La Mirada Crítica

Por: Román Sánchez / @RomansanchezZ  

Sandro era el titular del Organismo de Observación y Control, siempre muy respetado por todo el gobierno, él tenía una vida tranquila y su cargo debía durar  nueve años y podría ser reelecto por un periodo más, por lo cual buscaba hacer las cosas lo mejor posible.

Impulsaba cursos que su mismo compadre Damián le recomendaba, por ejemplo, el de legislación abierta, alcaldías abiertas, concejales abiertos, y todo lo que fuera Gobierno Abierto 9.0, pues era lo mejor para la sociedad.

Los cursos eran requisito para poder ser uno de los aspirantes a concejal, un integrante del parlamento, o convertirse en un representante, por lo cual le cobraba al gobierno un porcentaje de su presupuesto.

Era la estrategia ideal, legal y más autosustentable para Damián para hacerse de recursos y poder operar en los tiempos electorales que era cuando requería de flujos de efectivo.

¿Pero cómo pagar una acción con financiamiento ilegal, con una base filosófica de rendición de cuentas y de transparencia hacia la sociedad?

El plan era perfecto, nadie los observaría, pues ellos eran los observadores y nadie se podría oponer porque en los cursos no hubo alguna observación. Era el plan perfecto para el reciclaje de ese dinero, Sandro al principio no se daría cuenta, ya que requerían de un perfil puro para que nadie dudara de la pureza de las acciones derivadas de su organismo de control autónomo.

Las ganancias eran lícitas, todo se pagaba de acuerdo a los presupuestos, pero todo dependía de talento de la planeación y de la ingeniería financiera para poder cobrar más o menos, era certificar a más o menos gente de acuerdo a las necesidades del plan estratégico del grupo compacto.

Damián era un gran talento para sacar recursos de donde no había y esto servía para la financiación de las actividades de ese grupo compacto para permanecer en el poder, de sus fiestas y de regalos especiales que debía tener con los de hasta arriba en la cadena de poder.

El querer cambiar las cosas bajo marcos normativos y naturaleza de la administración como ocurre en México es complicado, y en muchos casos no deja de ser un deseo perverso de lo discursivo, pues la naturaleza de los políticos en turno y de los operadores de estos únicamente buscan oportunidades para continuar en el ejercicio de un poder que no se ve, pero que se manifiesta por sus acciones de influencia.

Licencias de construcción donde debía de haber un parque, impactos ambientales que nunca se realizaron, pero que el documento prueba lo contrario, lugares donde la simpleza de una certificación de manejo se encuentra encapsulada en intereses más que en una solución e integración con responsabilidad social.

La fuerza de la sociedad se ve entonces diluida, burlada, indefensa, dónde un peso y la voz del jefe de grupo del poder vale más que la legislación y el interés general.

Los renglones del marco de funcionamiento se presentan con una serie de disyuntivas, con una serie de excepciones y se observa que las leyes son una mercancía para quien puede pagar la interpretación y el aprovechamiento del concepto en los propios tribunales derivados de estos.

Una serie de herencias que se han dejado para que las siguientes generaciones lo arreglen, la visión de futuro entonces es inexistente, así como el compromiso con la sociedad, bajo el ideal del agente planeador y refundador del estado.

 

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