Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria / @neftalicoria
Murió Minerva Margarita Villarreal y apenas pude creerlo cuando vi la noticia. Dije que no es justo, que pinche muerte nos persigue, nos acosa y se sale con la suya llevándose a los buenos. Me resistía a creerlo y en las redes se multiplicaba la noticia.
No había más, es cierto. ¿Qué decir cuando muere alguien que ha dedicado la vida a la poesía? He guardado silencio estos días y la he recordado como la vi la última vez al lado de mi también amigo José Javier Villarreal en mayo de 2016 cuando ella recibió el Premio Aguascalientes por su libro “Las maneras del agua”, y del que más tarde escribí: “La poesía de Minerva Margarita Villarreal, en este libro al menos, puedo decir que en su madurez y habilidades, están los mayores valores. La sencillez viene con el tiempo; es un crecimiento que bien podría confundirse con el retroceso o el estancamiento, pero no.
La sencillez sin confundirla con lo simple, es el don que nos da o no, el tiempo. La sencillez sólo sucede en la madurez del poeta (lo aseguraba Juarroz) y en este libro de Minerva Margarita Villarreal, se encuentra esa sencillez que perfecciona al poema, esa sencillez que traza una luz nueva por los senderos de la poesía.
Allí encuentro lo sencillo y hermoso, el dolor descrito con las espinas necesarias, el sacrificio con el dolor y la sed del grito con tal precisión que me deslumbra.” Eso escribí después de la lectura de ese libro suyo.
Un libro que homenajea a Teresa de Jesús.
Nos vimos en aquel momento en que recibía el Premio más importante de poesía en México. Me tocó leer en la mesa con ella en un moderno museo de Aguascalientes y yo leí un poema que la conmovió y le arrancó lágrimas, me dijo.
Recuerdo que fuimos a come hamburguesas allí, en una calle de Aguascalientes con ella y José Javier y la conversación fue deliciosa. José Javier tenía una lesión en la rodilla y como somos de la misma edad– hablamos de la manera en que el tiempo estaba revelando nuestros padecimientos que no nos habrían de vencer. Minerva nos escuchaba y se reía con nosotros.
Relaté que yo ya había pasado por esa lesión que José Javier la sostenía con un elegante bastón. Y cierto, me había ido muy mal, pero le di ánimos. Minerva nos dejó allí en el callejoncito a José Javier y a mí, y seguimos conversando él y yo. Me dio la impresión que dejaba a dos ancianos poetas, hablando con orgullo de sus achaques. Días alegres aquellos.
No se los dije, pero caminando por las calles de Aguascalientes, pensaba en ellos y me seguía sorprendiendo que aquella pareja que un poco más de veinte años antes había conocido, se mantuviera firme y dueña de una gran fuerza contra la vida y hubieran hecho con los cimientos de un buen oficio, dos obras importantes para nuestra poesía.
Por eso los admiro, y por eso los he apreciado. José Javier había ganado el Aguascalientes algunos años antes y ahora Minerva Margarita estaba en aquella ciudad para recibir el que a ella le correspondía y su esposo le acompañaba, como seguramente ella le acompañó a él cuando lo recibió. Lo pensé y tal vez se los dije, no lo sé. Qué fuerza de la poesía de ambos.
Los he admirado siempre, los aprecio porque su entrega a la poesía, era una convicción profunda en la que la vida les había dado una fuerza grande para enfrentarla, y en eso los dos, han sido triunfadores.
Y no sé en qué tiempo verbal hablar de ellos, ni sé que cosa más decir de este momento que de verdad debe haber lastimado los huesos de José Javier, el alma buena que siempre vi en su mirada y me uno a ese dolor con José Javier y sus hijos. No me cabe en la cabeza que hoy José Javier se quede solo sin Minerva.
Me sigue pareciendo un mal sueño, y no, ha muerto Minerva y es verdad, como verdad es su poesía. Recuerdo lo que dije de su libro premiado y que hoy tengo en mis manos nuevamente. Yo escribí: “…puede verse el fuego y la entrega de una voz que quiso en la sonoridad y la hondura –necesarias en toda poesía–, verter la sangre completa como desde una incontenible sangría.
Puede verse el acucioso cuidado del verso, pero antes que eso, se alcanza a saber y con los dedos pueden tocarse las costuras y percibirse el hilo con que se ha bordado cada uno de los cuarenta y nueve poemas que lo componen. Los poemas de “Las maneras del agua”, respiran el fuego limpio de los versos que arden en el corazón de la poeta y se dibujan amando a la santa de Ávila.
Los poemas de Minerva Margarita, respiran en el fuego, como el pez respira en el agua y ha sido el fuego el que los trajo a la página, de eso no tengo dudas.”
Hoy recuerdo a Minerva con el corazón, porque no hay duda, Minerva ha partido. Y la despido con estas palabras que quise decir recordándola, porque Javier ella y yo, hemos sabido que las palabras son música que nos acompaña, agua que mitiga la sed, bálsamo que alivia, fuego que nos despierta…
La recuerdo en estas palabras que escribo como una muestra del reconocimiento que le ofrezco a su persona y a su poesía. Y estas palabras también son para abrazar a mi amigo José Javier y decirle lo indecible en el abrazo de amigo que soy. Dios guarde a Minerva Margarita Villarreal, la poeta.