La Loca de la Familia
Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia
Un artículo del periódico El País, dice que el estado de ánimo está estrechamente ligado al estómago, que es, al final de cuentas, nuestro segundo cerebro.
En el estómago se genera una buena cantidad de serotonina, algo así como la hormona de la felicidad, así que el cliché que reza: “eres lo que comes” es cierto: mientras más basura se ingiera, menos serotonina, por lo tanto, caemos en depresión o de plano nos enfermamos físicamente, lo que a corto plazo también nos hunde en esos páramos.
En estos días de brutales coyunturas política en los que la incertidumbre es un lastre que arrastramos todos, producir serotonina es elemental. Somos un país que ha vivido sumergido en una depresión perpetua porque simplemente nos hemos tragado toda la chatarra que nos dan. Navegamos en los mares de la ansiedad y buscamos placebos para distraer nuestra abulia.
Hoy más que nunca el pueblo necesita una buena dosis de alegría. Algo de certidumbre. Un arponazo de serotonina intravenosa, porque los estómagos están desechos, porque la fritanga de la política es un reciclado de manteca pútrida que nos tapa las venas como cueritos de estadio o como camarones híbridos de arena de lucha libre.
Y en medio de esta histeria colectiva llega providencialmente un gol. Sí. Un balón de parches como la metáfora de un sol único que sale aunque sea un instante para todos. Un balón que viaja a no sé qué velocidad y va a estamparse a la red de una portería.
Lo hinchas, los fans, los no tan fans, los despistados, los villamelones tuvimos un golpe de adrenalina compartido cuando ese balón penetró el arco, no de cualquier equipo llanero, sino del actual campeón del mundo. Y no lo creíamos, pero lo creímos (y lo vimos en tiempo real), y ese “fix” de serotonina hizo, por un momento, temblar tanto la tierra que hasta unas alarmas sísmicas se encendieron por ahí.
Pero antes de ese gol, con el que todos nos sentimos héroes, ¿qué pasaba?
La negatividad. La abulia. El taco saturado de cueritos nauseabundos. La enfermedad del pesimismo en las calles.
Aquellos que no son muy aficionados al fut, se regodean siempre con burlas que desembocaban en crueles memes: “Ahí van estos pinches ratones (mercenarios que cobran más que los diputados) a hacer el oso a Rusia después de dar la nota: “la selección mexicana hace fiestón con putas antes de la concentración”. Para eso están buenos estos parias que viven del patrocinio de las grandes marcas y no hacen su chamba, que es jugar el fútbol, sino que se dedican a perder cobrando como si ganaran. Ya veremos cómo jugarán como nunca y perderán como siempre. Es nuestra historia: quedándose en la orillita y padeciendo jamaicones y sobresaliendo por generar un trending topic, no por sus logros deportivos, más bien por sus videos donde se vanaglorian de tener el pito más grande de la comarca”, así los pesimistas, los eternos faltos de fe, los que de alguna u otra manera magnifican el espanto de esta realidad que nos hiere.
Y sucedió de pronto que en medio del miedo y la desazón, esa selección de muchachos que tanto criticamos por sus debilidades mundanas, le regala a un pueblo en vilo eso que Agustín Lara escribió: “un poco de calor en nuestras vidas, y un poco de luz en nuestra aurora”.
Ironías del destino; mira que el partido se veía tan complicado, tan imposible como ganarle a AMLO (auch).
Charros (y algunos chairos) contra nazis.
Suave patria, ¡un balón te ha redimido!
