En Clancletas
Por: Lupina Bojalil
El fin de semana fui a una boda pobre. Mi muchacha me invitó a la boda de su hija en un polideportivo sucio y feo llamado Mario Marín, pero antes los invitados fuimos al Templo del Santo Niño Cieguecito, donde la pobre chica dio el ansiado sí a un hombre con cara de crudo. La misa la ofició un padre que sale en María Visión y que es lo más cercano a los Cristeros que he visto en mi vida.
Mi esposo Pepón no quería ir, pero con eso de la Cuarta Transformación no le quedó otro remedio, pues un amigo suyo lo invitó a ser subsecretario de la Secretaría del Bienestar Social y tiene que ir ambientándose en su trato con los marginados de nuestro Mexiquito.
El padre empezó regañando a la novia, quien llevaba como velo una de mis cortinas que se perdió hace dos semanas. Muy mona la chica, eso sí. Delgadita, bien peinada, y con unas zapatillas Jimmy Choo que mi hija Regina le donó. Mi Regis es pie grande y la novia nadaba en ellas. El novio, en tanto, llevaba un traje que seguramente perteneció a su abuelo, pues olía a humedad y estaba deshilachado de la solapa. Pooobre, apenas si podía caminar.
El padrecito de María Visión le dijo a la novia que el infierno sí existía y que si su futuro esposo no rezaba diario y no iba a misa los domingos se casaría con el mismísimo Satanás. Petrus —se llama Petra, pero le decimos Petrus— miró a Odilón con cara de susto y lo imaginó con patas de gallo, cuernos de chivo y cola de diablo.
Total que el curita terminó burlándose de una viejecita a la que no le quiso dar la hostia porque —así le dijo— ya nada más se estaba robando el oxígeno de los demás. También aprovechó para vender viajes a los pueblos mágicos con absolución incluida. Pague ahora, váyase al cielo después.
Ya en el polideportivo Mario Marín, mi muchacha nos sentó junto a los novios y los padrinos. Éstos ofrecieron un chivo montés al chiltepín y mucho Magno y Bacardí. Pepón quiso quejarse pero le recordé que esos pobres desgraciados iban a ser sus clientes del primero de diciembre en adelante, pues su amigo —muy cercano a AMLO— le prometió la subsecretaria de los Pobres, los Jodidos y los Marginados. “Vete acostumbrando, maridito, porque estos parias son los que van a pagar nuestros viajes a Europa y los estudios de nuestras niñas en las mejores universidades gringas”.
El grupo musical parecía salido del Más Allá: anteojos y cabelleras a la Rigo Tovar y un ritmito a la danzonera de Acerina. La primera pieza que tocaron fue una versión muy furris de un vals de Strauss. Le dije a Pepón que qué tenía que ver un vals con una boda y me contestó —ya metido en su papel de funcionario lopezobradorista—: “Hay que entender a los meshicas”.
Dos horas después la fiesta ya estaba llena de borrachos vomitándose afuera del baño —Odilón incluido—, mientras la pobre Petrus le confesaba a su mamá —mi muchacha— que había perdido la virginidad con su primo Melitón.
Pepón, mientras tanto, repartía tarjetas de presentación para que todos los invitados se afiliaran al programa “Estufas Viejas” y “Cuartitos Rosas”.
Abur, chicas. Nos vemos la próxima semana, pero En Chancletas.
