Garganta Profunda
Por: Arturo Luna Silva / @ALunaSilva
Tres minutos tardó en traicionar José Juan Espinosa a Miguel Barbosa aquella noche de aquel sábado eterno en el que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) falló a favor de la extinta Martha Erika Alonso en la guerra por la gubernatura.
Tres minutos para desdecirse de los gritos a la mamá de Martha Erika: “¡Fraude, fraude”, que escupió en su cara aquel día en el que la gobernadora occisa acudió al Instituto Electoral del Estado (IEE) para recibir, acompañada de su familia, la constancia de mayoría que la acreditaba como gobernadora electa.
Tres minutos para borrar –o intentar borrar– los resabios de escenas dantescas y abominables como las observadas aquella tarde en el hotel M&M, cuando trepado en una reja, totalmente descompuesto y fuera de sí, poseído por sus propios demonios, clamaba por sangre para hacer pagar a quien sabe quiénes quien sabe cuáles gravísimos delitos:
Tres minutos para enviar primero a Rafael Moreno Valle, y luego –ante el silencio– a Martha Erika, un mensaje ofreciendo “borrón y cuenta nueva” y prácticamente pidiendo perdón por los agravios ocasionados a lo largo de tantos meses.
Tres minutos, tiempo suficiente para clavar el puñal a Miguel Barbosa, a quien el camaleónico, y saltimbanqui diputado, suponía derrotado y no sólo eso: humillado, deprimido y caído definitivamente en desgracia.
Tres minutos para saltar del barco e intentar subirse al siguiente, creyendo que nadie se daría cuenta del súbito cambio de chaqueta.
(A la postre, José Juan Espinosa quedaría, en los hechos, como el perro de las dos tortas: Moreno Valle y Martha Erika nunca le respondieron –la muerte los sorprendería aquel 24 de diciembre de 2018– y el barbosismo conocería en su momento, con pelos y señales, todos los detalles de la enésima felonía de quien sigue creyéndose el más listo de la clase).
Fuimos varios los que alcanzamos a ver, de una u otra forma, esos mensajes vía WhatsApp, prueba de la perfidia, en su modo más desleal y de maldad extrema.
El jueves de la semana pasada, uno de ellos, el diputado Emilio Maurer lo recordó así a través de su cuenta de Twitter:
Esa semana, la semana de Miguel Barbosa tras su triunfo del domingo 2 de junio, se concretó lo que desde hace tiempo se venía cocinando: la vergonzosa –pero impostergable– destitución de José Juan Espinosa como presidente de la Mesa Directiva del Congreso del estado, desde la cual nunca dejó de gritar, ofender, humillar, denostar y sobreactuar, sobre todo sobreactuar, sembrando no pocos odios y rencores en sus compañeros diputados, quienes por unanimidad lo tumbaron de tan anhelada posición dándole incluso la espalda –en sentido literal–.
Desde ese momento, nuevamente fuera de sí, totalmente descompuesto, poseso de sus propios demonios internos, José Juan Espinosa no ha dejado de lanzar desafíos, especialmente uno y contra dos gobernadores: el interino y el virtual electo.
La eterna y esquizofrénica locura de las mil y una noches cayendo, nueva y abruptamente, sobre un escenario construido a base de verdades a medias y mentiras completas, como si la fórmula siguiera siendo eficaz o hubiera todavía clientes dispuestos a comprar cuentas de vidrio creyendo que son lingotes de oro.
Hasta hoy no se conoce a nadie que políticamente haya salido políticamente ileso de un exabrupto de esa naturaleza; no al menos en Puebla.
Y menos cuando las huellas de la traición están ahí, a tan sólo tres minutos de distancia.