La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora

—Yo ya lo viví, eso a mí no me afecta—

Miraron cómo Diana se retiraba…

Doroteo y Alejandro sonrieron y se retiraron…

—Mamá, hoy me fue muy bien en la escuela, aprendí la letra “a”, en la casa te muestro cómo se hace; es más, allá, mira hay una letra a— la pequeña Diana, con su dedo, señalaba un letrero, la mamá lo vio como un triunfo de vida…. Le abrazó…—Te amo…— le dijo…

Entraron a la tienda, pues su mamá consideró que la niña merecía un premio…

—¿El dulce que yo quiera?—

—Sí, el que gustes… Wow me premias por aprender… todos los días aprenderé algo nuevo… gracias— la niña se fue al final de pasillo…

Diana no sabía si una leche o un yogurt o una paleta de hielo… y se puso a buscar la letra aprendida y encontró muchas…

Escuchó un grito…

Sus lágrimas salieron…

—¡Mamá!— gritó ella…

Una señora le abrazó muy fuerte…

—Tranquila bebé, no pasa nada…—

Entre la estantería pudo ver a los paramédicos, a los policías, a mucha gente extraña que sólo se veían en fotografías y en los noticiarios…

Unos minutos más tarde… llegó su abuela…

—Abuelita… ¿Qué pasa?…— le abrazó y lloraron juntas….

Los días se volvieron nublados para ella, no deseaba ir a la escuela…

Se culpaba a ella misma pues de no aprender esa letra, estaría con su mamá…

—Tú no tienes la culpa, esos hombres entraron a robar y ella estaba en un lugar equivocado para sobrevivir, me tienes a mí y saldremos adelante—

—Doroteo me llamo, ¿y tú?—

—Serás el Doro— le dijo Diana…

—Sí que eres directa— le dijo Alejandro…

—Sólo lo necesario para seguir viviendo, a mí ni me gusta la escuela, pero debe uno seguir viviendo— le dijo y agregó –Tú eres El Tucán, por metiche y tu nariz…—

Alejandro se quedó sorprendido, pues nadie nunca le había puesto un apodo… y menos le habían hablado así por su nariz.

Los tres sonrieron juntos…

Esos años de preparatoria serían los mejores de sus vidas para ese trío de amigos, los cuales apoyaron los primeros noviazgos, las primeras lágrimas, y hasta soportaron las primeras notas de Doroteo con su guitarra, al año siguiente hasta serenata los tres llevarían a sus conquistas…

El último día de escuela se prometieron que se verían cada mes… y así sucedió los dos primeros meses, luego, fue cada seis meses… las navidades fue siempre verlos juntos, con una novia, con un novio… algunos se fueron… otros más nunca lo aceptaron… pero en las graduaciones todos estuvieron… todos se juntaron… todos rieron y siempre vieron a Diana como la hermana…

—Me iré al extranjero por una especialidad—

—Yo, me iré a la capital, allá seguiré una segunda carrera, pues mi anhelo es un día ser ministro de justicia—

—Yo solo viajaré… un año y me reincorporo, tengo una invitación para un proyecto, pero esto me da para vagar o comenzar a morir… prefiero vivir lo que mi madre no pudo hacer— dijo Diana. Los tres se despidieron y tuvieron que pasar ocho años para volverse a ver… las señales eran esporádicas, por correo, por mail, por face to face

Y así pasaron otros ocho años más…

—¿Dónde nos equivocamos?—

—¿De qué hablas?—

—Seguimos las instrucciones precisas de nuestros padres que solo estudiando alcanzaríamos el triunfo, el trabajo arduo y no me siento feliz aún, era más feliz en la prepa cuando llegábamos y nos veíamos, cuando Diana llegó ilusionada por el nuevo compañero y volvió con sus lágrimas cuando terminaron de una tortuosa relación de un mes o cuando tú mismo te enamoraste y llevamos serenata, Diana compró las flores… y te dieron ese sí tan emotivo… era hermosa… esa relación… hasta que ella se fue por la inseguridad y las amenazas constantes a su padre… ¿Dónde nos equivocamos?— dijo Alejandro y tomó un trago de agua…

—¿Llega Diana?—

—Me dijo que sí… que ya casi salía para este sitio, nuestro sitio, que ya no es nuestro sino de otros pues ni me identifico con los cuadros menos aun con los meseros… era más fácil cuando el señor Atanasio lo atendía—.

