Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río
Entre 1999 y 2003 me dediqué a documentar la historia de la guerrilla mexicana de los años 60 y 70, particularmente la de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Comencé la investigación antes de que se iniciara la apertura de los archivos oficiales, cosa que se hizo durante el gobierno de Vicente Fox.
En esos tiempos era un tema que interesaba a casi nadie. Había muy poca información y muchos de los testigos estaban renuentes a hablar, a pesar de que había pasado un cuarto de siglo.
Sin embargo, pude realizar un centenar de entrevistas con exguerrilleros y exfuncionarios del gobierno, tratando de entender las motivaciones de quienes participaron en los hechos.
La mayor parte de esa investigación está inédita, aunque escribí algunos reportajes que se publicaron en la revista Proceso, donde trabajaba entonces, mismos que serían retomados años después en libros que abordan el tema.
Por lo mismo, conozco muy bien la cadena de acontecimientos que siguieron al intento de tomar el cuartel militar de Madera en 1965: la formación y unificación de grupos armados, la actividad guerrillera en las ciudades y las montañas, la brutal represión que se desató contra los alzados y los graves excesos cometidos por éstos, incluso contra otros como ellos.
Se trata de una etapa compleja de la historia del país, que necesita terminar de desentrañarse antes de poder llegar a una valoración.
Entiendo que prácticamente todos los gobiernos –y, de hecho, todas las organizaciones y hasta los individuos– tienden a manipular e interpretar la historia para sus propios fines. Este gobierno no es la excepción. Es más, este gobierno ha dado un alto valor a la historia porque pretende ser el actor de una “cuarta transformación” de la historia de México.
Yo profeso, desde que tengo memoria, un gran aprecio por la historia. Y, como periodista, creo en la primacía de los hechos sobre las opiniones. Por eso sostengo que la investigación histórica en general debería seguir ese mismo principio, más aún cuando tiene que ver con un tema que todavía provoca dolor.
Durante los años de la guerrilla y la llamada “guerra sucia” que se desató contra ella se dieron actos infames. No pretendo decir quién fue más o menos cruel, sino dar cuenta de hechos.
Por ejemplo:
*Al guerrillero Ignacio Olivares Torres, de 28 años de edad y padre de dos hijos, lo aprehendió la Dirección Federal de Seguridad en Guadalajara. El Sebas –como se le conocía en la Liga– era miembro del Buró Político de la organización. Durante el interrogatorio, sobre el que existe una ficha en el Archivo General de la Nación, Olivares admitió, a decir de la DFS, su participación en el secuestro del empresario Fernando Aranguren, quien había sido asesinado por la organización armada. Pero en lugar de llevarlo ante un juez, a El Sebas lo torturaron brutalmente y dejaron su cuerpo tirado en la calle Metalurgia, de la colonia Álamos, en Tlaquepaque.
*A la empresaria Margarita Saad Valenciano viuda de Bazbaz la secuestró un comando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, un desprendimiento del Partido de los Pobres, de Lucio Cabañas. En sus memorias, uno de sus miembros, José Arturo Gallegos Nájera relata que el dinero producto de las “expropiaciones” –más de un millón de pesos de la época– fue robado por la suegra de uno de los guerrilleros. Una de las acciones de las FAR fue secuestrar a la empresaria hotelera Margarita Saad, en Acapulco, el 31 de agosto de 1974. La policía capturó a quienes iban a recoger el rescate y a Saad la mataron ahorcándola con un cable eléctrico.
Como se ve, la historia de la guerrilla y la “guerra sucia” no admite calificativos instantáneos. Tiene matices, tonalidades de gris, y debiera ser motivo de investigaciones académicas rigurosas y no utilizarse para reivindicar una postura política o ideológica.