Mesa Cuadrada
Por: Gabriel Reyes Cardoso / @GabrielReyesCa3

Hace tiempo…  in illo tempore, dice la sacra escritura, en este país gobernantes, representantes populares, líderes empresariales, trabajadores y la prensa buscaban una razón, siempre una razón para entender las conductas públicas de todos y de la misma “res pública”.

En nuestros días, se ha abandonado esa búsqueda, algunos dicen que por estéril o inútil.

Los ciudadanos mexicanos intentamos hacer la vida sin buscar mucho y sin encontrar algo. Vamos al día se dice en la calle y como no podemos resolver fácil este día, perdemos interés en los de mañana o pasado.

Pueblo y gobierno hemos sido incapaces de realizar un liderazgo que construya razones, defina métodos y establezca objetivos al menos aceptables por todos. Ninguno de los dos se entienden a sí mismos y entre ellos la distancia se alarga, se complica, deja de interesar.

El gobierno es incapaz de obtener apoyo en la gente y la gente es incapaz de hacer que el gobierno le escuche, le atienda y le resuelva. Por eso ninguno de los dos confían el uno en el otro.

Cada uno sigue sus propios instintos y urgencias en un diálogo de sordos que, además no ven y ahora tampoco hablan.

Vivimos en un contexto complejo, difícil y desesperante, que en estos meses, de aquí a julio, integran además alta tensión electoral.

Estamos enojados porque ninguno entiende lo que pasa y porque no podemos, ni conscientes ni inconscientes, influir uno en el otro para modificar conductas o establecer razones y métodos.

Nos estamos yendo por el lado contrario de la razón.  Escándalos, yerros, indecisiones, abusos e intolerancia abonan la corrupción que no sólo expresa capacidad de robarse el dinero ajeno ni abusar del poder público, también dejar de hacer lo que se debe.

La falta de interlocutores confiables y eficientes incrementa esta sociedad líquida y hace que su percepción se pierda en los pasillos de los escándalos para hacer de las equivocaciones las guías de credibilidad o no.

Los medios de comunicación han abandonado su función social y poco orientan a una opinión pública que, por supuesto desconfía de los políticos y ahora también de los electores.

Algunos candidatos presidenciales exacerban esa condición y pretenden hacernos entender que regresar al pasado es lo conveniente.  Imponen en sus discursos la manipulación de las emociones y todos sabemos que las emociones se construyen precisamente en el lado contrario de las razones.

Y es que las emociones son siempre sustitutos fáciles en un ambiente social de desconcierto, de imprecisión en el rumbo y en los destinos de toda la sociedad.

Y si, ahora en estas elecciones, votamos por quien mejor maneja nuestros corajes y rabias, votamos por quien cuando sea presidente las va a institucionalizar como método de gobierno, votamos por quien nos ve como minusválidos mentales, votamos por quien sólo está usando nuestra emoción, aún sin saber para qué, entonces estamos votando por un gobierno de emociones, no de razones, es decir, sin inteligencia.

La inteligencia en la construcción del poder público es una condición para colaborar mejor mutuamente, para entendernos mejor, para confiarnos más, para identificar ideas y decidir con base en razones y no emociones.

Es necesario revertir y salir de esta sociedad nacional del caos, donde se da mayor valor a la corrupción como resultado, pero no como fuente de errores, en los cuales todos, sin excepción, participamos y que comienza con un voto de enojo, de confusión, de desesperación o de “me vale madres”.

Y para tener un gobierno inteligente, capaz de entender responsablemente nuestros problemas, nuestras necesidades y nuestras posibilidades, es necesario votar por un candidato que ofrezca razones, disponga capacidades y se aleje de las debilidades de las emociones, esas que, en otro sentido, son en la mayoría de los casos las verdaderas progenitoras de los embarazos no deseados.

Nuestro voto, por tanto, debe estar por encima del mismo coraje de la corrupción como madre única de los males nacionales.  Nuestro voto debe buscar y encontrar razones para reconstruir, en todo lo reconstruible a nuestra nación, pero también para entender y aceptar que en México no todo debe ser reconstruido y menos destruido.

No votemos encabronados, no votemos desilusionados, no votemos por más caos. En asuntos de la sociedad, recordemos no hay milagros y por lo tanto no es necesario tener profetas iluminados.

Vayámonos más despacio…

Que no nos manipulen…

Nuestros pendientes son muchos, son urgentes y también importantes. Nuestras soluciones deben ser más.   Ojo con nuestro voto. Que no nos engañen, tú vales mucho, decía el comercial de la tele…  nuestro voto vale más que la corrupción, vale más que la pobreza, vale más porque debe construir métodos y razones.

 

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