—Señor, le busca el ministro—

—Por favor, te dije que en este momento no por favor, no me pases a nadie—

—Señor, le buscan del hospital, dicen que es urgente—

—Le dije al director administrativo que lo resuelva, por favor dile que tiene mi confianza, llego en dos horas más—

Los dos jóvenes se vieron a los ojos y se retiraron.

—¿De esto hablaba, esto es ser triunfador?— dijo el encumbrado Doroteo.

—Quizá por eso nos ven raro, traes como 15 policías y esos de traje que solo te miran y espantan a la gente, estos jóvenes se sienten intimidados—

—Perdón, señores importantes, pero estaba dando una conferencia y se prolongó— dijo Diana al momento de abrazarlos.

—Pues no todos tenemos un libro escrito, y menos aún largas caminatas, que hiciste luego de la carrera—

—Quizá tú puedas decirnos qué es el triunfo, pues a pesar de toda esta pompa que me acompaña y le acompaña a este hombre, no nos sentimos más felices que en la prepa, la boda, los hijos, son parte pero esa es otra alegría— dijo Alejandro.

—Y llegaste a donde querías señor ministro de justicia y qué decir del gran especialista qué hoy dirige el centro médico más importante del país, los dos se casaron tienen familias y casas muy grandes que ya quisiera yo para pasar mis vacaciones— Dijo Diana mientras se sentaba y veía a los ayudantes con ganas de acercarse para que los convidados respondieran sus llamadas.

—mejor pregúntense… ¿Hacia dónde voy y qué le he dado a la gente, a mi gente? Eso me pregunté en ese viaje de un año y dejé pasar esa beca y todos me recriminaron y mírenme, no soy millonaria pero tengo una vida, quizá ese día… el día que aprendí la letra “a” mi madre me dio una gran lección… seguir viviendo— los abrazó… y siguió— ¿Soy feliz?… sí claro que sí… y miren… soy importante que tengo a mis amigos que amo y son muy importantes que dejaron sus encargos y familia para vernos… qué mayor fortuna puedo tener?… pero solo tengo un deseo… que nos volvamos a ver cada mes como lo prometimos un día… pues un día un caballero de la mesa nos faltará, luego otro…y otra… no sé el orden pero saben a lo que refiero y no quiero lamentarme el no vivir y disfrutar a mis amigos…— les dijo y lloró por unos segundos…

Los dos quedaron pensativos y hablaron de todo… esa cita de dos horas se volvió de ocho, el lugar cerrado, los escoltas habían cambiado de turno, en algún momento uno de los comensales se retiraba para firmar algún documento…

A la pérdida de parientes… interrumpió las reuniones…

En la próxima Diana… llegó diciendo —Yo ya lo viví, eso a mí no me afecta—

Después de dos horas de charla…

Miraron cómo Diana se retiraba…

Doroteo y Alejandro, quizá los dos llegaron a la conclusión que solo ella tenía muy claro qué era la felicidad… en tres meses no se verían… pero pronto volverían a verse…

Dos flores… una tarde… una para Alejandro, otra para Diana…

Doroteo… llegó a la cita… en un lugar diferente…

Gracias por todo lo que me dieron… y sí encontré la felicidad que pensé que no tenía y era cuando los veía…

Leyó entonces… Algo sobre la muerte del Sabines mayor… se retiró… y no volvería en años… no, nunca volvió… lo llevaron… junto a sus amigos… una tarde de un septiembre.

EPÍLOGO

“Y todos sin decirlo,

te estamos esperando…” —Sabines, Jaime, (1961) Algo sobre la muerte del Mayor Sabines