Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria / @neftalicoria 

Conocí a Rubí Huerta en Pátzcuaro. Yo dictaba una conferencia sobre la Lectura y la escritura para maestros de Colegio de Bachilleres y después en el mismo espacio, hubo una lectura de poesía. Leímos varios, entre ellos, profesores que escriben y otros poetas de distintas partes invitados para el evento, entre los participantes estaba Elizabeth Pérez Tzintzun, de quien fui asesor en una beca que recibió para escribir poesía en purépecha, razón por la que acepté tal labor y que consiguió escribir un libro hermoso que ahora conozco. En aquella lectura en Pátzcuaro, estaba Rubí. Cuando llegó su turno, me impresionó su saludo en purépecha y sin dejar ver la necesidad de traducir, saludó con una fuerza natural, por encima de la lengua que la mayoría del público hablaba. Me gustó mucho que lo hiciera así y con la voz espléndida que tiene, supe que era una mujer de una pieza. Sin duda su poesía traería esa misma fuerza. Luego comenzó a leer poema suyos en su lengua. La música hablaba y en su voz, había una melodía seductora en los versos que arrebataron al auditorio. Desde entonces me cautivó su dignidad y arrojo, su entereza para escribir versos y quise saber de ella, con poco éxito. Al fin de un modo u otro nos encontramos, tomamos café y por fin conversamos. La poesía, los amigos comunes, la vida, pero sobre todo me atraía el hecho de que era una habitante de dos lenguas.

Por esos días ya esperaba a su hija Tsandita que hoy ocupa un lugar y un sitio primordial en la vida de la poeta, porque ella le ha cantado, le ha hecho un merecido reconocimiento a la vida de la niña, que de su cuerpo hubo llegado y que dio a la luz el libro que ahora he leído. Cuando conversamos, tenía más de seis meses de embarazo. Yo durante esa etapa de trabajo, hacía entrevistas para un libro que publicaría La voz de Michoacán y tenía el pulso de observar a las personas con esa óptica del que pregunta. Y pude preguntarle, cómo había sido su niñez habitando la lengua purépecha y cómo su emigración al español; me contó su historia de la que sigo interesado en escribirla. Quise escribir sobre ella de inmediato, pero no sabía qué. No conocía su obra, acaso había escuchado en un disco grabado con su voz, algunos, muy pocos poemas. Pensé en escribir sobre el misterio que siempre me han provocado las personas que habitan dos lenguas porque deben usarlas. Me pregunto ¿Cómo es su pensamiento bilingüe? ¿En qué lengua sueña? ¿Cómo es el mecanismo en el que buscan significados del mundo en una y otra lengua, para encontrar sus verdades? Hasta hoy día me pregunto eso y más.

En su libro editado por Mardonio Carballo “Cantos de una mamá purépecha a su hijo (a)” leo por fin su poesía y puedo ver de cerca, su corazón hondo que canta desde la tierra, desde lo más profundo del ser, y veo que son versos que los ha compuesto el tiempo y la mano cuidadosa de Rubí. Una voz sincera y amorosa es la suya. He escuchado en su voz bilingüe (el libro lleva un disco) los cantos de una madre que ama desde su maternidad, desde la claridad con la que una madre puede dar la vida en el canto por su hija. Al escuchar su poesía en la voz poderosa de esta mujer, pude tener completa la percepción de su poesía.

Una musicalización de Juan Manuel Torreblanca y un trabajo de ilustración de Damian Flores, componen el libro. Después de leerlo, me ocupa la ternura de los cantos, la entrega que la poeta ha vivido por recoger los mitos que en su territorio lingüístico, Rubí ha vivido y ha hecho suyos para heredarlos a su hija, que es lo que hará permanecer su cultura y su lengua, pero sólo con lo que aquella vez pude ver en Rubí en Pátzcuaro ha de lograrlo: la dignidad de ser hablante y lectora de esa lengua que también puedo sentir mía. Sólo así, con dignidad podrán salvar la lengua y su historia, su cultura; con la naturalidad de habitar la lengua sin falsos orgullos ni desesperados y abruptos estertores de ira y resentimiento. Rubí Huerta, conoce la dificultad que enfrenta el mundo tal y como existe con su lengua y comprende que es viviéndola con la frente en alto natural, con el gusto de vivirla, la alegría de cantarla, es como ha de permanecer en el mundo. Rubí ha estudiado historia y después alguna rama del lenguaje y ha podido ver de cerca esa necesidad de conocer los fenómenos lingüísticos de sus lenguas, en un contexto actual donde hemos visto como se extinguen los animales, las plantas y los idiomas.

Los cantos de su libro son como las moras o las canciones de cuna desde tiempos añejos. Son canciones de arrullo, como los cantos con los que sueñan naturalmente los niños y se les habla en segunda persona de manera directa, y ellos son los protagonistas de las pequeñas historias. Cantos entre la madre y el crío, a dos voces cantados, a dos voces escuchados en los dinteles del mundo preonírico del que ha de dormir en el arrullo del canto. Son ecos para los niños que los oyen al borde del sueño, por eso –como lo asegura Mardonio Carballo– son “los recuerdos que más perduran” en la vida. Esos cantos son resonancias limpias que viven en el alma de un niño, en el corazón tierno de aquel que viene mirando el cielo de su lengua, como su destino, porque la lengua en la que se canta, es el primer mundo del niño, la primera patria, por citar a Octavio Paz, para después convertirse en la única patria que realmente le pertenece.

Rubí ha cantado a su hija Tsanda y ella sin duda, ha recibido el canto como un tesoro en el sonido hermoso de su lengua materna que ya es su patria, su lugar donde la vida esta sucediendo para ella y donde sucede la luz de la palabra.

Los libros que los poetas escriben, suele decirse que son su biografía. “Cantos de una mamá purépecha a su hijo (a)”, es una evidencia de lo que se afirma, es un libro en el que la vida de la madre que lo escribió, está en sus páginas de manera clara, pero también de modo transparente, pueden verse las creencias en la cosmovisión del mundo purépecha y sin duda, esa variante maternal en el canto, es lo que hace del libro de Rubí una pieza importante para la literatura nuestra. Y como las madres (las verdaderas madres) cantan a sus hijos, en el canto de Rubí madre, sobresale la ancestral mirada de la historia de su herencia poética, de su territorio lingüístico que hasta hoy, Rubí es una pieza clave para que siga vivo y en uso.

Gracias a Rubí porque me ha hecho descubrir que el canto de una madre, puede aliviar el mundo.

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