Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria / @neftalicoria

A la memoria de Leopoldo Coria Mejía, mi padre

 

Hoy que escribo esta columna, es un día muy distinto a otros. En el país ha sucedido algo grande, nos guste o no nos guste. Por todas direcciones el país se está moviendo como se mueven los animales gigantescos cuando han de levantarse o morir. Ambos movimientos suceden en momentos principales en la vida de un animal. ¿Y qué semejanza tiene el país con una bestia que se levanta o se mueve para caer? Muchas. Y como el animal que imagino está enfermo, mayores similitudes tiene con el país, porque se reconozca o no, el país está enfermo y la enfermedad es grave, no se puede negar, como es la costumbre de la que está impregnada nuestra cultura de la máscara y la negación de la verdad bajo la alfombra. No se puede negar que el país padece enfermedades a manos de bacterias y virus que han producido escoriaciones de pobreza totalmente evidentes y una clase política a la que no le importó ver cómo se desangra la noble bestia que les enriqueció.

Vi la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, el nuevo presidente y hay algo que me alegra de este suceso. Quizás sea la primera vez que un presidente de México, hace una critica (gran reto, porque la critica compromete), pero lo que más me impresiona, es que (tal vez me equivoque), pero es primera vez (en la historia de México) que se menciona la palabra POESÍA en una toma de posesión presidencial y se invita a un poeta–cantor al palco de honor y ese hombre es Silvio Rodriguez, autor de canciones con las que fui feliz. Y espero que la poesía ocupe su lugar en el futuro próximo, con dignidad y como el verdadero patrimonio de todos.

Un día que no se parece a otros días en que el país cambia de poderes, y lo que sorprende, es ese gentío que se incluye en un festejo libre en el que no reina ese interés partidista y triunfal de los partidarios. El suceso fue distinto y pudo verse el interés provocado por la esperanza que genuinamente poblaba las calles, amontonándose un júbilo que corría tras el cochecito blanco en el que viajaba el hombre en quien creyeron. Yo no vi otra cosa que no fuera un júbilo genuino; las razones, pueden enlistarse y sonaría repetitivo enumerarlas.

Fue conmovedor cuando un joven montado en una bicicleta, se metió entre las motocicletas que cercaban el auto de López Obrador. Y cerca le dijo con una voz aguda y sincera “En ti confiamos”, lo que significa que ese joven tiene esperanza y como mucha gente que así lo manifiesta, es mucha su esperanza; pude verlo en el gesto. Lo miró y le habló de tú al que iba camino a recibir el bando presidencial, y me pregunto ¿Quién es ese joven que se despojó de toda timidez y tuvo el arrojo de decirle algo que él quería que el hombre en quien confió, supiera que siendo presidente, no tenía derecho a fallarle. Un joven que en su dicho estaba resumido la palabra de muchos más que igual creyeron. Me conmovió ver que lo que en mis años de plena juventud deseaba que sucediera, y hoy ha sucedido. Y aunque he vivido lejos de la política y nunca he pertenecido a ningún partido político, al igual que mi padre, siempre he sido enemigo de la injusticia y la desigualdad que en este país ha sido algo “normal” para la llamada clase política. Y recuerdo que un día me dijo un sabio amigo, que la desigualdad nunca se iba a acabar, porque el sistema se alimenta de la pobreza y los pobres son indispensables: aterradora reflexión, que cada día en el mundo se comprueba con creces y la pobreza es el mejor alimento de los poderosos del planeta.

Poco antes de su muerte, en 2007, mi padre me dijo con la decepción suya que me hizo llorar y nunca he olvidado: “Este país no tiene compostura y a Obrador, nunca lo van a dejar ser presidente, ya no quiero leer los periódicos”. Eso me dijo un hombre que toda su vida leyó periódicos. Eso me dijo un hombre que me enseñó que la honestidad es fruto de un corazón bueno, que la ambición hace que quien la tiene, pase por encima de los valores que construyen  a un hombre justo. Esa decepción vivió mi padre al final de su vida y hoy no puede saber que la historia fue como él hubiera querido y quizás hubiera sido un poco feliz, porque sus esperanzas fueron, las de ver un país mejor. Pero no todo es como se hubiera querido. Hoy mi padre hubiera estado contento con ver lo este día que escribo estas líneas, ha sucedido, por eso a él se las dedico en su recuerdo.

El país es una noble bestia que ahora se está moviendo y no sabemos para qué rumbo va su movimiento. Yo espero que se mueva para levantarse y andar derecho, que se levante y de verdad poco a poco cambie, porque a todos convendría, incluyendo a los furibundos críticos y a los inconformes que lamentan lo que este día –se quiera o no– ha sucedido.

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