Fue un hombre de su siglo que entendió que la ciudad de Puebla estaba a la altura de las grandes capitales del mundo y sin complejos de inferioridad

Por: Javier Palou García

Hubo un hombre genial, irrepetible, en la Puebla de la segunda mitad del siglo XX. Venía de fuera y se hizo más poblano que nadie. Reimaginó la ciudad, sus instituciones culturales y su vida cotidiana. Era un visionario, uno de esos que no pasan cada diez o quince años. Un hombre de su siglo que entendió que Puebla estaba a la altura de las grandes capitales del mundo y sin complejos de inferioridad, luchó porque en la vida cotidiana de sus habitantes, todos vivieran en esa pléyade cultural, en esa Atenas mexicana que el pensaba posible.

Pedro Ángel Palou Pérez fue desde joven miembro del Seminario de Cultura Mexicana, lo trajo a Puebla, pero también representó a su estado en muchas reuniones nacionales. Este reconocimiento es, póstumamente, algo que él hubiese atesorado al mismo nivel que recibir internacionalmente las Palmas Académicas del gobierno francés.  Mi padre nunca pensó en los reconocimientos, sino en las instituciones y su papel en el desarrollo cultural de su estado. De su Puebla.

​Por eso después de participar con Víctor Sandoval en el renacimiento de la cultura de provincia, fundó la Casa de Cultura que hoy lleva su nombre. Esa casona de la 5 oriente 5 (que alguna vez fue sede de gobierno, allá en la época de Vicente Lombardo Toledano) debió ser una empresa complicada, una especie de pesadilla burocrática, recuerdo aún que abierto el inmueble a su actual uso de cualquier forma había oficinas de otra dependencia que la vida cultural seguramente fue desplazando para bien, como en su momento se unirían el viejo edificio de Talleres de iniciación artística y el Museo Erasto Cortés. El sueño de una manzana cultural, con el actual Palacio Federal y el antiguo edificio del Tribunal de Justicia puede no estar lejano si un gobernador visionario sigue soñando en que la cultura de Puebla es no solo su pasado sino su vigoroso futuro. La presidenta municipal lo tiene claro, y vamos a pedirle al Gobierno Federal, dicho inmueble para crear ahí, la biblioteca municipal y el museo de la ciudad. 

En su cineteca –y cineclub-, Luis Buñuel, generaciones enteras vivieron su aprendizaje del séptimo arte. De Fellini a Kurosawa, de Tarkowsky a Wajda pasando por Ripsten, Jaime Humberto Hermosillo o, Los caifanes, de Ibáñez con guión de Carlos Fuentes.

Un día se instaló el taller literario del INBA a cargo de Miguel Donoso Pareja y luego David Ojeda. Ellos enseñaron en realidad el rigor a dos generaciones de escritores poblanos. La generación de los llamados Cronopios (Eladio Villagrán, Luis Neve, Juan Tovar) y la nueva generación del taller de Donoso convivían en el café de la Casa de Cultura, en dicho café aprendí a preparar capuchinos, no sin antes quemarme en innumerables ocasiones. En esta casona que ha albergado tantas cosas pasaron José Emilio Pacheco, Gabriel García Márquez, Carlos Martínez Moreno.

​La Casa de la Cultura, representó y representa el lugar de aprendizaje y madurez de muchos artistas le debe su vida a Pedro Ángel Palou Pérez. Ahora lleva su nombre. Hoy aquí refrendamos a un año de la muerte de mi padre, su legado. No por nostálgicos, lo que no le gustaba, sino por el futuro de Puebla, su casa verdadera. Solo pensando en el futuro podemos honrarlo de verdad. Vida eterna a la Puebla que él amo, y a Pedro Ángel Palou Pérez, su gran promotor. Lo mencioné en el  discurso del año pasado; por el bien de Puebla, tenemos que hacer que regrese la actividad y la alegría a esa Casa de Cultura.

Es por ello que me atrevo a mencionarles hoy, lo que mismo de hace un año, en el Congreso del Estado, como bien dijo el poeta oaxaqueño Andrés Henestrosa; los hombres no se mueren hasta que los olvidamos, por ello, una vez más, ante sus amigos, los invito a nunca olvidarlo éste 11 de enero era una fecha ideal para que el Congreso terminara de poner su nombre en los muros del recinto, era el momento ideal para que el Cabildo retomara la iniciativa que quedó en comisión para que un parque, o una calle lleven su nombre. No fue así y si lo pienso detalladamente, recuerdo las palabras de Melquiades Morales cuando se enteró de su fallecimiento: las nuevas generaciones no saben lo que acaba de perder Puebla. Efectivamente, tan no lo saben que hoy, están más preocupados por su interés personal, que por el interés colectivo, hoy mi padre se sentiría avergonzado de su Puebla, ante los lamentables hechos que vivimos, no han sido capaces de estar a la altura, se han mostrado muy limitados, la clase política ha dejado de lado lo que tanto dicen y aseguran defender:  Puebla y los poblanos. 

Y aunque sigan existiendo personas que aseguran que no les interesa la política, debo decirles, que todos, absolutamente todos, tenemos responsabilidades políticas, y que siempre es necesario cumplirlas.

Meditemos cuáles son las responsabilidades políticas de cada uno de nosotros y no les tengamos miedo.

Si algo permitió a mi padre construir la fortaleza cultural que no han podido derribar, además de la perseverancia, el amor, el convencimiento y la terquedad, fue el diálogo permanente, el abrazar a todas las ideologías, reunirse y acordar por Puebla, no por intereses mezquinos, individuales, si algo hay que reconocerle es la humildad con la que vivió toda su vida. esa enorme virtud de la que hoy estamos tan necesitados.

Puebla se merece mucho más.

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