La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora / @RomansanchezZ
Todos salían con la mirada al piso, ese cuarto de hospital… era lo más frio que habían
pisado en el mundo y en su tiempo.
―Te vas a poner bien ―todos decían y se marchaban.
Algunos llevaron flores de papel… osos de peluche, un adorno… y se marchaban…
El abuelo no entendía qué había salido mal, se preguntaba una y otra vez afuera de ese
cuarto de hospital; se sentaba en un pequeño banco que a veces hacía a un lado para
sentarse en el piso; al lado derecho había una planta que tenía 469 hojas, todas habían
sido contadas varias veces por el abuelo.
Recordaba ese último diálogo.
―De esta ya no salgo, ni saldremos… sólo uno de los dos seguirá en el camino.
―Ahora si me ha dado miedo seguir sólo, sin ti.
―¡Auxilio!… sáquenlo de ese pozo… ―fue lo que escucharon los vecinos que se
acercaron a ver.
El abuelo se desvaneció y despertó fuera de ese pozo.
Miguel, con sus últimas fuerzas, lo había empujado hacia afuera.
La tierra los había cubierto, gritaron… nadie los escuchaba… trataron de salir entre todo
el peso y la necesidad de salir, el agua se había hecho lodo, no había fuerzas… era salir
uno y sacar al otro, pero el abuelo, al sentir lo duro del piso y por la edad, se desmayó.
―Él necesita vivir, él es el joven, yo sólo soy un viejo ―se decía una y otra vez…
¿Pero quién decide? No es sólo una balanza, no sólo es un ser que espera y hasta hace
negociaciones con los vivos para tomar a una persona u otra… las decisiones se tomaron
dentro del pozo y el más fuerte decidió…
―¿Pero qué estabas pensado? ¿Por qué a él… no te das cuenta… ahora qué cuentas
entregaremos al mundo? ―dijo su esposa al verlo sentado afuera de ese cuarto… y se
marchó, ya no volvió más… se hundió en un llanto que conmovía al sólo verle. La abuela
no deseaba ver a nadie. Dijo que no volvería porque le daba miedo lo peor; en realidad se
había marchado para espantar a la cuacuanas de la higuera, y que las lechuzas no se
posaran en la ventana de su nieto; la tradición dice que estos pájaros llaman a la muerte.
―Hace frio… ¿qué horas son?
-¿Y qué importa? Aquí no hay tiempo… aquí ya no hay nada.
―¿Pero quién eres tú?.
―Ya no importa quién sea… lo importante es ver a dónde vamos.
Miguel, sintió que cayó en un hoyo profundo… lleno de ansias trató de sostenerse de
algo, y despertó… estaba sudando, no le dolía el cuerpo, sólo le dolía muy fuerte la
cabeza y no podía respirar.
―Eres un héroe, salvaste al abuelo.
―Él si es un héroe, yo no… sólo hice lo que me enseñó, y en ese momento yo ni podría
salir, pues mi pierna estaba atada con el lazo y por más que jalé la pierna no podía salir y
por lo menos uno de los dos se debía salvar.
―Sí, nos dimos cuenta al sacarte, tuvimos que usar una navaja para cortar el nudo desde
arriba y con ese mismo lazo te sacamos… estaba muy bien amarrada y como pasó por tu
cintura al querer salir, fue más fácil; lo malo es que hubiera pasado por tu cuello, no
habríamos podido tener el tiempo… te estabas ahogando allí dentro, entre el calor y el
aire negro, allí nadie sobrevive ―dijo su tío, quien le veía y sonreía al verlo en esa
oportunidad de salvar su vida.
