Mesa Cuadrada
Por: Gabriel Reyes Cardoso
Los nuevos presidentes municipales enfrentarán tres problemas inéditos que impactarán sus conductas y convertirán su gestión en un problema mayor para sus comunidades.
El primero tiene que ver con el contexto social donde, por argumentos de campaña política o por enemistades locales personales, quienes ganaron condujeron a sus electores hacia el odio y lo hicieron causa inevitable y razón indispensable de triunfo electoral.
Es cierto que la corrupción es una de las principales condiciones para la ineficiencia del gobierno y el abandono de obligaciones fundamentales. Pero también lo es para la ineficiencia de los electores que sabedores de esa calidad humana, en lugar de intervenir en las decisiones, buscaron acomodarse en los márgenes para obtener algo. Optaron por el complicidio y olvidaron su capacidad de negociación y regalaron su poder.
Los resultados de ese modelo de gestión política son totalmente negativos para los electores y sus familias. El enojo fue su manifestación y el odio, su fatalidad. Cambiar del modelo de gobernantes fue indispensable, pero no suficiente. Los electores siguen indefensos, continuarán alejados de las decisiones, pero también, enojados y enfundados en el odio y pronto en la desilusión. Estas situaciones no son, desde ahora, razones para un gobierno municipal exitoso.
Y lo comprobaremos, en los próximos seis meses, la ley obliga a los nuevos presidentes municipales a consultar a sus electores para definir el Plan Municipal de Desarrollo y a establecer los comités de planeación municipales. Esos planes los harán despachos contratados y esos comités serán integrados por amigos del presidente o presidenta en turno.
En este país ningún gobernante y menos en los municipios consulta a los electores. Impone sus decisiones que, aunque pudieran ser acertadas, no lo serán del todo porque ignoran a quienes buscaron hace unos meses para que los eligieran.
Argumentarán algunos que nada bueno se puede obtener de una sociedad en pleno odio y optarán por mantenerse alejados de esos ciudadanos furibundos que no están dispuestos a colaborar con su presidente municipal.
El segundo problema que nulifica toda inteligencia en gobiernos municipales será enfrentarse a un gobierno superior fragmentado, sin comunicación eficiente ni coordinación de esfuerzos que le favorezca a los municipios. Los presidentes nuevos no saben como acudirán al gobierno federal en busca de mayores recursos ni, por el momento, a que autoridad estatal para lo mismo y lo peor, no sabrán entender sus discursos diferentes y contradictorios.
Tampoco entienden por qué lo senadores y diputados ya no les podrán traer más billetes y obras.
Y el tercero será la tentación humana pero perversa de mantenerse 6 años en los gobiernos municipales, ahora que al menos una vez se pueden reelegir.
En teoría un gobernante que se quiera reelegir tendría que trabajar mejor, pero en la realidad es más fácil comprar a los electores en el momento oportuno. La izquierda introdujo en nuestro país modalidades novedosas de comprar los votos, a través de los programas de desarrollo social pero no son las únicas. Obras de relumbrón que apantallen podrían ayudar a la reelección. Pero no todo lo que relumbra es oro para los electores y sus familias.
Lo inédito para los gobiernos municipales y para sus presidentes está armado sobre estas tres condiciones para las cuales no hay experiencia alguna en que estudiar. Improvisar será la estrategia para ir moviendo el gobierno al igual que se mueve el coraje y el odio. Y esto es también otra forma del gigante de mil cabezas llamado corrupción.
