La Loca de la Familia 
Por: Alejandra Gómez Macchia / @negramacchia

AMLO llega al Estadio Azteca con un bronceado envidiable.

La “magia del poder” que viene obra milagros y le ha restado años.

Confía que sí.

Sabe que ahora sí.

Los titulares del lunes tendrían que decir: “AL FIN”.

AMLO es un rockstar.

La gente se le entrega como grupis calientes a Jim Morrison.

Algo ha cambiado en su manera de caminar: dejó esa marcha violenta que surcó montañas y ahora camina como queriendo arrastrar la propia tierra en cada zancada.

Su cabello canísimo genera confianza entre los suyos.

No llega a ser un tierno abuelo, tampoco es el arquetipo del sugar daddy.

Son las canas que le han brotado en las derrotas.

Silva Herzog Márquez ya lo dijo en “El País”: el camino de AMLO ha tenido más derrotas que triunfos.

AMLO es un rockstar, y lo sabe.

Su presencia mueve al “pueblo bueno”, al pueblo harto, al pueblo fanático, al pueblo temeroso, y también a un nuevo pueblo (que antes no era pueblo y le temía).

Ese nuevo pueblo que no era pueblo y le temía es el que lo hará llegar a la presidencia. Sin ese pueblo que hace seis y doce años daba por descontado, la historia de este país seguiría su orden natural. Un orden entrópico, claro. El orden del “más vale malo conocido”.

AMLO es un rockstar para millones.

Tiene un trademark altísimo y hasta mascota oficial.

También es como uno de esos pastores evangélicos que conmociona a sus fieles. Levanta una mano, y la señora sangra.

Levanta la otra, y esa misma señora llora.

Levanta ambas manos, y ya la señora se le metió temblando entre los brazos.

Es un líder, y de eso no hay duda.

Los rockstars son líderes, aunque un poco menos moralistas que nuestro Mesías Tropical.

Sin embargo, AMLO también se ha masturbado (metafóricamente) en público como Morrison y Cobain.

Mesias Tropical... ese mote era una descalificación. Hoy es una definición.

¿Qué ruido es ese?

Es la voz mofletuda del loco de Macuspana; una suerte de cantaleta, consigna y letanía.

AMLO es mi pastor, y nada me faltara; juran aquellos que están poniendo toda su fe en un solo hombre. En el necio más grande del siglo XXI. Y sin embargo, esa necedad hoy rinde frutos (dulces para él y su gente, agrios para sus detractores).

AMLO es un rockstar y su pueblo lo ve como una vez un pueblo sometido vio al dr. Luther King.

AMLO tuvo, tiene, ha tenido siempre un sueño. Un sueño, ante todo, personalísimo. El sueño de verse a sí mismo como el regenerador de la patria. Un Benito sin levita.

AMLO está en el Azteca y comulga con la frivolidad de una “boba niña nice” que viste Gucci. Y le levanta la mano y le sonríe, como si esa niña no fuera miembro de la élite que amenaza en desparecer.

AMLO ahora es mesurado y fresa como Phil Collins cantando para Disney después de haberse divorciado de Peter Gabriel y su “Fox Trot”.

Su discurso no ha cambiado mucho desde hace más de quince años. Pero, recordemos, coño: ¡AMLO es un rockstar!, y los rockstars siempre enloquecen a su público cantando el one hit wonder que los llevó a explotar los charts.

AMLO es un rockstar al que, como rockstar, su banda le pide “encore”, y él sale feliz y excitado a hacer un “reprise” de sus “greatest hits”:

Track 1: “La mafia del poder”.

Track 2: “Acabaré con la corrupción (con un policía motorizado)”.

Track 3: “Primero los pobres /yeah, yeah, yeah”.

Track 4: “La revolución de Panchito I. Madero”.

Bonus Track:  “The last dance of Elenita Poniatowska”.

Peel Sessions: “Chema Pérez Gay with diamonds”.

AMLO es un rockstar, y como buen rockstar, a veces se rodea de pésimas compañías. Todo rockstar necesita un draculón, un sonsacador al lado a quien achacarle sus futuros pasones: A Lennon lo produjo Phil Spektor, que terminó matando a Lara Clarkson de un balazo en la boca. Pero Lennon era Lennon, y Phil era Phil.

Así AMLO y sus Bartletts, sus Laydas, sus Bejaranos, etcétera.

El Azteca está lleno de gente como la que en otro momento estuvo viendo a McCartney o a Elton John o a los Stones.

También a Bronco, cuando Lupe no era una caricatura de sí mismo.

Y la gente se azota, poseída, como si estuviera coreando a Fredie Mercury en Wembley o a Selena en el Astrodome.

“He´s like a rainbow” para millones de hinchas, de AMLOVERS, de pejebeliebers.

¡AMLO es un rockstar, major Tom!, y no hay nada más qué hacer.

Es un rockstar, sí, pero... ¿podrá ser buen presidente?

Maybe, baby, someday.

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