En el templo del señor de las maravillas, vendedores, laicos y creyentes coinciden en señalar la situación debida a los temblores del año pasado en la capital

Por: Osvaldo Valencia

Afuera del Templo del Señor de las Maravillas, Antonio Arispe vende las tradicionales hojas de palma.

Como desde hace 12 años, se sienta enfrente de la entrada de este templo para tener la mejor venta del año, fecha que celebra la llegada del enviado de Dios a Jerusalén.

Pero a diferencia de otros años, no ve un caudal de personas que esperan entrar al templo. Entiende que se debe a que no hay misas para celebrar el Domingo de Ramos, que en su interior la iglesia está muy dañada por el sismo de septiembre.

“No hay tanta gente como en años anteriores. Sí vienen porque es el Señor de las Maravillas y todos quieren venir a verlo, a pedirle, pero por dentro el templo es inseguro”, dice.

Antonio mide la cantidad de personas que visitan el templo ubicado en la 18 Poniente con el tiempo que pasa esperando vender todas las palmas que siembra en su pueblo, en San Juan Ixcaquixtla.

“Desde hace 12 años vengo a esta iglesia a vender los hojas que sembramos allá en San Juan Ixcaquixtla, por lo regular ahorita, a las 12 del día ya estaríamos acabando, pero todavía nos queda un cuarto de lo que trajimos. Es por lo mismo de que no hay misa que no viene mucha gente como en otras ocasiones”, cuenta.

•••

En el Templo de Santo Domingo –cerrado durante meses por el temblor– afrontan una situación similar: optaron por abrirlo para misa, a pesar de que continúan los trabajos en la entrada de la iglesia.

Afuera, una ayudante de la iglesia pide a cada visitante una cooperación para continuar con los trabajos de reparación de la fachada.

“Nos hacen falta recursos porque ya no nos han llegado, esperamos en esta semana que con la visita de los turistas podamos recolectar para la restauración”, dice mientras invita a los visitantes a que donen 10 pesos mínimo.

Su desagrado por la apatía de los fieles se refleja en el rostro cada vez que le dicen “ahorita no”, pero insiste de nueva manera hasta que junten suficiente para reabrir la iglesia por completo.

•••

Mientras Antonio espera a que lleguen más clientes a comprar una palma, Francisco y su familia se acercan más cada vez más para entrar al Templo de las Maravillas.

Al interior del inmueble la mayoría de la estructura se ve tapada por cortinas de plástico negras y azules, y apenas se ilumina por el altar de Jesús y unas luces que cuelgan de unos cables.

Los creyentes en el poder del Señor de las Maravillas se acercan a su altar, dibujan una cruz con sus dedos o velas pegados al cristal, hacen una oración, se persignan y paran frente a él por varios minutos, contemplándolo –algunos– con varias lágrimas en los ojos.

Es el caso de Francisco, acompañado de su esposa y dos hijos, quien admite que las lágrimas son por todo lo que le ha dado a su familia y el daño que tiene el templo, pues no sabe cuándo vuelva a abrir.

“Para nosotros es muy importante el Señor de las Maravillas, nos ha ayudado cuando alguno de nuestros hijos se enferma de gravedad y ahorita sí nos duele ver así el templo, el cual se sostiene apenas por tubos y no se ve para cuándo lo reparen”, expresa.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *