, ahora dice lo que piensa sin temor a ser silenciada. Así es Rosa Zan. Luchadora de su causa y de la de otras mujeres para que su voz se escuche. Así es Rouse Demond. Plural, como su pensamiento que se resiste al peligro de escuchar sola una historia. Así es Rosa Nissán.

