Garganta Profunda
Por: Arturo Luna Silva / @ALunaSilva
La víspera, en un periódico editado en Ciudad de México, Enrique Cárdenas Sánchez mandó a publicar un desplegado para denunciar que Puebla vive una elección de Estado.
Evidentemente el candidato del PAN-PRD-MC desconoce por completo lo que es una elección de Estado.
Puebla ha vivido elecciones de ese tipo, sin duda, pero no en 2019.
Las hubo bajo los gobiernos del PRI y del PAN, y no una: varias veces, y ante los ojos de todo mundo, y con total y absoluta
impunidad.
La burócrata a cargo del PAN, Genoveva Huerta, pudo haberle explicado lo que es una elección de Estado antes de hacer el enésimo ridículo.
Ella fue cómplice de algunas y sabe perfectamente lo que es una elección de Estado, operada desde las entrañas del poder.
De ese poder que aplasta, que arrolla, que obtiene lo que quiere cuando y como lo desea, sin escrúpulos, sin detenerse ante nada ni nadie.
El lamento del impoluto “ciudadano” Cárdenas, al final de las campañas, más bien luce como su última patada de
ahogado.
La justificación por adelantado de una derrota inminente de quien fue una vergüenza como candidato, el principal culpable de una de las peores campañas que se recuerden –y vaya que ha habido muchas verdaderamente malas–.
Durante las campañas que el miércoles acabaron, no hubo una sola encuesta que lo pusiera como ganador, ni una sola.
Ni siquiera para efectos propagandísticos y mediáticos.
No alcanzaron los más de 32 millones de pesos que dijeron haber gastado para contratar un estudio que lo diera como ganador.
En todas las encuestas que se hicieron públicas hasta el miércoles, el candidato de Juntos Haremos Historia, Luis Miguel Barbosa, apareció como puntero, con amplias ventajas sobre sus rivales.
De hecho, hoy el gran misterio no es saber quién va a ganar el domingo, sino por cuántos votos lo hará el abanderado de Morena-PT-PVEM.
Por lo demás, la de Puebla ha sido la elección más vigilada de la historia.
Sin exagerar.
No sólo está –y ha estado y seguirá estando– a cargo del INE, organismo electoral por completo ajeno a las pugnas de poder e intereses locales.
Por todo lo sucedido en el proceso de 2018 y su trágico desenlace, el propio presidente Andrés Manuel López Obrador la ha monitoreado día a día; en público y en privado, él ha dicho que Puebla forzosamente debe ser un ejemplo a nivel nacional de que sí es posible tener elecciones limpias en México.
Y los gobiernos, tanto federal y estatal como los municipales, han entendido el mensaje y actuado en consecuencia.
Saben lo que está en juego y lo que se están jugando.
No es casual, por eso, que más de 50 agentes del Ministerio Público Federal, adscritos a la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), estén desplegados a lo largo y ancho del estado desde hace varias semanas supervisando milimétricamente el proceso.
¿Elección de Estado?
¡¿En serio?!
¿Están escuchando lo que están diciendo?
No saben de lo que hablan.
Enrique Cárdenas sabe que va a perder, sabe que el milagro no sucederá, sabe que se dirige al mayor fracaso de su vida, sabe que a partir del 2 de junio se quedará solo y su sombra –después de todo la derrota es huérfana–, y desde ahora busca amarrarse el dedo.
O peor: empezar a pavimentar el camino para, tras la derrota, judicializar –oootra vez– el resultado de la elección ante los tribunales locales y federales.
Un auténtico y patético atentado a un estado que ya sufrió lo indecible, en términos sociales, políticos y económicos, por el conflicto poselectoral del año pasado.
Y todo porque, además de pésimo candidato, y de cuestionable “ciudadano”, Enrique Cárdenas no, no sabe perder.