Vianey García desde la tribuna legislativa lanzó una consigna feminista, que proclama la muerte al patriarcado, en medio de una discusión por una reforma a la Ley Orgánica del Poder Legislativo, la cual plantea la paridad de género.
Por: Mario Galeana
Había que verlos. Tan heridos, tan profundamente humillados sólo porque una diputada, Vianey García, se atrevió a repetir desde la tribuna legislativa una consigna feminista que proclama la muerte al patriarcado.
Estaban ahí, uno junto al otro: dos machos heridos sentados codo a codo en la Mesa Directiva del Congreso, arredrados por una frase tan simple y tan cargada de significado como muer-te-al-pa-triar-ca-do.
Vianey García lo dijo en el contexto de la discusión por una reforma a la Ley Orgánica del Poder Legislativo en la que se plantea que todas las comisiones y comités del Congreso deben integrarse bajo el principio de paridad, una propuesta presentada por Rocío García Olmedo.
Y ahí estaban ellos, tan indignados y tan dolidos que no tardó mucho en que uno se fajara las mangas para subir a tribuna. Era Héctor Alonso, vicepresidente de la Mesa.
—¿Por qué tenemos que tolerar un ambiente en donde todo sea feminista? Ojo con la supremacía feminista, que tampoco es por ahí. Vamos a la igualdad, a la equidad. Está muy bien. Pero tampoco que denigren la calidad de hombre, ¡no todos somos machistas, no todos somos golpeadores!
El pobre hombre se deshacía en reclamos y súplicas, mientras en una sección de las galerías del Pleno un grupo de feministas viraban los ojos y reían con lástima.
Animado por su antecesor, subió a tribuna el macho herido número dos. José Juan Espinosa se acercó al micrófono y habló lenta, delicadamente.
—Lamento mucho irnos a los extremos y usar esta tribuna para hablar de muerte. No comparto ese clamor de decir ‘Muera el patriarcado’. Hay patriarcados que hay que respetar, como el de la Iglesia católica. Tampoco queremos matriarcados. Porque así como existe la misoginia existe la misandria, que es el odio y la persecución del varón por el simple hecho de ser varón.
(Una acotación para el lector: Espinosa es un tipo que enfrenta un proceso por violencia política de género al referirse de manera despectiva y pública a la vida sexual de una representante del PRI, en el contexto del litigio poselectoral del año pasado. Se cierra acotación.)
Espinosa siguió implorando porque “no caigamos en esos radicalismos” y dijo que había que empezar un ejercicio entre iguales, un ejercicio como:
—Ser capaces de ir a hacer el súper como lo hacen muy bien las mujeres, y muchos de aquí lo hacemos.
Y miró hacia el Pleno, convencido de que alguien gritaría: “¡Bravo, sabe hacer el súper!”. Pero no: un tosido seco respondió a su discurso.
Macho uno y macho dos volvieron a la Mesa Directiva. Y, en la votación, la reforma se aprobó por 39 votos a favor y una abstención. Muera el patriarcado, con perdón de aquellos dos.
EL DESTAPE DE LOS MOCHES
No fue la última vez que Espinosa y Alonso tomaron la tribuna del Congreso local para armar un frente común. Más tarde, durante la sesión ordinaria de ayer, acusaron al presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política, Gabriel Biestro, de utilizar los recursos del Poder Legislativo a su antojo.
La discusión inició cuando Biestro presentó una modificación para que la Contraloría Interna del Congreso pase a ser un Órgano de Control capaz de sancionar a diputados y trabajadores del Congreso por igual, una propuesta que Espinosa equiparó con la Santa Inquisición.
Todas las cañerías de la Cuarta Transformación explotaron en el Pleno. Espinosa insinuó que los diputados —sin importar el partido político— se han convertido en un bloque oficialista al gobierno que, a cambio, ha visto recompensada su docilidad con la contratación de sus familiares o amigos en distintas secretarías.
Alonso acusó que el reparto de utilidades y recursos entre los diputados locales se realiza a discreción y siempre en beneficio de todos los aquellos afines al grupo de Biestro que, ensombrecido, hundía la cara sobre su curul convertida en pupitre.
Había que estar ahí para oír las risas del auditorio distribuido en las galerías, regocijados porque la función de la Cuarta Transformación apenas comienza. /MARIO GALEANA
