La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Este día hubo una marcha supuestamente universitaria.
Falso.
Fue la marcha de quienes tuvieron que guardar sus sueños guajiros —de sumarse al gabinete de Miguel Barbosa— luego del fallo del Tribunal Electoral.
Al triunfo de la revolución barbosista estaban por sumarse al Gabinetazo personajes de una alta intelectualidad.
O como diría Agustín Lara: “La crema de la intelectualidad”.
Francisco Vélez Pliego —cuyo único mérito es haber sido hermano del gran Alfonso Vélez Pliego —quería ser secretario general de Gobierno o de Infraestructura.
Cómo olvidarlo en tiempos de Mario Marín.
Fue su patrocinador y su beneficiario.
Todo se frustró cuando Lydia Cacho apareció en el escenario, aunque eso no le impidió a “Paco” solidarizarse con su amigo y benefactor.
Otro frustrado integrante: Norberto“Zurdito” Amaya, quien quería ser gobernador interino y luego secretario de Desarrollo Social.
Tiene la experiencia.
Beatriz Gutiérrez Müller algún día lo exhibió a él y a Rosa Marquez en un espléndido reportaje periodístico que reveló una trama de corrupción en la Sedesol federal en tiempos de Zedillo.
Amaya y Márquez eran “becarios” que se beneficiaban con recursos destinados al gasto social.
La señora Márquez —a quien Beatriz bautizó como la “Rosa Salvaje”— fue propuesta por su hijito David Méndez, ahijado de René Bejarano, como posible gobernadora interina.
(Cuando el nepotismo proviene de Morena no se llama nepotismo: se llama justicia poética).
Otros convocantes de la marcha soñaban también con integrarse al Gabinetazo: Eudoxio, Ortodoxio, Heterodoxio y Oxímoron Morales, grandes economistas que no saben sumar ni 2 más 2, y sobre los que hay señalamientos graves de acoso sexual a las alumnas.
Eudoxio iba a ser secretario de Finanzas del gobierno revolucionario, donde incorporaría a Ortodoxio, Heterodoxio y Oxímoron en “encargos” —así se llaman los “cargos” en la Cuarta Transformación— por demás modestos, pero republicanos, ubicados siempre en la “honrosa medianía”.
Porque, ya se sabe, nadie tendrá derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto.
Polo de Lara, otro intelectual destacado, estaría al frente de lo que algún día fue el SICOM, donde conduciría programas de radio patrocinados por “Fonda Rovirosa”, “Tendajón Lupita” y “Chalupas Don Gonza”.
Como coordinador de Notarías estaría el notario y ciudadano Valentín Meneses, “El Vale”, compadre de Mario Marín Torres, gran benefactor de la causa.
A la Secretaría de Salud iría el doctor German Sierra, quien, aunque veterinario, algo sabe de operaciones, agujas y sueros.
Otra viuda de Barbosa, la senadora Nancy de la Sierra, pediría licencia para ocupar la Secretaría de Desarrollo Social —en caso de que al “Zurdito” Amaya lo reacomodaran en la Secretaría de Seguridad Pública.
Gabriel Biestro dejaría el Congreso en manos de su compadre José Juan Espinosa —el Diputado del Amor— para irse a despachar como Jefe de la Oficina del Señor Gobernador.
Héctor Alonso, el Porno Diputado, pediría licencia para ir a la Contraloría.
Doña Delfina Leonor Vargas estaba palomeada para dirigir una nueva Secretaría: la de Alimentos Básicos y Módicos, en la que la especialidad serían los ricos tamalitos de rajas y verdes que tan bien le salen.
Fermín Alejandro García hubiera sido el director de Comunicación Social, teniendo como jefas de Prensa a dos reporteras que durante la campaña fungieron como porristas de Miguel Barbosa.
Jesús Manuel Hernández habría sido el secretario de Turismo si el maldito Tribunal Electoral no mete las patas.
Fernando Manzanilla pediría licencia en San Lázaro para ser, primero, el verdadero gobernador interino, y, luego, el fiscal general del estado, donde pondría en práctica sus teorías sobre la felicidad y el amor al prójimo.
Reporteros y reporteras de las agrupaciones de periodismo civil e independiente y critico —“Huarachito Venceremos” y “Payasito Vengaremos”— manejarían las redes sociales y el Coro de los Niños Cantores de Barbosa.
