Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria / @neftalicoria
Para mi amigo Jorge Fuerte
Lo que las redes sociales provocan con la cotidiana y numerosa descontextualización de lo que sucede en la realidad, cada día cobra mayores precios para que la opacidad de la verdad se haga más grande. Y es que esa realidad volátil de la inmediatez que pasa por los caminos de las redes, desbarata la precisión de la historia, como si fuera un pañuelo al aire que en el aire se pierde y el olvido lo toma en sus manos. La historia se vuelve un mar imposible de guardar, de encontrar y seleccionar los hechos significativos que ocurren como un clik de computadora y se cree en la ilusión, de que todo lo que hacemos, tendrá relevancia histórica, aunque a la vuelta de la esquina, lo lancemos al bote de basura y ya estemos preparando la siguiente etapa que también será “histórica”.
Abunda la estrechez de quienes reciben el significado de una frase fuera de su contexto y la acomodan a la medida de aquello que se cree correcto a su conveniencia. Quienes están aprendiendo a opinar, creen todo aquello que les llega como navajazos informativos y lo toman como un saber más al pie de la letra.
La volatilidad a la que me refiero, es por lo efímero de las cosas que hoy nos rodean hasta inundarnos y no hay tiempo ni espacio para conocerlas a fondo. Por eso es mucho más fácil desecharlas pronto y en ese lance, despreciarlas. Y pienso en Zygmunt Bauman y su teoría de “lo líquido” e inasible de la actual sociedad. Él dice que “nuestros acuerdos son temporales, pasajeros, válidos solo hasta nuevo aviso”. Y se debe a que Bauman mismo lo señala: “ya nada es sólido. No es sólido el Estado-nación, ni la familia, ni el empleo, ni el compromiso con la comunidad.”
El mundo se nos ha vuelto posible, lo creemos propiedad nuestra, territorio de nuestro dominio a través de pantallas y el sueño de la imagen. Llega a tanto esa ficción de que somos dueños del mundo, que también se vive en la creencia que no hay pasado y el “activismo de sofá”, como el que detestaba Bauman, posee las mejores causas de lucha. Y se cree, como lo asegura Bauman, que somos una sociedad que “quiere cambiar el mundo a golpe de clic”. Una sociedad que se deteriora sin creer que “el verdadero diálogo solo se produce en las interacciones con los diferentes, y no en esas “zonas de confort” donde los internautas debaten con quienes piensan igual que ellos.” Es común ya, y se debe a la nueva manera de pensar que en función de la red, ha proliferado (Bauman de nuevo) “el rechazo al otro, el miedo al diferente”, son nuevos sinos que se vuelven modelos. Hay que rechazar a todos los que no sean como yo y como los demás igual a mí. Hemos visto casos lamentables donde se unen los iguales, para linchar al diferente y no solo para rechazarlo, como dice Bauman, sino para exterminarlo con todo y sus ideas “diferentes”.
Por otro lado, también se ve la facilidad con que todos (en multitud), se apropian de todo lo que encanta, lo que cautiva, lo que política y comercialmente es correcto y sobre todo, se apropian de lo que nos hace pertenecer al mundo que hemos convertido en una ficción más de las pantallas desde la soledad que negamos.
La presunción de conocimiento, la necesidad de aparentar que sabemos lo que no sabemos y que no estamos fuera de un grupo de cultos e informados, está en las pantallas. Leyes de la apariencia, le decía a un amigo un día que le pregunté cómo se encontraba. Me respondió con un gesto de obvia tristeza que estaba “muy bien”.
–Bien, pero bajo las leyes de la apariencia –le dije.
Y su reacción fue de no querer oír aquello que había acertado.
–Tiene razón –me dijo –y me estremece reconocerlo.
Así pasan los días, en la ficción de saberlo, de estar bien, de tener un claro sentido de pertenecer a grupos de iguales nuestros y ajeno a los “diferentes”. Pertenecemos a los que comen sano, a los que aman sus mascotas, a los que no fuman, a los que lloran con la belleza, a los que usan marcas y marcas, a los que tienen auto, a los que aman autorizado, los que perdonan, los que se santiguan, los que están a favor de los “temas” de la moda política, lo autorizado –a fin de cuentas– por el poder. No le demos vuelta.
Hace poco uno de mis amigos de Facebook, puso un pequeño verso de Gonzalo Rojas, poeta del que he sido viejo lector. Y cuando vi a mi amigo –también en la realidad– le hice mención del poeta chileno, noté que le hablaba de algo desconocido. Las circunstancias en las que colocó aquel poema, nada tenían que ver con la que un verdadero lector lo haría. No sabía quien era Rojas, ni mucho menos conocía el poema al que pertenecía el verso. Cuando se lo dije, al contrario de apenarse, se sintió orgulloso de desconocerlo y ni siquiera recordaba lo que el verso decía. Era algo sin ningún significado. Y es que así es la nueva manera de la vida. Hay una cantidad de orgullosos de la ignorancia, de la nueva clase social llamada“zona de confort”, que parecería que tienen razón y la abundancia de conocimiento es el mal camino.
Las redes sociales, son la trampa, volviendo a Bauman, porque no se necesita estar en interacción directa. “En las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales”. Y para muchas cosas más, las habilidades como ser social, no hacen falta. Dice Bauman: “Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara.”
¿Cuál será la nueva mentalidad que no tarda en llegar?
