Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria / @neftalicoria

Ha muerto Sergio Pitol, un escritor grande, un hombre de letras a quien sus lectores, le debemos haber conocido muchos autores que gracias a su trabajo diplomático y su generosidad de traductor, llegaron a nuestras manos. Autores rusos, polacos, húngaros, etc. Le doy las gracias a sus traducciones y a la difusión que de mil maneras hizo Sergio en México de indispensables autores que hoy se han vuelto emblemas en mis lecturas. Nunca olvido un cuento de Boris Pilniak, que leí, gracias a la traducción de Pitol. Y no acabaría de contar autores y libros que él ayudó a hacerse conocer en nuestra lengua. ¿Y qué decir de su obra? Imposible dejar de mencionarla y no leerla; una obra grande como él. Lo recuerdo en sus escasas visitas a Morelia, y sobre todo, lo recuerdo un día que lo encontré en un elevador del aeropuerto de la Ciudad de México. Iba muy serio con una maleta y lo acompañaba otra persona. Yo viajaba a Londres y él se disponía a viajar a Madrid. Le hablé, no sin temor de ser impertinente, pero fue amable. Salimos del elevador y caminamos hacia el mismo rumbo, por un pasillo. Conversamos sobre Morelia.

–Un hermosas ciudad –dijo.

Hablamos de la amistad mutua con Jorge Bustamante García, a quien Sergio mucho apreció. Nunca fuimos amigos, aunque tuvimos muchas buenas amistades en común. Me dijo –quizás por cortesía– que sabía de mí. Nos despedimos y cada quien se fue a donde debíamos ir. Desde aquel día, el tiempo ya no nos permitiría conocernos y nunca volver a estar cerca. Hoy que escribo estas líneas para recordarlo, pienso en que la única vez que hablé con él, iba de viaje, y tuve suerte de encontrar a un viajero como lo fue él, en un aeropuerto. Pensaba que aquel admirado hombre, estaba en su hábitat y es allí donde puede verse de cerca su mejor semblante.

Ahora ha muerto el escritor, después de un padecimiento largo, alejado de sus amigos y enmedio de una situación penosa de la que no me gustaría abundar, pero no quiero dejar de mencionarla, porque al final fue una víctima del destino tan común de los artistas en este país que siempre los ha pateado. Como es común que se diga, una manera de recordarlo, es volver a su obra, recomendarla, valorar su labor en las letras y no dejar, como lo hicieron con su persona, en el olvido, como bien sabemos que sucede en este país con los escritores.

De nuevo, como es común también, los familiares que nunca estuvieron cuando debieron estar, dan lugar a una serie de situaciones de confrontación con amigos e instituciones, que levantaron mucho polvo negro alrededor de uno de nuestros mejores escritores. Otra vez las sanguijuelas en torno a un hombre. Y no abundo en tan lamentables sucesos, porque todo lo que se dijo también en la redes sociales, si acaso fuera cierto, es sumamente triste y aunque hay culpables de su abandono, ya no vale la pena nombrarlos, porque ahora Sergio no está ya entre nosotros, pero no debemos omitir la injusticia que obró sobre su vida en los últimos años, como una prueba más que la inseguridad no sólo está en el peligro de que la mafia nos mate en la calle, la inseguridad y más grave, está en el destino que vive la gente que piensa y crea obras y que no tiene manera de vivir con una estabilidad básica, ni seguridad social, económica, de retiro, etc. Esa es la más grave inseguridad de la que nadie habla.

La obra de Sergio Pitol fue reconocida con alrededor de veinte premios nacionales e internacionales, con el merecimiento que un escritor de su talla debió recibir, incluyendo el Premio Cervantes (que se dice que el emblema, fue robado de su casa). Su obra magnifica, de la que bien conozco tres de sus novelas El tañido de una flauta, Domar a la divina garza y La vida conyugal y algunos volúmenes de cuento, entre los que debo mencionar: No hay lugar, Cementerio de Tordos y Nocturno de Bujará y por su puesto sus ensayos y esos libros biográficos que escribió como Una biografía soterrada. Y qué decir de sus traducciones, ese imponente trabajo de lenguas como el ruso, Inglés, Italiano, polaco, chino y húngaro. Un trabajo de amor por la literatura que encontró en sus innumerables viajes.

Otra cosa que no debo dejar de mencionar es que su cercanía y pasión por Chejov, me hizo redescubrir al autor ruso de una manera definitiva, porque en ese entonces, yo con una estrechez confesada, apreciaba con fervor sólo su teatro y muy pocos cuentos, sin embargo cuando pude saber lo que Pitol había dicho sobre el autor de El tío Vania, no tuve duda e hice lo que pude por leer sus relatos que me estremecieron. Y leí también la única novela de Chejov Un drama de caza traducida precisamente por Sergio. Desde entonces, Chejov tuvo un lugar distinto en mi vida.

Su mirada hacia la literatura, me parece de una exquisita certeza y podemos comprobarlo en sus traducciones y en sus ensayos; la mirada aguda del perfecto buscador de tesoros, con la que miró las literaturas de culturas lejanas y las trajo para sus lectores. Yo agradezco a Sergio Pitol, haberme enseñado a contemplar el mundo de la literatura lejana, y comprender que el mundo de la literatura a un mundo inmenso, tan ancho, tan extenso. ¿Y quién no agradece esas enseñanzas? ¿Quién no reconoce el pensamiento de un hombre que supo pensar la literatura que la vida entregó a sus ojos?  Gracias a Sergio por haber pasado por el mundo. Gracias. Dios lo guarde.º

 

 

 

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