La fiesta por el medio siglo de vida del Coloso de Maravillas dejó un sabor amargo a La Franja, tenía todo listo, lució sus mejores galas, hizo espectaculares manteles y antes de que pudieran brindar, los vecinos tocaron y se llevaron todo, casi todo
Por: Diego Diego
Foto: Archivo Agencia Es Imagen
Faltaban 10 minutos para que terminara el partido, entonces apareció el hondureño, tomó la pelota, hizo un recorte y empató el marcador. La rabieta del arquero lo dijo todo, tenían servida la mesa para celebrar y la fiesta terminó antes de que sacaran las copas.
“El niño tuvo culpa”, en él recayó una responsabilidad grande que no supo cómo manejar. Confundido, volteó a todos lados, estaba en otro mundo, sólo escuchaba gritos. No le quedó más que observar, callar y recibir varios regaños.
La fiesta por los 50 años de la casa dejó un sabor amargo al Puebla, tenían todo listo. Lucieron sus mejores galas, hicieron espectaculares manteles y antes de que pudieran dar el brindis, los vecinos tocaron y se llevaron todo.
Los viejos conocidos se ausentaron en el Cuauhtémoc. En su lugar, sangre joven levantó un mosaico para rendirle honores al Coloso. Sacaron papeles, bombas de humo, mantas, banderas y playeras, todo ondeaba en el cielo.
Al “clásico” llegaron en su mejor momento, Lobos presumió de dos triunfos consecutivos y su nueva “joya”: Leonardo Ramos. Un “artillero” que en tres partidos metió cuatro goles, dos semanas apareció en el 11 ideal, el hombre del que todo mundo habla.
Los equipos tardaron poco en acomodarse en el terreno de juego, de inmediato desenfundaron las armas y se fueron al ataque; el hacha fue la protagonista con una innumerable cantidad de faltas.
Al medio tiempo, mínimo debieron ser expulsados tres jugadores.
Una ventaja del club universitario es la velocidad que tiene en las piernas Mauro Laínez, una de las desventajas de los camoteros es su lentitud en defensa para regresar y cerrar espacios. Aprovechando eso, por la banda derecha Laínez se metió en el área y lanzó la esférica, tres hombres la vieron pasar, apareció Ramos, preparó el cañón y definió el 1-0.
Las cámaras tomaron por segundos el festejo de Ramos, pero lo que llamó la atención fue el grito que puso el portero Nicolás Vikonis contra el joven de 19 años Vladimir Loroña.
Éste se tocó la cabeza, se limpió el sudor y caminó como si nada. Primera advertencia.
En la parte complementaria, los dirigidos por Enrique Meza cambiaron de estrategia, despertaron. Un excepcional tiro de parte interna empató las acciones. Fue Jonathan Espericueta, aquel juvenil promesa de la Sub-17 que hasta sus 24 años –hoy– marcó su primera anotación en Primera División.
La grada se levantó en el minuto 50 y con celulares en mano celebraron el 50 aniversario del estadio Cuauhtémoc; llegó entonces el 2-1 de Lucas Cavallini. En un trazo largo, el canadiense controló la redonda, evadió la defensa, corrió por el costado hasta fusilar el marco de Antonio Rodríguez.
El júbilo de la afición blanquiazul retumbó desde la colonia Maravillas hasta la zona de Los Fuertes; aún faltaban 40 minutos más de emociones.
La Franja y La Jauría seguían intentando poner cifras definitivas, el triunfo o el empate. Lobos mostró más iniciativa pero no tenía un rematador en el área; lo mismo que Puebla.
La táctica de Meza, a 17 minutos del final, fue cerrar la línea defensiva a cinco jugadores, no funcionó. Por segunda ocasión le ganaron en la marcación a Loroña, el hondureño Michaell Chirinos remató a primer palo el 2-2 y terminó con la fiesta.
La felicidad camotera se desvaneció, los rostros eran de frustración, enojo y lamento. Al final, la copa por el 50 aniversario del Coloso de Maravillas fue entregada a Lobos, que aunque no ganó, se llevó el respeto y reconocimiento de la afición poblana.
