Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río
Faltan menos de seis meses para las elecciones primarias en Iowa, consideradas el pitazo de la carrera presidencial en Estados Unidos.
Desde 1992, ningún ocupante de la Casa Blanca ha perdido su reelección. O lo que es lo mismo, tres presidentes estadunidenses consecutivos han ganado un segundo cuatrienio en las urnas, algo que no sucedía desde los tiempos de la fundación del país (entre 1801 y 1825, los presidentes Jefferson, Madison y Monroe gobernaron ocho años cada uno).
La pregunta que se hace todo observador de la política de EU es si Donald Trump logrará reelegirse. Los comicios presidenciales de noviembre del año entrante no sólo importan en aquel país, sino también en el mundo entero, por las consecuencias que pueden tener sobre el escenario internacional. Hay suficientes elementos para decir que, más allá de las fronteras de EU, las cosas pueden ser radicalmente distintas con o sin él.
Leyendo a los expertos en la prensa estadunidense, es muy difícil hacer pronósticos. En un mismo día uno puede encontrar a dos comentaristas avezados que argumentan, cada uno por su lado, por qué el republicano ganará o perderá la elección.
Haciendo a un lado las pasiones que provoca el personaje, está claro que el Presidente de EU está haciendo todo lo que puede por mantenerse en la Casa Blanca, en tanto que la oposición demócrata está haciendo… lo mismo.
Trump ha salido airoso de un intento de destitución en su contra y ha logrado mantener sus niveles de aprobación en un rango que le permite pensar en la reelección. Desde enero del año pasado a la fecha, la evaluación de su gestión ha conseguido aumentar en diez puntos en sondeos que se basan en entrevistas telefónicas.
La economía también parece estar del lado de sus aspiraciones, pese a la desaceleración que experimenta buena parte del mundo, incluido Estados Unidos. En su pronóstico más reciente, la Reserva Federal augura un crecimiento de 2.3% en 2019, seguido de uno de 2% en 2020 y de 1.8% en 2021.
Por supuesto, hay una serie de imponderables que pudiesen oscurecer ese panorama, como condiciones del tiempo extremas y consecuencias adversas de la guerra comercial con China, pero si el comportamiento de la economía no cambia radicalmente, el votante estadunidense seguramente no se sentirá inclinado por la alternancia.
En cambio, la oposición ha sido víctima de su ambición por desbancar a Trump, un Presidente que era percibido como vulnerable a la mitad del cuatrienio. En 2012, no hubo más de 10 republicanos interesados en contender contra Barack Obama, que iba por la reelección; en cambio, ahora hay unos 20 demócratas que buscan la candidatura, quienes han protagonizado una recia competencia interna, incluso antes de que lleguen los tiempos electorales.
Una clara víctima del aceleramiento de los opositores ha sido el exvicepresidente Joe Biden, quien encabeza el pelotón.
Pese a ser el único aspirante presidencial con posibilidades serias de derrotar a Trump el año entrante, Biden ha sido vilipendiado por muchos de sus compañeros y, en días recientes, ha cometido una serie de traspiés que incluso han hecho dudar de sus facultades para ocupar la Presidencia.
El sábado, de visita en Iowa –un estado que todo precandidato busca recorrer intensivamente, por ser el primero en celebrar elecciones primarias–, Biden cometió una equivocación al decir que se había reunido, en su condición de vicepresidente, con víctimas del tiroteo de la escuela preparatoria de Parkland, cuando esa masacre ocurrió más de un año después de que él había dejado el cargo.
Las aspiraciones de Biden parecen heridas de muerte. Y a menos de que los demócratas logren consolidar una candidatura centrista fuerte, Trump se enfrentará en poco más de un año con un o una aspirante de la extrema izquierda del partido, que difícilmente representará una competencia para él.