Por: Yael Martínez
Guerrero es uno de los estados de México que han sido más azotados por el crimen organizado; es el segundo estado más pobre y uno de los más violentos del país.
La condición de marginación social y económica de los guerrerenses es cada vez más marcada, la crisis del estado de derecho es alarmante y las desapariciones forzadas son tan sólo uno de los síntomas que así lo demuestran. En 2013 perdimos a tres miembros de la familia de mi mujer.
Después de estos acontecimientos empecé a documentar a mi familia y traté de plasmar las fracturas psicológicas y emocionales que genera una pérdida en el núcleo familiar (en las madres, hijos y hermanos).
Para ello trabajé con el concepto de dolor, vacío, ausencia y olvido. Busco encontrar claves sociales y culturales que me lleven a generar un testimonio personal sobre la problemática que se presenta en las familias tras la confrontación con la pérdida de algún miembro.
A través del testimonio y de este caso particular, quise hablar de la relación con el espacio íntimo donde lo personal es social. Asimismo, intenté poner en evidencia la situación en la que viven muchas familias en esta región del país y la ruptura del tejido social en México.
Nuestro pueblo está luchando para protegerse contra la violencia, la corrupción y el crimen. En las ciudades de Iguala-Taxco hemos encontrado muchas tumbas clandestinas. Hay miembros de familias que desaparecieron desde hace muchos años. Después de todo este tiempo sólo queremos recuperar los cuerpos de nuestros familiares que están enterrados en algún lugar de las montañas.
Esta sombra que somos
Por: Miguel Ángel Andrade
La sangre recorre estas imágenes no sólo como líquido, está diluida en las paredes, en las manos, en la mirada, en la voz que no alcanza pronunciarse.
¿Cómo reflejar la desolación del espíritu en un color? Observemos estas imágenes. Podemos ver la violencia ejercida de manera vertical, despiadada e ignorante, que cae sobre todos nosotros.
Un cuerpo violentado, un cuerpo que soporta no sólo las pisadas del tiempo, también el peso inmenso de un desorden social y político que no logra encausarse hacia un mismo destino.
Las imágenes de Yael Martínez revelan un retraimiento, una conciencia que se desplaza hacia lo oscuro para mostrarse en su guarida.
Es así que nuestra mirada es conminada a observar este lienzo de sangre que es nuestro país.
Se reúnen aquí imágenes de dos proyectos: La casa que sangra y Raíz oscura. Están vinculados porque comparten un mismo origen: la familia.
La familia es el vértice de la felicidad, pero también del sufrimiento, en ella se comparten las victorias y los logros, en ella se consuelan los dolores y las desgracias.
Yael ha entregado al público momentos de profunda intimidad, pero no para convertirnos en voyeurs, el fotógrafo nos tiende su confianza a través de su testimonio, nos invita a su mesa, nos presenta a su familia y nos comparte sus angustias.
¿Cómo no ser solidarios ante este gesto de fraternidad? La noche, el fuego, la tierra, las sombras, son algunos elementos de los que se nutre esta Raíz oscura. Parece decirnos que la penumbra del presente que habitamos proviene, sí, de la individualidad exacerbada, pero también de nuestra incapacidad como pueblo para organizarnos y despojarnos de las tiranías que nos gobiernan.
La casa que sangra es, entre otras cosas, una metáfora de eso que llamamos país o patria, un hogar henchido de sangre y rencor que no logra sanar sus heridas porque no ha tenido tregua.
Estas fotografías nos arrastran al pozo de la desolación, no para enterrarnos allí, sino sacarnos de la cómoda ceguera en que vivimos. Apartemos los ruidos de la necesidad inmediata y guardemos silencio para escuchar al fondo de esta sombra que somos la casa que sangra.
