En Clancletas
Por: Lupina Bojalil

Fui al cine. Ahí estaba la Pepa Álvarez con su marido el Mata Viejitas. Entramos a ver una película de amor que no vi por estar atenta al diálogo de estos personajes de la socialité poblana.

Les dejo los diálogos tal y como los escuché:

—Te odio.

—Perdóname, Pepa.

—Nunca te voy a perdonar.

—Fue un desliz.

—Hacerlo en mi propia casa no tiene nombre, Alberto.

—Déjame explicarte.

—Eres un cínico. Vas a decir que Concha se te lanzó, ¿no?

—No, no. Bueno, sí. Ella me provocó.

—Lo mismo dijiste de Epifania.

—No, Pepis. Déjame explicarte.

—No te quiero escuchar. Nos vamos a divorciar.

—No, Pepita. Por favor.

—Todas mis amigas ya sabían que andabas con Concha. He sido el hazmerreír durante meses. Y la muy ladina se portaba como si nada.

—Pepis…

—Lo peor es que la embarazaste. A mí ya ni me tocabas.

—No, pichoncita.

—Lo mejor de todo es que tus propiedades están a mi nombre. A ver de qué vives.

—Corazón… No me hagas esto.

—Por mí quédate con todas tus golfas. Yo venderé todo y me iré a vivir a Madrid. Tú vete con tu Concha. ¿De dónde es? ¿De Zacatelco? Chulo te vas a ver con tu calzón de manta.

La conversación duró toda la película.

Pepa terminó por dejarlo ahí sentado. Solo. Más solo que una mazorca, de esas que tan bien se dan en Zacatelco: la nueva tierra del Mata Viejitas. Yo lloré del ataque de risa que me dio.

Perdónenme ustedes. Por hoy los dejo. Nos vemos la semana que entra, pero En Chancletas.

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