“En esos instantes crees observar la vida, tu vida, tus posibles vidas…
“Te viene a la cabeza la sonrisa de los amores…
“La sonrisa de los amigos…
“El llanto de los que se van…
“La esperanza de lo posible… pero también el sollozo de lo que es imposible…
“El tiempo se detiene y el verde se vuelve más verde, el azul del cielo es más intenso, el
aire comienza a ser más puro y hasta huele a rosas… la mano amiga que se acerca a
tocar tu frente es más suave que la seda misma… todo hace falta cuando la muerte se
posa ante ti…
“La muerte, un concepto aceptado, personalizado, lleno de mitos que nadie es capaz de
contradecir, pues el mismo miedo, metido desde niño, lo hace uno de los seres más
inatacables, un estado del alma, del ánimo, más respetados, estudiados dentro de un
entorno social que no le permite movilidad en la ciencia, atada siempre la muerte al yugo
de la religión, la cual la tiene esclavizada más allá del dominio de las estructuras sociales
y económicas por siglos…
“Podría caer un país, hundir toda una región, pero la muerte jamás debe ser tocada por
algún profano, por algún incauto, menos aún por algún irreverente, la muerte entonces es
el vestigio que queda de la época del obscurantismo que goza de seguidores y nadie,
desde Sócrates, se atreve a meditar sobre ella, pues nadie ha vuelto para decir lo que hay
en esos espacios lejanos…
“Los que se dicen que han vuelto interpretan esos escenarios de acuerdo a sus entornos
y a sus miedos más pueriles… todo queda en un sueño… en un instante que genera
ideas y las vuelve leyes e instituciones inatacables por el miedo a ese mas allá… por lo
cual inventa lo que tenga que inventar para reconfortar su alma, su idea…su entorno… y
entonces la sonrisa vuelve…”.
Miguel escuchó una voz conocida que le hizo voltear, pero no identificaba su cara, el
contraste de luz y la ventana no le hacía distinguir, pero sabía que lo conocía… lo sentía
muy cercano.
―¿Qué dijo el médico?
―Salió muy preocupado… dijo que esperáramos.
―El abuelo seguro está preocupado―
No duerme, no come… ya no puede llorar, han sido varios días.
―¿Qué pasará conmigo?
―Seguirás viviendo.
―¿Y cómo lo sabes?
―Pues únicamente vine a verte, pensé que te quedarías conmigo, pero no es así… hoy,
tendrás que regresar ―y ese hombre se fue desvaneciendo, cerró los ojos para
distinguirlo bien y el fantasma desapareció…
El abuelo abrió los ojos al sentir una mano en su hombro, levantó la mirada, cogió su
sombrero…
―Ha vuelto… ha reaccionado… de esas cosas que yo mismo no podría explicar ―le dijo
el médico.
El abuelo se levantó… miró por la ventana…
―Tu padre estaría orgulloso de ti… un día lo tuve en mis manos, al nacer, al caminar y un
día me avisaron que un camión los había alcanzado… desde ese día te quise como si
fueras él, no era una deuda, pues no tengo alguna con el mundo… pero siempre vi sus
ojos en ti… yo creo que en estos días le ofrecí mil veces el alma al diablo y varias a Dios,
y no sé ahora a quién debo el favor… jajaja ―vieron al abuelo hablando solo y nadie se
atrevió a interrumpir.
La abuela ya no volvió… se puso a organizar las recámaras para cuando volvieran los
peregrinos, como le decía a su esposo y a su nieto…
―Abuelo, lo vi, y hasta charlé con él… dentro de mis miedos y mi soledad lo vi… dice que
está bien y que sigamos en paz, aunque está lejos nunca nos olvida.
El abuelo abrazó a Miguel.
―Nuestro linaje sin duda es de grandes hombres. Descansa, que mañana regresamos a
casa y en unas semanas terminaremos ese pozo, ni él ni nadie nos ha de vencer.
Los dos rieron y jamás volvieron a hablar del tema… del gran Miguel, el caballerango y
gran jinete…
―Hijo, siempre me harás falta ―dijo el abuelo y se dispuso a llamar a la familia para que
fueran por ellos, la pesadilla por fin se ahogaba en la luz del nuevo día…
EPÍLOGO
El pozo en pocos días quedó terminado, los miedos allí quedaron y plantó el abuelo una
cruz en uno de los postes, para que los demonios se alejaran y nunca faltara el agua
porque quizá ellos, decían algunos en el pueblo, tomaban agua de ese venero, después
de sus maldades en la noche, en la tierra de los vivos…
Alguien dijo una vez que vio a esas almas impuras caminar cerca del pozo, y al ver los
amuletos se alejaron espantadas; parece que eran de esa misma religión que había
ascendido esos objetos a luces sagradas…