En mítines por separado, y ante habitantes de Quecholac y Palmar de Bravo, el candidato por Juntos Haremos Historia propuso erradicar el nombre de la zona y transformarlo en “triángulo virtuoso, zona fértil y tierra bendita por Dios”.
Por: Mario Galeana
No era un nombre preciso, porque no se trataba sólo de tres municipios. Era más bien un nombre incendiario, pegajoso. Un nombre que remitía a la época dorada del trasiego de mariguana en México, al Triángulo Dorado.
La región se asemejaba más a un cinturón de robo de combustible, una franja integrada por 21 municipios en los que cada día se detectaba una nueva toma clandestina a los ductos de Pemex.
Pero el nombre del triángulo rojo incendió con la misma rapidez con la que se inflamaría el rastro de un chorro de gasolina al que de pronto se le deja caer un fósforo.
Triángulo rojo. Una idea fue construyéndose a partir de esas dos palabras. Y, desde entonces, nacer en aquella región del estado es estar —de una forma u otra— ligado al huachicol. Aunque no se esté —de ninguna forma u otra— ligado al huachicol.
¿Puede anularse aquel mote? ¿Podrá olvidarse, algún día, la carga del significado de aquellas dos palabras? A saber. Pero en tanto, Miguel Barbosa quiere erradicarlas. No es metáfora. Lo repite dos veces en ídem número de mítines convocados en las plazas públicas de Quecholac y Palmar de Bravo, al mediodía y por la tarde del miércoles 1 de mayo.
“Que ese nombre del triángulo rojo logremos erradicarlo del lenguaje de buena fe de Puebla. Triángulo virtuoso. Zona fértil. Tierra bendita por Dios”, arenga en Quecholac.
“Hay que desterrar de las referencias noticiosas, de los informes, de cualquier circunstancia, esa frase oprobiosa del triángulo rojo para determinar que sea el triángulo de la virtud, o del trabajo y del progreso. Esta tierra virtuosa, esta tierra bendita por Dios y esta gente bendita por Dios”, repite después en Palmar de Bravo.
Por lo demás —y resulta casi sorprendente—, Barbosa omite hacer cualquier referencia sobre el huachicol. A lo largo de 30 días de campaña ha dicho que el robo de combustible trajo, a su vez, la diversificación del delito: que los huachicoleros de ayer son los secuestradores, los sicarios o los extorsionadores de hoy.
Pero aquí, en dos de los enclaves geográficos del huachicol, nada. Acaso delinea sólo una acción para revertir el crimen: la revitalización del campo.
“Queremos ver esta región nuevamente verde: verde de hortalizas, de campos; queremos ranchos verdes y seguros, y queremos que la gente regrese a esas actividades productivas. Yo soy un hombre de carne y hueso; puedo hablar con quien sea, me puedo sentar con quien sea y a pactar el desarrollo de cualquier región”, dice desde Quecholac.

En ese evento tiene a su lado otra referencia del triángulo rojo: a Alejandro Fuentes Martínez, presidente de ese municipio y anfitrión del mitin. A Fuentes Martínez se le relaciona con Antonio Fuentes Martínez, más conocido como El Toñín, uno de los líderes del robo de combustible en el estado.
Los apellidos idénticos han vinculado al alcalde como hermano del criminal, aunque el primero se haya deslindado una y otra vez del segundo.
Ya en Palmar de Bravo, a Barbosa lo acompañan los alcaldes de Esperanza, Felipe Ángeles, Tecamachalco, Yehualtepec y Ciudad Serdán.
“Yo ya no le digo candidato, yo ya le digo señor gobernador”, se sincera Vicente Martínez, alcalde de Palmar.
Hay música de banda, una multitud uniformada entre playeras blancas y banderitas rojas, hay un calor que sofoca y una lona de plástico que sofoca aún más y hay un candidato al que ya no llaman candidato.
Una canción anuncia el fin del mitin: “La reconciliación ya llegó / en dos minutos Barbosa será gobernador”. / Mario Galeana
