Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río
En la terminología inglesa del beisbol, se llama slump a la mala racha en la que cae un bateador que no logra conectar de hit en varios viajes al plato o cuyo porcentaje de bateo está muy por debajo de las expectativas. La palabra viene del noruego slumpe (caer) y no tiene una traducción simple al español.
Todos los grandes peloteros han experimentado alguna vez un slump. Le pasó al mismísimo Babe Ruth en la temporada de 1922, al punto de que los periodistas deportivos pronosticaban que su brillante carrera se había terminado. “Un monarca alguna vez poderoso, hoy un hombre confundido”, cabeceó el diario New York Daily News, el 18 de julio de ese año.
Le sucedió también a Joe DiMaggio en 1941, cuando bateó para .184 durante una mala racha de 20 partidos y a Willie Mays, quien se fue en blanco en los primeros 21 turnos al bat de su carrera, en 1951.
La mayor racha sin hit de la historia de las Grandes Ligas pertenece al primera base de los Orioles de Baltimore, el jonronero Chris Davis, que se fue sin hit en 54 visitas al home, entre el 14 de septiembre de 2018 y el 13 de abril de este año. Durante los partidos en casa, Davis era abucheado por los aficionados cada vez que se dirigía a la caja de bateo. Dueño de un buen sentido del humor, pidió la pelota cuando por fin se acabó la sequía.
El tema ha sido motivo de análisis y hasta de libros que exploran las razones por las que un beisbolista cae en un slump y cómo puede salir de él.
Matt Antonelli, quien tuvo una efímera carrera ligamayorista con los Padres de San Diego, ahora da unas exitosas cátedras en su canal de YouTube, que alcanzan millones de visitas.
El expelotero hace tres recomendaciones para salir de una mala racha de bateo: 1) no hacer el swing a malas pichadas, 2) examinar la sincronización ante los lanzamientos y 3) repasar la mecánica de bateo.
Quizá los consejos de Antonelli puedan servir al presidente Andrés Manuel López Obrador, gran aficionado al beisbol, quien está, a todas luces, en un slump político. ¿Ha perdido el ojo para detectar los envíos conectables? ¿Está reaccionando a tiempo ante lo que le lanzan? ¿Se le ha oxidado la técnica?
Si el Presidente acepta que está sumido en una mala racha, que últimamente no logra conectar, bien podría encontrar las causas y poner en marcha las soluciones para salir de ella y, con suerte, resurgir como lo hizo Babe Ruth en la temporada inaugural del Yankee Stadium en 1923.
Para lograrlo, tal vez deba pedir opiniones y tomar en cuenta lo que Antonelli aconseja evitar en estos casos: “Tratar de pegar un jonrón a toda costa”.
BUSCAPIÉS
*Suele decirse que el presidente López Obrador tiene el diagnóstico correcto, pero la medicina equivocada. Vistas las cosas, no estoy seguro de que tenga el diagnóstico correcto en el tema de la inseguridad. El mandatario está convencido de que la pobreza es la causa principal de la inseguridad, lo cual puede ser refutado mediante distintas evidencias. Sin duda es un factor, pero la solución que propone –acabar con la violencia mediante la aplicación de programas sociales– suena a un caso de mala prescripción producto de una prognosis desacertada.
*De hecho, podríamos decir que es exactamente al revés: la inseguridad es causa de pobreza. Y eso es porque la violencia está contribuyendo a ahuyentar la inversión, que, combinada con la educación, es la única receta segura para generar riqueza y prosperidad mediante la creación de empleos.
No debe extrañarnos que los estados que han logrado mayor progreso social –según el índice del Social Progress Imperative, presentado ayer por primera vez– son aquellos que han hecho esa apuesta sin ambages: Nuevo León, Querétaro, Aguascalientes, etcétera.