
La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
La historia de Erick Cotonete o Cotoñeto la pudo haber contado Silvia Pinal en sus Casos de la Vida Real.
Saque el hipócrita lector sus kleenex y lea:
Nuestro hijo de este valle de lágrimas empezó como albañil de la casa en la que se encuentra el Partido de la Revolución Democrática.
Nuestras fuentes no saben si participó en la hechura de la casa (cosa poco probable porque es más vieja que él) o en la ampliación de la misma.
Lo cierto es que una vez terminada la obra fue contratado como velador.
Los lunes, antes de llegar a su trabajo, se metía a la Arena Puebla, se comía una cemita y se tomaba su Jarritos de grosella.
Un día, siendo Miguel Barbosa dirigente estatal del PRD, descubrió a ese nuevo valor.
Ahí su carrera dio un vuelco feliz:
Se volvió auxiliar del líder, corre-ve-y-dile y oreja.
Nunca se despegó de Barbosa pese a que éste se fue a triunfar a México con la pequeña ayuda de sus amigos Los Chuchos.
Con el tiempo, Cotonete o Cotoñeto se convirtió en el hombre de todas las confianzas de su mentor.
Y aunque apenas distinguía la o por lo redondo, empezó a inflarse y a sentirse un prohombre de la nueva política.
Hoy tiene un pie en la dirigencia estatal de MORENA, a cuya sede no le metió la cuchara de albañil.
Los verdaderos morenistas, faltaba más, están molestos.
Ni Barbosa ni Gabriel Biestro les harán caso y terminarán imponiéndolo.
Entre sus cuadros tiene a tres personas:
Mario Mota, chofer y particular del Neo Líder Nato de Hombres —quien es su oreja en el PRD—, su hija Oli, secretaria de Planeación Partidaria (Asuntos Menores), y la sensual Olinka, quien distrae a Cotonete o Cotoñeto de los sinsabores de la vida.
Gracias por acompañarme a leer esta triste historia.
