Los educadores llevan su labor más allá de aula con contenidos que abonen en la transformación del espacio de sus alumnos.
Por: Cintia Fernández Vázquez
Soy educadora desde hace más de 20 años y si te imaginas que a lo que me dedico es a cuidar pequeños, consolarlos cuando están tristes o enojados, cantarles canciones divertidas, elaborar material didáctico con tijeras, Pritt y botellitas recicladas, estás un poco en lo cierto, pues me ha tocado como parte de mi trabajo hacer todo esto.
Pero también hago otras cosas como optimizar recursos para el aprendizaje, orientar a instituciones y profesores en la gestión e implementación de programas formativos, diseñar y evaluar planes de estudio y una gran diversidad de actividades más.
Por ejemplo, un hacer que se me ha encomendado como experta en educación es promover el cambio de paradigmas y estimular la innovación en escuelas y universidades. Los educadores nos dedicamos a formar individuos, pero también transformamos a las instituciones, a las comunidades y a los espacios de convivencia en donde aprenden estos individuos. La primera pregunta que me hago antes de comprometerme a colaborar en un proceso de innovación es ¿Para qué se busca impulsar un cambio?, me interesan aquellos proyectos que tienen como horizonte la solución de los problemas más urgentes de la humanidad. Me sumo con entusiasmo a iniciativas que sean gotitas del gran océano en el que navegan las utopías.
La innovación educativa, de algún modo, tiene que contribuir a combatir el cambio climático, la inseguridad alimentaria, las crisis de refugiados, la pérdida de biodiversidad, la dependencia de los combustibles fósiles, la inestabilidad financiera, la violencia de género, la inseguridad, el atropello a los derechos humanos universales, la pobreza y la inequidad.
Pero, por qué la educación tendría que hacerse cargo de contribuir con la solución de tales problemáticas si la economía ha sido la fuerza motriz de todas estas crisis. Desde mi punto de vista la respuesta es sencilla, la economía es un sistema que hemos creado y como creación colectiva, también puede ser reformulado para atender nuestras necesidades.
La transición que la humanidad hoy requiere pasa por los conceptos de ecosistema, país, institución, equipo y llegará siempre hasta el individuo. Las personas y sus maneras de organizarse son las que nos llevarán a lograr nuevas creaciones colectivas que favorezcan la sana convivencia entre todas las formas de vida de nuestro planeta, aunque ello amenace a la acumulación de capital de aquel famoso 1%.
De este modo los esfuerzos hacia la innovación en los espacios de aprendizaje formales –que siguen siendo los que mayor influencia tienen en la formación de los sujetos y en el desarrollo de sus hábitos de convivencia a gran escala– tendrían que orientarse a fortalecer narrativas alternativas que nos lleven de la impotencia ante los nefastos efectos del sistema económico actual, al empoderamiento colectivo que parte de la convicción de que tenemos la oportunidad de reconstruirnos, desaprender lo aprendido y buscar soluciones distintas a los problemas de siempre.
Una transición sistémica de esta magnitud requiere de una transformación radical de los planes de estudio y de las estrategias para facilitar el aprendizaje. Si tú, como padre de familia, buscas una educación para tus hijos que sea innovadora en los términos que acabo de describir. O sí eres un adulto que busca desarrollar habilidades que contribuyan a heredar a las siguientes generaciones la esperanza de una Tierra que albergue una sociedad más responsable y justa; entonces elige y exige una escuela, universidad o centro de capacitación que te ofrezca programas con las características que describo en los siguientes párrafos.
Busca oportunidades formativas en las que los planes de estudio no estén centrados solamente en reproducir contenidos fragmentados en materias que no establecen relación unas con otras, ni con los problemas de la sociedad, la ciudad y el barrio.
Busca instituciones en las que los directivos y profesores faciliten la vinculación con líderes de empresas, gobierno, organizaciones de la sociedad civil y otros sectores productivos que ya estén conversando acerca de su responsabilidad en la construcción de una economía alternativa.
Busca escuelas y universidades que integren en su actividad cotidiana oportunidades de formación para madres y padres de familia y para todos los miembros de la comunidad, sin importar su género o condición social.
Busca entornos para aprender en los que se señale tu contribución como individuo a la generación o solución de los problemas, que te inviten a tomar conciencia de lo que tú, como miembro de la sociedad, puedes hacer para transformar el mundo.
Busca formar parte de una comunidad educativa que contribuya a que asumas un compromiso profundo con tu desarrollo humano como punto de partida para el desarrollo de competencias profesionales, técnicas o académicas.
Es muy cierto que los educadores consolamos, procuramos el crecimiento integral de los más vulnerables, acompañamos, nos divertimos, pero también innovamos y los que buscamos la formación de individuos que edifiquen el planeta tierra que cada ser humano merece, contribuimos con proyectos que hoy te están invitando a sumarte, con todo tu valor humano e inteligencia, pues tenemos claro que los verdaderos cambios se hacen en comunión.
