Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria / @neftalicoria
De palabra en palabra,
nos entendemos.
NC
En otros tiempos se tenían prejuicios de llevar la literatura a la televisión. Recordemos las criticas que recibieran Octavio Paz y Juan José Arreola en los años ochenta. Hoy podemos ver a los maestros en videos una y otra vez en Youtube, gracias a que llevaron su trabajo a la televisión, pese a que aquel canal –en ese entonces– era muy criticado por los artistas e intelectuales con sobrada razón por su escasa calidad en sus programaciones. Hoy también, lo bueno ha quedado en la memoria digital y las colaboraciones de estos dos hombres de letras, están allí, para la historia que ha dado un vuelco con la red y la memoria visual innumerable.
Y es que la historia ha llevado a horizontes despoblados a la televisión, pero también es cierto que la televisión como tal, es también una tradición recreativa que se ha modernizado, ha ramificado sus alcances y por supuesto que se ha transformado, dando cabida a novedades y aventuras nuevas que en otros tiempos, eran inimaginables. Las nuevas generaciones –se dice–, ya no ven televisión, pero siguen viendo pantallas de manera desmesurada y la televisión, sin verla, les influye y les educa. Hay en la televisión una vieja divinidad que el pueblo no ha dejado de adorar.
Pero vuelvo a los dos señuelos que fueron Arreola, Paz y Ricardo Garibay por mencionar otro escritor. Hoy aquellas criticas negativas que se les hicieron, son historia y más bien se les agradece su visión que muchos no entendieron, porque vivían de manera exacerbada, el prejuicio de que los poetas, escritores e intelectuales, debían vivir en un contexto de algo parecido a la pureza. Hoy sabemos que aquella manera de ver las cosas, tenía la categoría de prejuicio, como cualquier otro.
La literatura y el pensamiento, han nutrido a la televisión y la televisión ha sido, sencillamente una vía efectiva para difundir –en este caso– los libros, los autores, las ideas. Podemos comprobarlo, desde que en México se han visto proyectos culturales a través de este medio visual que busca sus modos –con sus novedades– muy vigente.
Escribo al respecto, porque ahora estoy preparando un programa para la televisión. Y lo hago con la misma vocación que desde hace muchos años me acompaña, por hacer que alguien más lea, que alguien más logre encontrar en la escritura, una puerta de entrada para conocerse, para explorar su propia voz, su intimidad, su mundo interior, sus espejos para verse por fuera y por dentro.
Cuando le platiqué a un amigo, lo que apenas era proyecto en las ideas del programa que por estas fechas ya está por salir al aire, tajantemente me dijo que estaba llegando tarde a la televisión, que la televisión ya nadie la veía. Me quedé callado y volví a otra cosa en la conversación. Sólo al final –cuando nos despedimos– me dijo: “¿y de qué se va a tratar tu programa?”. “Ya veremos”, le dije.
Hoy que es un hecho y trabajo en la preparación, me alegra hacerlo, porque también estoy midiendo lo que he visto, lo que he leído, lo que he de conocer y descubrir, gracias a la ardua labor de la construcción de este programa que he llamado De palabra en palabra y que ya es un hecho. Sus secciones tienen que ver con los libros, la escritura, las artes, la cultura libresca, pero sobre todo, quiero mostrar a los que se asomen a ver el programa y no sean lectores, que mirándolo, puedan saber que ser un lector es un juego al que se llega con facilidad y que es un juego necesario que deberíamos practicar desde el momento en que aprendimos a leer.
Leer debe ser básico y en nuestro país no lo es. La literatura parece ser algo complejo a ojos de la generalidad, pero eso no es cierto y muchos escritores lo promueven hasta con sus modos de vivir. Y lo peor, es que promueven una complejidad de la literatura, que no es cierta y allí también está la mano de la academia que abunda profesionalizándola. Acercarse a la literatura, es sencillo. Leer una novela es delicioso, leer poemas con cuidado es un viaje sencillo, pero los que promueven “la complejidad”, son los mismos que están tocados por “la pureza” y por aquellos viejos prejuicios que condenaron a Arreola y a Paz por ser “unos vendidos a la televisión”.
A la literatura debemos abrirla de par en par y que pasen todos para que la hagan necesaria y suya, para que muchos más vivan bajo su techo. Hasta hoy nunca hemos vivido la experiencia de vivir en un país de lectores, donde la literatura (y el arte, claro) sean patrimonio de la población, y los libros sean usados con la sencillez y la normalidad que de verdad tienen. Ser lectores debería ser un derecho más que debe ser promovido con más tino y acercar a los libros a los que ni si quiera saben qué es la literatura. Debemos difundir el hecho de que la lectura, es un serio juego al que debemos tener la libertad de entrar de la misma manera que aceptamos tener una nacionalidad y por eso creo que la televisión (con sus redes) es un medio que puede mostrar esa facilidad de que muchos más, se acerquen a la literatura y en ella puedan vivir una nueva ciudadanía.
Yo espero que con esta –para mí– nueva aventura, de hacer televisión, pueda lograr que algo así suceda, guardadas las proporciones. Y agradezco a Rafael Cortés y a Grupo RadioTele, su confianza que han depositado en mi trabajo.
