Letras al Vuelo
Por: Aldo Báez
Siempre viajo a casa
A.B.
Existen varios tipos de viajeros; los que van de la mano de Demócrito y viajan con la maleta vacía para llenarla de imágenes, opiniones e historias y los que lo hacen junto a Epicuro desde su jardín recorren el mundo, sus imágenes, opiniones e historias; estos dos tipos de viajeros lo hacen por necesidad; dirán que hay algunos otros, los más, los que más que viajan, van a otras latitudes y quieren que lo sepamos; y los que lo hacen por otras razones, éstos simplemente no importan. Algunos dicen que los que carecen de imaginación tienen que viajar, sin embargo sabemos que es su inconsciente trashumante lo que los obliga… al final todos somos viajeros…
Viajar no para llegar sino por viajar, para llegar lo más tarde posible, para no llegar posiblemente nunca, dice Magris en su prefacio de Infinito viajar (Anagrama, 2008), viajar como tautología, el viaje nunca concluye, es el viaje mismo, es infinito. Viajar para siempre llegar a casa. Pues como se plantea en la literatura se viaja para volver: viajar es un círculo infinito. Lo único que vale es el viaje.
Desde 1963, en que este escritor triestino, decidió incursionar ¿o viajar? a través el imperio austrohúngaro y nunca más pudo salir de ahí -¿tal vez era su casa? Vuelve y vuelve, viaja por él, incursiona en sus costumbres, cultura, opiniones y comentarios tomados a pájaro de vuelo. Desde el Danubio en 1986, Magris vuelve a él — a sus gustos, placeres y obsesiones— constantemente, en pieza y recomienza sus aventuras sobre la cultura del centro de Europa: su obsesión, su pasión.
Desde Joseph Roth mirado desde las riberas del impresionante río hasta las más minuciosas o espectaculares conjeturas de la cultura judeo hebraica que en Lontano da dove (1999) o Kafka –al igual que a su coterráneo Roberto Calasso, los ha marcado intelectual y moralmente-, hasta Trieste. Un´identitá di frontiera o el Anillo de Clarisse, donde clarifica el rasgo nihilista de la literatura contemporánea. Su viaje por las letras de Middleeuropa es infinito pro podríamos pensarlo circular…
Magris retoma su gusto y su pasión en esta obra para enseñarnos que los viajes no solamente ilustran sino que además, a través de ojos extraños, pueden resultar aún más placenteros.
El viaje siempre conduce a casa, en una extraña pero paradoja cierta, que firmaría las grandes obras de la literatura universal desde la Odisea hasta don Quijote, desde Flaubert hasta Beckett y que Magris vuelve la tesis de su compila en estas crónicas ensayos que forman el volumen en comento. Para el autor nacido en 1939, su viajar es una peripecia, una aventura, una odisea donde a manera de Ulises usa las estratagemas más novedosas y eficaces en la convicción del lector. Su indagante y creativo espíritu se conjuntan en estas narraciones que a lo largo de casi un cuarto de siglo -1981 a 2004 y su prefacio de 2005- invitan a conocer su mirada, pensamiento y sentido crítico del mundo moderno. Su narrativa a caballo entre ensayar o crear universos está presente y cabalga por lo derroteros más inimaginables. No solo recorre los lugares, incursiona en ellos, los desnuda, los hace suyos, incluso los cuestiona a través de sus propia historia y cultura. En una frase, los viaja y los vuelve infinitos.
La literatura no solo son palabras, pues en letras de Magris congestiona desde Cervantes y sus viajes y anécdotas, hasta la extrañeza de las tierras orientales, trátese de China o Vietnam, este explorador siempre atento a su aguda e inteligente mirada nos descubre la historia que estamos viviendo –o de la que apenas nos estamos informando- como al lugar, donde para nuestra sorpresa, los turistas siempre serán bienvenidos, es decir, Irán. O la reconstrucción, separación, demolición del bloque socialista, al tocar su querida centroeuropa, nos comenta de una forma crítica y lúdica, las trasformaciones más desconcertantes de la República Checa, el entrevero de la ex Yugoslavia o la caída del muro de Berlín. La geografía intelectual del autor del borgiano Conjeturas del sable, se sumerge en laberintos espirituales y creativos de almas que circulan infatigables por las orillas del Danubio y sabe que esa aguas más que otra cosa trasladan las historias de la cultura europea, de sus trasformaciones, su encantos y desencantos, Magris en su viajar nos invita a otros viajes, que en el fondo el es un lector que busca lectores no tanto de él como de todos los autores que inundan las riberas y cauces del cultural Rio.
En fin, en medio de asertos y puntos de vista, algunos muy discutibles, nos enseña con aquel loco parisino que el viaje es para conocer nuestra geografía. O una sencilla verdad en el sentido que el verdadero escritor nunca representará a nada o a nadie, sin importar que su ideal sea el más noble y gratificante. Muchos escritores de la actualidad debieran aprender de él. O en su lugar, olvidar las letras y dedicarse a viajar...