Dos reconocidas intelectuales —la ex perredista Socorro Quezada y la ex priista Laura Lilián García— habrían estado al frente, en ese orden, de la Secretaría de Cultura y Gritos Legislativos, y la Consejería Jurídica.
En fin…
Desgraciadamente este Gabinetazo no será posible por razones que el hipócrita lector conoce bien.
Aunque la duda mata: ¿qué tal si hubiera sido?
Política para Dummies
La última temporada de House of Cards es una basura porque desapareció Francis Underwood por presiones estúpidas de Netflix.
Las temporadas anteriores tenían lo suyo, pero jamás fueron un manual de política y negociación.
Inspirada en Coroliano y en Ricardo III, House of Cards nunca pudo traducir del todo el frase Shakespeareano.
Imposible.
Habría que ser Shakespeare para hacerlo.
House of Cards ha generado un daño letal en quienes pretenden hacer análisis político a partir de Underwood.
Y es que han vuelto fácil lo difícil.
Han hecho del discurso intelectual un discurso plagado de tópicos y tonterías.
House of Cards es, pues, política para dummies.
La trilogía de El Padrino, de Coppola, es veinte veces más elaborada e inteligente.
Hay más de Maquiavelo y Fouché en ésta que en la multicitada.
Pero nada suple los libros.
Ni modo.
Las series son como aquellos cursos por correspondencia en los que uno aprendía mecanografía o plomería o periodismo.
Es decir: aprendía nada.
Tratar de ver lo que está pasando en Puebla bajo esa óptica barata reduce la visión.
Leo columnas indignadas porque en este proceso haya prevalecido la negociación sobre la Justicia con mayúsculas.
Desde Juárez, la negociación ha tenido un lugar protagónico.
Y aún antes.
El propio Generalísimo Franco recurrió al mismísimo Juan Carlos I para negociar una transición en España.
¿Y qué decir de Adolfo Suárez y sus acuerdos con el propio Santiago Carrillo, del Partido Comunista Español?
El primero legalizó a este partido en aras de legitimar su reforma hacia la democracia.
¿Cómo lo logró?
En una reunión secreta realizada en la casa de un amigo del presidente de Gobierno.
¿Qué hicieron?
Negociaron durante cuatro o cinco horas.
¿Es malo negociar?
No.
Es la única ruta posible de la política.
Para negociar hay que tener capital político.
Sin éste es imposible.
Suárez, que era un maestro en las distancias cortas, lo sabía.
Negoció Felipe González hasta con sus adversarios.
¿Y qué decir de Pedro Sánchez?
Hizo acuerdos hasta con los indepentistas radicales de Esquerra Republicana.
El propio Juárez, tan amado y admirado por el presidente López Obrador, negoció con sus odiados conservadores y les dio altos cargos en su gobierno.
La política se trata de eso: de negociar.
Quienes se horrorizan por la negociación que tuvo como colofón el fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación pecan de ingenuos.
No hay justicia pura en ningún país del mundo.
Eso lo sabe hasta un puberto estudiante de Derecho.
Pero eso no es condenable.
Es la vida real.
Dejemos la ignorancia en los josejuanes del Congreso local.
Ellos, muchos de ellos, no pasaron por las aulas y no han leído un libro en su vida.
Pero quienes pretenden hacer análisis político no pueden actuar como ellos: a tontas y a ciegas.
Las locuras de Manolín
José Juan Espinosa, otro frustrado aspirante a la gubernatura interina, ahora quiere limpiar su culpa organizando una reunión con el mago de la percepción: Julio Scherer Ibarra, consejero jurídico del gobierno de López Obrador.
Fiel a su estilo, Manolín ya contrató un camión con tortas y frutsis para llevarle a los 22 diputados locales de Morena en aras de afinar una estrategia en contra de quien, jura, es el enemigo número 1 de Miguel Barbosa: Rodrigo Abdala.
Manolín —visitante asiduo del fraccionamiento El Hallazgo— jura que Abdala y el senador Alejandro Armenta eran quienes afilaban su artillería para quedarse con la candidatura a la gubernatura, una vez que la nulidad de la elección se diera, cosa que no sucedió.
Mentadas de madre y descalificaciones, dignas de Manolín, salieron después de la rueda de prensa de este lunes, donde acordaron que el enemigo a vencer es Abdala.
No lo quieren de Súper Delegado.
Ay, Manolín.