Ante integrantes del Consejo Universitario de la máxima casa de estudios de Puebla, el candidato se comprometió a que la institución jamás tendrá déficit económico durante su administración.

Por: Mario Galeana

Miguel Barbosa Huerta delineó su gobierno ante el Consejo Universitario de la BUAP. No su propuesta, sino su gobierno en sí. Porque no habló como candidato. Habló con el aplomo y la certeza del triunfo que, según él, le otorgan las encuestas en las que supera por 30 puntos a su más cercano —o menos lejano— contendiente.

—Tenemos que sentarnos a dialogar inmediatamente después del 2 de junio —dijo al rector Alfonso Esparza Ortiz, que lo miraba reflexivo—. No nos vamos a reunir después del 2 de agosto, sino después del 2 de junio. Porque yo voy a ser gobernador. Estoy 30 puntos arriba. He trabajado mucho.

En su larga intervención, dejó prendida una promesa que le valió un alud de aplausos entre los 175 consejeros: el compromiso de que la BUAP nunca tendrá un déficit económico durante su gobierno.

“A la BUAP nunca le habrán de faltar recursos. Nunca habrá déficit para la BUAP (…) El 85% del presupuesto anual de la universidad se va en nómina. ¿Cuánto queda para proyectos de investigación y ampliación? Muy poco. Por eso debemos hacer esa reunión inmediatamente”, insistió el abanderado por la coalición Juntos Haremos Historia.

Barbosa había pasado casi un mes sin mencionar directamente al matrimonio Moreno Valle-Alonso Hidalgo. Ayer rompió ese silencio dos veces: al arranque de su discurso, cuando recordó que el 2 de junio habrá elecciones extraordinarias a causa de la muerte de Martha Erika Alonso; y casi al final, mientras explicaba el escenario político que lo empujó, hace un año, a ser candidato a la gubernatura por Morena.

“Andrés Manuel López Obrador me quería para un fin específico —dijo ante el auditorio colmado de silencio—: para venir a enfrentar al difunto, que en paz descanse, Rafael Moreno Valle. Y que lo haría sin vacilar, sin echarme para atrás, sin bajarle la mirada. Y así lo hice”.

El parangón con el proceso electoral de 2018 era inevitable. Sobre todo porque Barbosa era el único de los candidatos que acudía al Salón Barroco del Edificio Carolino por segundo año consecutivo.

Frente a su primera participación, Barbosa no hizo grandes modificaciones a su propuesta de gobierno, salvo que ayer evitó deslizar la posibilidad de que se eliminen los exámenes de admisión de la BUAP, como propuso el año pasado.

A su discurso sobrevino una ronda de preguntas del portavoz del Consejo Universitario, José Aurelio Cruz de los Ángeles, académico de la Facultad de Administración. Cuando fue cuestionado sobre los robos que se cometen en inmediaciones del plantel, el candidato lanzó una propuesta que podría considerarse polémica para los férreos defensores de la autonomía universitaria: la instalación de módulos de la policía dentro de la universidad.

“No es para afectar su autonomía; es para garantizarles seguridad. Además de la instalación de botones de emergencia que prevengan o alerten cuando estén ocurriendo estos hechos. Hay que meter mano para que esto no se siga descomponiendo”, dijo.

El auditorio quedó callado. Y Barbosa aprovechó ese silencio: “Aplausos, por favor”. Esparza deslizó una sonrisa tenue y el resto del auditorio estalló en franca carcajada. Y claro, en aplausos.

Hace un año, Barbosa ya había hablado de la autonomía universitaria y de la dudosa posibilidad de que esta garantía permita el ingreso de las fuerzas del orden.

Pero, en un año, el estrepitoso reacomodo político ha llevado a Barbosa a una cómoda posición de candidato puntero al que se le permite no sólo proponer la instalación de módulos policiacos en una universidad pública y autónoma, sino bromear acerca de ello.

Quizá, también, porque la BUAP ha sido, desde hace 50 años, un histórico bastión de la izquierda. Y porque Barbosa ha sido, desde hace casi 20 años, un militante histórico de la izquierda. Aquella relación de soltura y comodidad entre universidad y candidato era notoria.

