El luchador del CMLL platicó sobre sus inicios en los encordados, su debut en el templo mayor de la lucha libre, cómo se ha mantenido dentro de los “consentidos” de la afición y lo que significó un duelo de máscara contra máscara en el aniversario de la Arena Puebla.

Por: Diego Diego

La lucha libre en México es el momento cuando los niños tienen contacto con “héroes” de carne y hueso que luchan contra las “fuerzas del mal”. Detrás del deporte espectáculo, la gente que ha dedicado su vida al arte del pancracio se juega la vida arriba de un ring, sin saber cómo saldrá tras una caída.

En entrevista para 24 Horas Puebla, Stigma, luchador profesional del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL), platicó sobre sus inicios en los encordados, su debut en el templo mayor de la lucha libre la Arena México, cómo se ha mantenido dentro de los “consentidos” de la afición y lo que significó un duelo de máscara contra máscara en el aniversario de la Arena Puebla.

Justo a la mitad de estudiar la carrera en Fisioterapia, Stigma decidió darle un giro de 180 grados a su proyecto de vida y alcanzar un sueño: ser luchador. La euforia y adrenalina que sintió la primera vez sobre un cuadrilátero no la cambia por nada, aún después de casi 10 años de carrera continúa trabajando para consolidarse como uno de los mejores gladiadores poblanos de todos los tiempos.

“El nombre de Stigma nació por el amor a la lucha libre, y porque tenía que buscar un nombre corto para que la gente me identificara rápidamente (...) En la religión católica, los estigmas son las marcas del cuerpo y, relacionado con la lucha libre, yo quiero dejar marca dentro del pancracio.”, explicó.

El deportista de alto rendimiento creció rodeado en el ambiente de la lucha libre, parte de su familia también practicó este deporte. Canek, El Perro Aguayo, Los Villanos, Los Brazos y Atlantis fueron algunas de las súper estrellas en las que se inspiró durante su infancia.

Ejercer la lucha como una profesión no fue la “idea” que sus padres tenían para su futuro: ellos lo querían ver terminando una licenciatura; sin embargo, la decisión fue respaldada y puesta en marcha a partir del año 2010.

“No querían que me dedicara a la lucha libre, querían un título profesional, la satisfacción como papás de un hijo con una carrera. Decidí pedir un tiempo en la universidad para realizarme, ver la posibilidad de debutar como luchador, al final no fue un año, ya son 10 años en este deporte y afortunadamente con trabajo”, comentó.

 

ARRANQUE SORPRESIVO

El debut como profesional llegó de sorpresa: en una función de exhibición, durante una fiesta universitaria. Unas mallas improvisadas, botas y con máscara fue la indumentaria que utilizó por primera vez en un cuadrilátero. Los nervios se apoderaron del joven novato pero el momento había que aprovecharlo.

“Hasta la fecha sigo sintiendo el nervio antes de subir a luchar, pero es un nervio que va mezclado con la adrenalina de salir a dar lo mejor en el cuadrilátero, de agradarle al público, que te abuchean, que te ovacionen, que coreen tu nombre, es una experiencia que solamente sientes siendo luchador”, describió el enmascarado.

La Arena Puebla es y ha sido la casa que lo formó como luchador profesional. Bajo la tutela de Black Tiger y El Tarahumara, el gladiador terminó por definir su personalidad y las llaves que los caracterizarían arriba de los encordados. Su familia profesional siempre perteneció al bando rudo, fue por eso que cambió de esquina por la técnica.

“Me inicié en la Arena Puebla con el profesor Black Tiger y El Tarahumara (qepd). Cuando me solicitaron en Ciudad de México, estuve con el profesor Franco Colombo, uno de los visores de la Arena México. Entrar a la Arena México costó más, fue de ‘picar piedra’, agarrar poco trabajo, pero es parte de la madurez que uno tiene como  luchador”, acotó el esteta.

Tras debutar en Puebla como luchador “local”, en 2011 se presentó la oportunidad de entrenar en Ciudad de México. Fue hasta marzo del siguiente año cuando los maestros del Consejo Mundial dieron al poblano la gran ilusión de pisar el templo sagrado de la lucha libre, la México Catedral, en el torneo “Sangre Nueva”.

“El sueño de todo luchador profesional es la Arena México. Quien no ha pisado la México no se le puede llamar luchador. Estar en la catedral de la lucha libre, ante el monstruo de mil cabezas, es una emoción muy padre; estar en esa arena impone, (es) una satisfacción muy padre”, agregó.

 

EN LA CIMA

El momento de consolidación para Stigma llegó en 2013 en una lucha de apuestas contra el rudo experimentado Espíritu Maligno. La victoria de esa noche en el aniversario de la Arena Puebla significó un parteaguas para después no sólo ser programado semanalmente en Puebla, sino también en México y Guadalajara, incluso, realizar una gira en Japón en 2015.

“(Espíritu) es uno de los luchadores estandarte de la Arena Puebla, sabía que si me enfrentaba a él y perdía mi carrera se iba a direccionar a un lugar desconocido. Jamás pensé que la afición me iba a responder como lo hizo esa noche”, recordó el luchador.

Stigma es un gladiador completo; a pesar de su 1.63 metros de estatura siempre ha dado pelea y nunca ha abandonado una batalla frente a luchadores que lo superan hasta por 20 centímetros. Los retos que vengan en el futuro los espera y, quizá, pronto obtener un campeonato o sumar la tercera máscara en su vitrina.