Por: Mario Galeana

Hay quien se pregunta a cuántos más soportará el arca de Miguel Barbosa: cuántos más librarán el diluvio.

Cada día un ex priista, un ex panista, un ex-cualquier-otra-cosa hace público su respaldo al candidato de la coalición Juntos Haremos Historia. Ayer, por ejemplo, aparecieron al menos cuatro rostros nuevos.

Dos de ellos, Hugo Alejo y María del Carmen Saavedra, los diputados que renunciaron al PAN hace poco para declararse legisladores sin partido, fueron abrumadoramente abucheados por la noche en un mitin realizado en la Plaza Cívica de Teziutlán, un evento que capituló una intensa jornada de campaña de Barbosa en este enclave de la Sierra Nororiental.

Por la mañana, una conferencia de prensa con medios de la región; por la tarde, una reunión con mujeres y, ya entrada la noche —una noche de bruma, de luces opacas bajo la neblina y la brisa—, el mitin.

Barbosa vio sombríamente aquella larga rechifla hacia Alejo, quien trataba de hablar entre aquel plomizo, rotundo, imperturbable abucheo.

—¡Aquí estoy con la cara en alto! —gritaba entre la algazara.

Después de él hablaría Saavedra, pero apenas fue anunciado su turno, aquella homogénea muchedumbre de tres mil personas respondió en ídem estallido. Saavedra se quedó quieta y, tímida, agitó las manos para decir que no, que allí estaba bien.

Aunque no hablaron, las otras dos adhesiones a la campaña de Barbosa fueron el empresario Leodegario Pozos, ex aspirante a candidato independiente, y el ex diputado federal priista Víctor Díaz Palacios, un operador político de largo aliento que mantenía amistad con Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle —lo que le era criticado en su antiguo partido— y que, a cada oportunidad, presume que nunca ha sido candidato por la vía plurinominal.

Cuando fue su turno, Barbosa arengó su eslogan de campaña: reconciliación para la paz, reconciliación para el bienestar.

—¡Quiero ser factor de unidad! Por eso vamos a abrir las puertas, por eso vamos a abrir los brazos. Yo tengo la madurez para distinguir el oportunismo político, para distinguir quién viene a trabajar y quién no. Y todos los que estamos acá, venimos a trabajar, a trabajar juntos.

Esta es —supone el cronista— la intención de cada gira: conocer el pulso del estado. Los rencores o los miedos más terribles de los pobladores. Porque antes del abucheo, otra mujer tomó el micrófono para decir que su esposo había sido asesinado tiempo atrás y que, hasta ahora, no había paradero de los asesinos. Barbosa la miró consternado y, más tarde, la atrajo ante sí y le susurró algo al oído.

Junto a él estaba María del Rosario Orozco, su esposa, quien se perfila como pilar imperturbable de esta campaña.

—A lo mejor la gente va a votar más por ella que por mí —bromeó Barbosa en el mitin, y ella respondió dándole un leve manotazo en el brazo—. Pero les prometo que si quiere ser candidata, ¡me divorcio!

En ese contexto, Barbosa anunció que propondrá una reforma a la Ley Orgánica Municipal para que en los ayuntamientos del estado se formen las Regidurías Sustantivas de Género, una propuesta que va aparejada a su intención de crear una secretaría estatal con esa labor.