Así, Barbosa pasó de la seguridad pública al fomento a la economía, y del fomento a la ciencia, y de la ciencia a las políticas contra la violencia de género.

“Tenemos que hacer la reforma integral que dé efectos a la igualdad transversal de género”, insistía, delineando su gobierno. “Sí creen en eso, ¿verdad? No veo que los universitarios tengan una formación machista... y si la tienen, la van a tener que cambiar”.


 

El cansancio de Cárdenas a menos de un mes de la elección

En la conferencia de prensa que dio junto con otros panistas, Enrique Cárdenas mostró más interés por su celular, por lo que Héctor Larios tuvo que entrarle al quite con los señalamientos. DANIEL CASAS

El aspirante común por el PAN-PRD-MC se nota fastidiado e incluso distraído al encabezar una conferencia de medios pero poniendo más atención a su celular que a los reporteros que lo cuestionan sobre la guerra sucia contra su contrincante y puntero en las encuestas Miguel Barbosa.

Por: Guadalupe Juárez

Enrique Cárdenas luce cansado y hastiado. Conversa con la dirigente estatal del PAN Genoveva Huerta y el secretario General del partido a nivel nacional Héctor Larios en una mesa al fondo de un café en el Centro Histórico de la capital poblana. Mueve la cabeza de un lado a otro y mantiene una mueca de desagrado hasta que sonríe para las cámaras.

Son 8:30 de la mañana del lunes, el día 38 de su campaña a gobernador y al sentarse frente a la mesa, ante la cámara y micrófonos, dirige su mirada a su celular, donde la mantiene fija mientras ofrece una conferencia de prensa al lado de los panistas.

Se ha levantado con los números de encuestas en su contra y con las acusaciones de guerra sucia sobre los hombros.

—Candidato, preguntarle cuál es su opinión de lo que dice Yeidckol Polevnsky sobre que está usted resentido por no haber conseguido la candidatura—, pregunta un reportero.

—Mi corazón no guarda ningún tipo de rencores—, se limita a responder para volver a hundir la mirada en su celular.

La lluvia de preguntas se mantiene, pero las respuestas de Cárdenas son cortas y sin mayor peso, por lo que es el secretario General del partido Héctor Larios quien se lleva los reflectores al atajar cada uno de los señalamientos.

EL TROPIEZO CON LA BUAP

Su presentación ante el Consejo Universitario de la BUAP, horas después, tampoco le es de ayuda. Su participación ha sido opaca y se ha limitado a repetir lo que señaló en la Udlap, UPAEP y la Ibero. Su comodidad y seguridad en los otros escenarios de estudiantes también se han desvanecido.

La única oportunidad de llevarse aplausos —como lo ha logrado Luis Miguel Barbosa Huerta una hora antes— se ahoga cuando le preguntan cuál sería la medida que implementaría para aumentar el presupuesto de la máxima casa de estudios.

El candidato común por Acción Nacional, Partido de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano responde que seguiría de la misma manera, aunque se encargaría de apoyar los proyectos de los estudiantes para que se conviertan en ingresos de la universidad.

“Eso, el presupuesto de la universidad, la idea es que siga funcionando como va, que encontremos esquemas de mayor compenetración entre el gobierno y la universidad para que tenga facilidad para generar ingresos, que la tecnología se puede comercializar, que mucho de lo que genera la universidad se pueda convertir en ingresos adicionales, además del presupuesto que otorga el estado”, dice. Hay un largo silencio. Luego un “gracias, candidato”.

LOS ROCES CON LA PRENSA

Su relación con los reporteros que cubren sus actividades tambalea. La primera pregunta en una entrevista en las instalaciones de la BUAP tras salir del Consejo Universitario, provoca que frunza el ceño.

Que nombren a Barbosa Huerta le ocasiona que quiera terminar la entrevista de tajo.

El cuestionamiento de una reportera que le señala que no ha dado ninguna propuesta diferente a la de su participación con universidades privadas o planteamientos concretos de cómo apoyaría a los universitarios, muestran el rostro de otro Cárdenas.

