Garganta Profunda
Por: Arturo Luna Silva / @ALunaSilva
Tras la demostración de músculo, discurso, capacidad de convocatoria y organización de su equipo, que el domingo protagonizó el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia en Puebla (Morena-PT-PVEM), Luis Miguel Barbosa Huerta, aunado a los números que ‒en este momento‒ lo ponen con una ventaja de casi 40 puntos, la elección pareciera ya consumada y las campañas solamente podrían arrojar expectativa sobre quién quedará en segundo lugar: si el priista-marinista Alberto Jiménez Merino o el abanderado de la alianza que encabeza el PAN, Enrique Cárdenas Sánchez. El pleito es por esa posición y entre ellos dos, quienes delataron casi irrelevancia incluso entre los simpatizantes y militantes de sus respectivos institutos.
Rostros que aparecían reiteradamente antes en los mítines priistas y panistas se dejaron ver en el Centro Expositor de la capital poblana.
Hoy están con Luis Miguel Barbosa.
(Se habla lo mismo, por ejemplo, de la panista Denisse Ortiz, cuñada de Eduardo Rivera Pérez, y la priista Vanessa Barahona, pieza de otro nuevo barbosista: Juan Carlos Lastiri).
La cifra de asistentes al arranque de campaña de Barbosa fue significativa.
Una que no se veía desde los tiempos de esplendor del priismo, hace ya décadas.
Para hacer la analogía.
Mientras el acto de arranque de campaña de Barbosa tuvo precisión y también exceso de oradores, más de una decena, en los otros campamentos el panorama fue casi desolador.
De pena ajena en el caso de Enrique Cárdenas, abandonado por el dirigente panista Marko Cortés, quien tuvo cosas más importantes que venir a apoyar a su candidato.
Me decía alguien que estuvo en el recinto de la zona de Los Fuertes, en el arranque del morenista, algo que puede escucharse imprudente, pero que tiene su dosis de realidad: “Barbosa los va a hacer pomada”.
El ex senador de la República convocó a la nomenclatura de Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en pleno, salvo la ausencia del coordinador de los senadores, Ricardo Monreal Ávila, quien mantiene su pleito con la dirigente nacional, Yeidckol Polevnsky Gurwitz.
Ella, quien estuvo notablemente contenta.
En cambio, en las otras trincheras, el priista Alberto Jiménez Merino fue incapaz de convocar a su dirigente nacional, Claudia Ruiz Massieu, quien envió representante.
Eso, a pesar de que hace días, con mucho orgullo, se anunció que ella lo acompañaría en su arranque formal en la junta auxiliar de San Andrés Azumiatla.
En la plaza principal, en una canchita de basquetbol, el ex rector de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh) convocó, según algunas crónicas, a no más de mil personas, entre ellos el rehabilitado en pleno Mario Marín, el Góber precioso.
Igual ocurrió con el abanderado de los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC), Enrique Cárdenas Sánchez.
Ninguna personalidad de las que solemos llamar “nacionales” lo acompañó.
Tampoco ningún morenovallista apareció.
En el Zócalo, en el pasillo que está entre la Catedral y la plancha principal, el ex rector de la Universidad de las Américas Puebla (Udlap) hizo el ridículo.
Su soledad fue evidente.
También la sensación de asistir a un funeral en lugar de un mitin.
Unos pocos entusiastas lo acompañaron.
Esos elementos debieran ser muy preocupantes, lo mismo en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que en el war room de Cárdenas.
Las cifras que se hayan propuesto alcanzar, seguramente están en riesgo.
Además, debiera analizarse que, al no ser una elección concurrente, hay que ajustarlas a la baja entre 20% y 22%.
La lógica aritmética es simple: cualquier expectativa en puntos que se tenga, resultará más baja, por la escasa participación que seguramente vendrá, al ser solamente una elección de gobernador y, encima,
extraordinaria.
En 2018, la participación de los poblanos en las urnas llegó a la histórica cifra de 67.2% de la Lista Nominal.
Claro, se elegía además Presidente de la República y el entusiasmo que generó Andrés Manuel López Obrador explica ese número.
Sin embargo, en 2016, cuando solamente se eligió gobernador, a las urnas llegó apenas 44.6% de los poblanos en posibilidad de votar.
La diferencia entre los dos procesos es de 22.6%.
De ahí la necesidad de los ajustes.
Cualquiera que sea el escenario respecto de la participación, lo cierto es que, en este momento, luego del domingo, pareciera que solamente hay una disputa real en el actual proceso extraordinario y esa es por el segundo lugar.
La verdadera Batalla de Puebla es entre dos: Cárdenas contra Jiménez Merino.
Salvo un milagro o una tragedia, el primer sitio parece inexorablemente definido.
Luis Miguel Barbosa incluso en su discurso perfiló cómo será su gobierno y dónde estarán los cambios.
Una reingeniería institucional.
Excepto para pedir campañas de altura, el morenista ni se acordó de sus adversarios, ni internos ni los que enfrentará en la boleta.
Sin ser catastrofistas, ni Jiménez Merino ni Cárdenas son en realidad adversarios de Barbosa.
La carrera es entre ellos.
La competencia es por la medalla, si así se le puede llamar, de plata.
Hagan sus apuestas.