Garganta Profunda
Por: Arturo Luna Silva / @ALunaSilva
Más de uno salió con cara de felicidad del encuentro que este miércoles sostuvo el virtual gobernador electo de Puebla, Luis Miguel Barbosa, con los representantes y titulares del Poder Judicial del estado. Si no se firmó una tregua, hubo mucho de eso y el mensaje mesurado y conciliador del ganador de la elección del domingo hace suponer que al menos al inicio del nuevo gobierno no habrá guerra entre poderes, o no al menos como la hemos visto al arranque de otras gestiones cuando varias cabezas rodaron violentamente por los suelos sin misericordia alguna.
Miguel Barbosa ofreció una relación republicana con el Tribunal Superior de Justicia, habló de la necesidad de contar con un sistema de pesos y contrapesos, e incluso pidió a los miembros del TSJ y del Consejo de la Judicatura le propongan una reforma legislativa en materia de justicia, uno de los graves problemas estructurales del estado.
Barbosa fue amable pero nunca obsequioso; como lo ha hecho con otros factores de poder en estos días, hizo política, extendió su mano y será decisión de cada quien tomarla o dejarla extendida.
Para nadie es un secreto que el presidente del Poder Judicial, Héctor Sánchez Sánchez, no sólo no pertenece al grupo político del próximo gobernador, sino que ha cometido errores, de forma y fondo, en su relación con el barbosismo, aun sabiendo que este grupo se disponía a tomar el poder en Puebla.
Hace unas semanas, a finales de abril, hubo fuertes trascendidos sobre comportamientos cuestionables de Sánchez; a través de un desplegado público se habló de actos de corrupción y otras prácticas ilegales. Eso se leyó como el inicio de una escalada para empezar a tomar el control del único poder donde Morena no tiene –o tenía– dominio.
Héctor Sánchez fue copartícipe de un hecho que se ha leído como agravio en el entorno de Miguel Barbosa: la toma de protesta de la extinta gobernadora Martha Erika Alonso ante los integrantes del Poder Judicial, no ante los del Poder Legislativo, en el marco del conflicto poselectoral de 2018.
El 4 de junio, un día después del triunfo de Barbosa, el ex gobernador Tony Gali –a cuyo grupo pertenece Héctor Sánchez– subió un tuit felicitando al virtual gobernador electo; el gesto no pasó desapercibido y antecedió a la reunión del miércoles con el candidato de Morena-PT-PVEM, encabezada precisamente por quien tenía las horas contadas como titular del Poder Judicial, a donde llegó precisamente gracias a Gali Fayad.
Si forma es fondo, el encuentro de Barbosa con Héctor Sánchez y el resto de integrantes del TSJ no significa que el próximo gobernador no vaya a tomar decisiones al respecto; en todo caso debe interpretarse que la transición será tersa, ya no como se planteaba: “a empujones”, haciéndose uso de las facultades metaconstitucionales del Ejecutivo, con el esperado saldo de muertos y heridos políticos.
Barbosa dijo dos cosas que deben subrayarse: señaló que no será él quien imponga sobre el Poder Judicial y que se acabó el sometimiento del Ejecutivo sobre los otros poderes.
“Ninguna villanía más desde el Estado, porque luego desde el poder se quiere perseguir a personas por asuntos de orden político”, dijo, y más de uno respiró aliviado, aunque ni Héctor Sánchez ni otros deben confiarse: el poder es el poder, y se hizo para poder.
Quien será el sucesor de Héctor Sánchez en el TSJ ya lo sabe, pero llegará a su tiempo y cuidándose las formas porque como les dijo Miguel Barbosa: se acabaron las villanías.