—Los jóvenes universitarios son los más privilegiados de todos, ellos tienen la capacidad de salir adelante, lo que requieren es un apoyo para poder convertir sus ideales, sus sueños, en empresas concretas (…) y sobre todo a las mujeres, eso sí, la fuerza en el estado está en las mujeres, a la hora que les demos chance…

—Pero, ¿cómo lograrlo?

—Tú siendo mujer, ¿me preguntas? Pero si son bien inteligentes.

—Usted es el candidato.

—Bueno, yo te estoy diciendo, ustedes son las más inteligentes.


 

Jiménez Merino, una voz que tropieza a ratos

El priista cae en lugares comunes que sus contrincantes tocaron minutos antes: promete cámaras de vigilancia fuera de los campus universitarios, mejorar el esquema de vigilancia en los alrededores, aunque omite explicar cómo lo hará.
FOTOS: JAFET MOZ

Es una tonalidad imprecisa, nerviosa, insegura, que se corrige por momentos, guarda silencios largos, y en instantes se oye agobiada.

Una voz que se interrumpe a ratos por sus tropiezos recorre el Salón Barroco del Edificio Carolino de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).

Es la del candidato a gobernador Alberto Jiménez Merino, quien busca en los universitarios dar a conocer al Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Es una voz imprecisa, nerviosa, insegura, que se corrige por momentos, guarda silencios largos, y en instantes se oye cansada, agobiada.

Esa voz recorre los rincones de un salón con espacios vacíos de quienes huyeron al saber que quien toma la palabra está cobijado por las siglas del PRI.

Tal vez lo triste de su voz sea por cargar con el peso de un PRI desprestigiado desde la elección del año pasado, cuando perdieron más de lo esperado en todos los frentes.

Su voz se oye cansada, quizá, por cargar con los más de 30 y 15 puntos de ventaja que le llevan sus contrincantes, Luis Miguel Barbosa Huerta y Enrique Cárdenas Sánchez, en cada encuesta que se realiza día con día, y sin atisbos de que la tendencia se revierta, pero que se niega a reconocer diciendo que “la verdadera encuesta será la del 2 de junio”.

El nerviosismo en Jiménez Merino se da frente a un Consejo Universitario de la BUAP que, como lo hizo minutos antes con los candidatos de Morena y PAN, espera una verdadera respuesta a la inseguridad de la que son víctimas los estudiantes de la máxima casa de estudios del estado.

En repetidas ocasiones, el priista cae en lugares comunes que sus contrincantes tocaron minutos antes: promete cámaras de vigilancia fuera de los campus universitarios, mejorar el esquema de vigilancia en los alrededores, aunque omite explicar cómo lo hará.

Trata de ganar la empatía de los alumnos y directivos de la universidad, asegura que garantizará un mejor presupuesto para ellos, pero otra vez su voz trastabilla cuando le preguntan de cuánto sería el apoyo a la BUAP en caso de necesitar recursos extraordinarios, si habrá impulso para desarrollar la ampliación de la universidad al interior del estado, a lo que el priista sólo atina a responder con un “apoyo total” a lo que le pidan.

Trata de esquivar su tropiezo con promesas para los votantes jóvenes, a quienes les asegura un apoyo bimestral de mil pesos para tener acceso a Internet, pero al ser cuestionado sobre cómo lo hará posible recuerda que «lo está analizando”.

El cansancio en la mirada y voz de Alberto Jiménez se nota con el paso de los minutos, pues apresura sus respuestas a cada pregunta y así acabarlas en promedio en tres o cuatro minutos.

Pese a que todos los candidatos gozaban de una bolsa de tiempo de una hora para conversar con los universitarios, Jiménez Merino decide poner fin al diálogo 15 minutos antes.

El candidato tricolor sale de la reunión a sabiendas de que aún le queda un encuentro con sus adversarios a la gubernatura.

Ante un Enrique Cárdenas que le guarda respeto, y un Miguel Barbosa que, lejos de reservar la holgada distancia, deja el mensaje de que lo aplastará.