Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río

En febrero pasado, el Congreso de la Unión aprobó –a petición del presidente López Obrador– una reforma al artículo 19 de la Constitución para castigar con prisión preventiva oficiosa una serie de conductas delictivas, entre ellas la de fraude electoral.

La denuncia de dicha conducta ha sido parte central de la carrera política del hoy Presidente. Por su inconformidad con los resultados electorales hizo el Éxodo por la Democracia en 1991 –una caminata de Villahermosa a la Ciudad de México– y bloqueó Paseo de la Reforma en 2006.

Dados estos antecedentes, resulta extraño que su gobierno haya sido el primero en ofrecer asilo político a Evo Morales, apenas se había anunciado su renuncia a la Presidencia de Bolivia. Ayer, Morales informó a la Cancillería que aceptaba la invitación. Poco después, despegaba un avión de la Fuerza Aérea Mexicana para ir a traerlo de Bolivia.

Digo que es extraño porque Evo Morales está acusado de haber recurrido al fraude electoral para evitar la realización del balotaje en las elecciones presidenciales, cuya primera vuelta se celebró el 20 de octubre. Más aún, ni siquiera debió ser candidato a la reelección, pues un referéndum en 2016 le negó el derecho a un cuarto mandato.

Para no ir a segunda vuelta, Morales tenía que sacar al menos 10 puntos al segundo lugar. Cuando ya fluían los resultados, el Presidente boliviano no alcanzaba esa diferencia. Pero luego vino una extraña caída del sistema de cómputo. Cuando fue solucionada, mágicamente había superado el umbral.

Eso y mucho más fue evidenciado por el Grupo de Análisis de las Elecciones de Bolivia, de la Organización de Estados Americanos (OEA), que el domingo recomendó realizar nuevos comicios.

El país sudamericano ya llevaba tres semanas de protestas multitudinarias que se volvieron violentas cuando Morales, exhibido por la OEA, aceptó que se repitieran las elecciones presidenciales y cambiar la composición del órgano electoral, que había sido capturado por el oficialismo.

Ante la violencia callejera, las Fuerzas Armadas sugirieron a Morales renunciar al cargo. Entre otros hechos, varias casas de funcionarios públicos y legisladores habían sido quemadas.

Ayer el periódico español El País informó que la petición de renuncia vino de parte de una cúpula militar con la que Morales había llevado una extraordinaria relación, al punto de que el comandante Williams Kaliman se había desbordado en elogios, llamándolo su “presidente favorito”.

“Uno de los factores clave de la caída de Evo Morales –publicó El País fue el papel que adoptaron los militares, que decidieron ‘no enfrentarse al pueblo’ y luego pidieron la renuncia del presidente (…) Las fuerzas armadas fueron sistemáticamente cortejadas por Morales y su gobierno, que las potenció financieramente; les cedió sectores de administración del Estado, como la aeronáutica; aumentó su presupuesto, y mantuvo excelentes relaciones con sus comandantes, incluido el último, (el general) Williams Kaliman” .

En otra nota, el propio diario dijo que los soldados aceptaron todas las excentricidades solicitadas por Morales, como que se declarara la condición  “antiimperialista” de las Fuerzas Armadas y el uso de la bandera indígena whipala y el grito castrista de “patria o muerte” en su ceremonial.

El hecho de que los soldados bolivianos hayan rehusado enfrentarse a los manifestantes y le hayan sugerido renunciar para detener la violencia ha sido usado como pretexto para hablar de un “golpe de Estado”, dejando de lado el fraude cometido por Morales y sus secuaces y señalado por la OEA.

Morales, como lo hizo Porfirio Díaz, en 1911, renunció a la Presidencia y se fue al exilio para no ser responsable de un baño de sangre provocado por su pretensión de eternizarse en el poder mediante un fraude electoral.

Así que al otorgar refugio a Evo Morales, México asilará a un defraudador electoral, el cual tendría que ir a la cárcel, sin derecho a fianza, si se le aplicara la ley mexicana.