La aprobación unánime del dictamen que incluía las observaciones del gobernador pudo convertirse en el asomo de una tregua entre los dos poderes. Pero luego José Juan subió a tribuna.
Por: Mario Galeana
En el conflicto poselectoral que ha encerrado al gobernador José Antonio Gali Fayad y al Congreso de Puebla en vetos y amenazas de desaparición de poderes, el primero se ha anotado una victoria parcial con la aceptación de las observaciones que hizo a una reforma impuesta por Morena y sus aliados para impedir la participación del Poder Legislativo en la designación de alcaldes sustitutos.
Ayer, la mayoría legislativa de Juntos Haremos Historia sucumbió a las modificaciones solicitadas por Gali, y devolvió al Congreso local la posibilidad de nombrar a los suplentes de los presidentes municipales que se ausenten de sus labores.
La reforma al artículo 54 de la Ley Orgánica Municipal indica que el Cabildo tendrá sólo 15 días para acordar la designación del titular del Ayuntamiento, antes de que intervenga el Poder Legislativo.
Semanas atrás, los diputados de Morena, PT y PES habían aprobado en un sentido exactamente contrario, es decir, para prohibir por completo que el Congreso local participara en esta clase de designaciones. Pero el gobernador sobrepuso su derecho e impidió su publicación en el Periódico Oficial del Estado, al señalar que la propuesta podría generar inestabilidad política en los municipios.
La aprobación unánime del dictamen que incluía las observaciones de Gali Fayad pudo convertirse en el asomo de una tregua entre los dos poderes. Pero luego José Juan Espinosa Torres subió a tribuna y lo que parecía –al fin– un acuerdo entre Gali y el Congreso, se convirtió en nada.
Acostumbrado a callar a los diputados de la minoría desde su posición en la Mesa Directiva, Espinosa usó los vericuetos de la Ley Orgánica del Poder Legislativo para increpar directamente al diputado panista Oswaldo Jiménez López desde la tribuna legislativa, algo que él ha censurado durante cada una de las sesiones del Congreso.
—Quiero consultar al diputado Oswaldo Jiménez su anuencia para solicitar el diálogo –dijo. El resto del Congreso reventaba aludiendo una consigna varias veces repetida por él mismo: que no se permite entablar conversación entre quien esté en la tribuna y la curul.
De todos modos, no importó que Jiménez rechazara la petición, porque Espinosa siguió de largo y lanzó una pregunta que él mismo se respondió:
—¿Es usted sobrino del gobernador Gali y de Dinorah López?
—¡Dije que no acepto la pregunta! —alegó Jiménez desde su curul.
—La respuesta es sí —completó Espinosa Torres.
En el fondo de la galería, una voz desconocida estalló:
—¡Esto no es La Tremenda Corte! —y en la cabeza de todos sonó, posiblemente, el recuerdo de aquella comedia radiofónica cubana que sonaba cada tarde en los estéreos de los automóviles, en las bocinas de los autobuses, en las cocinas
económicas.
Entonces, José Juan Espinosa siguió y acusó que, al ser sobrino de la esposa del gobernador, Jiménez estaba impedido de votar cualquier cosa relacionada con el mandatario estatal, que incurría en un conflicto de interés. Envuelto él mismo en este tipo de acusaciones al ocupar la Comisión Inspectora, el
diputado que coordina la fracción del PT desató las risas de una buena parte de la oposición.
Pero continuó. Y esta vez se dirigió al diputado Gerardo Islas con ídem solicitud:
—¿Acepta la pregunta?
—Ni sí, ni no. Depende de cuánto dure.
—Durará 10 segundos.
—Adelante. Estoy contando.
—¿Nos podría decir qué licenciatura cursó y si es usted licenciado en Derecho?
—Cursé la licenciatura en Derecho así como en Ciencias de la Educación —respondió exaltado Islas, levantándose de su curul—. Puede hacer una consulta y sabrá que está en proceso mi cédula, así como también sabrá que estoy cursando una maestría en Administración Pública y la Anáhuac….
Y siguió de largo:
—... pero aquí el que tiene que aclarar su corrupción es usted. Y si quiere hacer del Congreso La Tremenda Corte —dijo, recordando a la voz anónima— lo más parecido a usted sería Tres Patines.
—Es muy claro que es pasante, ojalá cuando tenga su título aprenda lo que es el veto —reviró Espinosa Torres.
—¡Ya tengo mi título! Y si quieres que hagamos una fiesta de graduación, ¡la hacemos!
Y la Corte —la Tremenda— ya se deshacía en carcajadas. En la votación, 40 diputados votaron a favor del dictamen. Incluso Jiménez, que, burlón, desde su curul gritó:
—Yo voto A-FA-VOR.

