Gerardo González cuenta con 31 años de experiencia como entrenador de esta disciplina; en entrevista comparte cómo su guía no se concentra sólo en el tatami.
Por: Diego Diego
El deporte, en la etapa de la adolescencia y principios del joven adulto, no sólo se limita al desarrollo de habilidades físicas, también involucra la formación humana de la persona. La labor de un maestro en este proceso es esencial, la orientación será la clave para conformación del proyecto de vida del futuro ente de la sociedad.
En entrevista para 24 Horas Puebla, el entrenador Gerardo González Vega, dos veces galardonado con el Premio Estatal del Deporte, comparte su experiencia en la formación de jóvenes poblanos en el taekwondo, los cambios generacionales que ha enfrentado con sus alumnos y el plan que, a futuro, espera consolidar en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) para mantenerse dentro de los primeros puestos de la disciplina a nivel nacional.
Los entrenamientos del maestro Gerardo inician a primera hora del día; en un salón de espejos de Arena BUAP dedica dos horas de ejercicio a sus pupilos. Su labor va más allá de enseñarles cómo dar una patada, el principal objetivo es aportar en la formación humana de los próximos egresados.
La primera etapa
La carrera de Gerardo González en el taekwondo comenzó en 1985. Al principio lo desarrolló como una actividad recreativa, dos años después, tras conseguir su cinta negra, descubrió que este deporte formaría parte del resto su vida y tendría un compromiso con los nuevos atletas.
“Siempre llega a cruzar por la cabeza (dejar la práctica), para un pensamiento negativo siempre tiene que haber un pensamiento positivo más fuerte. No es evitando los pensamientos negativos, sino reforzando los positivos como se puede conseguir la determinación para llegar”, expone.
Como peleador, la experiencia del profesor González no resultó ser la esperada. Desde su primer combate, recuerda, el “miedo a no saber” hizo cambiar su perspectiva de las artes marciales y lo impulsó a desarrollar un nuevo sistema de enseñanza en el arte de las patadas.
“Espantoso. Llegas con poca preparación y te avientas al ruedo con más ganas que pericia, no sabes qué hacer. Fue complejo por el viaje, fue en Ciudad de México la inscripción, para llegar y en solo una pelea, en un round, solo tirar una patada”, relata de su primera pelea.
Sus habilidades en tatami de taekwondo lo llevaron en 1993 a representar a nuestro país en una competencia internacional en España, donde se midió ante el español Gabriel Esparza, medallista olímpico en Sidney 2000.
El camino a enseñar
Los objetivos del taekwondoín, desde entonces fueron muy claros, “aprender cómo se hacía para después transmitirlo”, diseñar un modelo que se adaptara a los futuros competidores pero no sólo eso, también formarlos para el resto de su vida.
“Me gustaba (competir) pero la intención era aprender cómo se hacía para después transmitirlo, ese siempre fue el objetivo. Me hubiese gustado llegar a la selección nacional, pero no tenía los recursos físicos, técnicos, estratégicos, materiales ni humanos suficientes, lo único que tenía eran ganas”, comenta.
Dentro de la filosofía de González Vega siempre estuvo presente el hacer las cosas diferente. Diferente en el sentido de transmitir su experiencia profesional a sus alumnos y dejarles en claro que no sólo con “ganas” se puede destacar; “se necesita trabajo, disciplina y constancia”, dice.
La experiencia de más de 30 años como instructor le ha permitido observar de cerca el cambio de actitud y de pensamiento generacional. Aplicando un método distinto a cada grupo de principiantes, el maestro Gerardo se enfrenta contra la nueva visión de los jóvenes.
“Nos encontramos con gente a quien no le llega ‘el agua al tinaco’, y nos encontramos gente capaz, inteligente, preparada, con visión, que sabe qué quiere de la vida. Jugar en ese espectro tan amplio es complejo, lo único que tienen en común es la edad cronológica, eso representa un reto”, comparte.
Antes de comenzar los entrenamientos, el profesor Gerardo dicta sus reglas, la primordial: principio de autoridad. Los alumnos deben tener en claro la jerarquía dentro del tatami, seguir instrucciones y tener claros sus objetivos.
Esto no es un entrenamiento deportivo, es un proceso formativo, afirma Gerardo. El objetivo al terminar su carrera universitaria es que los jóvenes se preparen para afrontar la vida adulta aplicando los conceptos de determinación, constancia y disciplina.
“Lo que trato es que ellos (mis alumnos) entiendan que esto es parte de su patrimonio. Lo fueron educando, lo desarrollaron y ahora que terminan su proceso deportivo, lo proyecten en su vida diaria. A esos valores tenemos que darles una intención”, expone.
La cosecha
En 2017 fue convocado por el maestro Eduardo Martínez, fundador del taekwondo en Puebla, para desarrollar un proyecto en la BUAP; la meta, cambiar la identidad del equipo y ubicarlo en los primeros lugares de la disciplina a nivel nacional.
En el proceso de evaluación a los universitarios, notó que las fallas en el grupo era la delimitación de objetivos, la mayoría tenía potencial pero su desempeño táctico no era el adecuado, así emprendió el nuevo reto.
“Lo primero que se hizo fue plantear las reglas para generar el compromiso. Ellos respondieron muy bien al compromiso. Obviamente ya estaban detectadas las fallas físicas, técnicas, tácticas, psicológicas, así comenzamos a trabajar”, comenta de la etapa inicial.
Los resultados comenzaron a llegar de inmediato. En su primer año logró que cinco representantes clasificaran a la Universiada Nacional, uno de ellos consiguió llegar al medallero; mientras que en la etapa regional obtuvo dos medallas –oro y plata- con la participación de ocho alumnos.
“Ha sido muy satisfactorio. En dos años le cambiamos la cara a la BUAP, cuando nosotros entramos la universidad era el último equipo de taekwondo en resultados, en organización, en todo; en un año logramos ser campeones estatales”, refiere.
La “cereza en el pastel” en ese año –2018– llegó con una Mención Honorífica del Premio Estatal del Deporte por los resultados obtenidos en los Juegos Panamericanos Universitarios además de la Universiada; fue la segunda ocasión que recibió este galardón que ya había sido suyo en 2001.
“Fue motivante, el saber que alguien se fija en lo que estás haciendo, alimenta al ‘niño interno’, la confianza que la institución tiene en ‘uno’ motiva, pero desde entonces ando preocupado porque ahora nos vamos a enfrentar a una realidad diferente, compleja, esperemos que eso permee en el apoyo a los chicos”, reconoce.
Tras estos resultados, la BUAP se posicionó entre las mejores diez instituciones de educación superior en taekwondo. El reto ahora, además de buscar un boleto a la Universiada Mundial de Nápoles, es el desarrollo formativo de una cantera.
“Si nosotros no podemos reclutar, tenemos que crearlos nosotros. ¿Desde dónde comienza el proceso? Desde los cursos infantiles, desde ahí enseñas a los niños el deporte, los empiezas a formar. Luego llegarán a nuestras escuelas de iniciación, formar una selección competitiva, infantil; esos chicos van a caer a nuestras preparatorias y más tarde a nuestras universidades”, detalla sobre su plan.
