La muy prevista renuncia del hoy ex secretario de Gobernación estatal (Segob), Fernando Manzanilla, para regresar a su curul federal, llegó justo cuando el gobernador quiso y determinó. Ni un día después, ni un día antes, en su calendario. Una vez más, Miguel Barbosa dejó evidencia de que el poder no se comparte, se ejerce. La pregunta para el diputado que vuelve a San Lázaro es si ¿era necesario aguantar hasta este martes y tener que salir así, en medio de chismes y periodicazos? Llega al cargo David Méndez, uno de los hombres en quien más confía Miguel Barbosa. De origen en la izquierda, de lealtad probada y quien de facto ya venía ejerciendo la jefatura de gabinete. Con él, los barbosistas puros cierran filas y atajan cualquier proyecto ajeno a su causa. Y también, con suficiente margen de maniobra para las batallas que vendrán.
Uno de los más felices, este martes, fue sin duda el diputado Gabriel Biestro, quien saborea como pocos la salida de Manzanilla en la carrera por la presidencia municipal de Puebla; sin embargo, en política no hay nadie muerto. Con su anuncio en redes sociales, el ex titular de la Segob —cargo que ocupó en tres distintos gobiernos: el de Rafael Moreno Valle, Guillermo Pacheco Pulido y Miguel Barbosa— también dejó entrever que pondrá en marcha su proyecto político personal.
Ese que fue una de las principales causas de las pugnas internas.
Por el que fue tachado como adversario.
Por el que fue perdiendo paulatinamente la operación de la dependencia.
Y, sobre todo, la confianza del mandatario poblano.
Su renuncia, a 164 días de haber asumido el cargo en el barbosismo, fue algo ya muy esperado.
Todos lo sabíamos.
Todos lo anunciaron.
Se percibían en el día a día, casi desde agosto cuando comenzó el actual gobierno, la tensión y la confrontación en torno suyo.
Efectivamente, se va con su capacidad como interlocutor nacional y con las fuerzas políticas distintas del gobierno.
De botepronto, no se ve a nadie en la esfera de Casa Aguayo con esas ligas.
Pero también son hilos que proporciona el cargo mismo.
Manzanilla regresa a su curul.
Habrá que ver si a la coordinación del Grupo Parlamentario de Encuentro Social (PES) y como miembro de la Junta de Coordinación Política (Jucopo).
Ser uno más de los 26 de esa bancada no se advierte en su escenario.
Ni en su ánimo personal.
También se verá si en próximos días recobra fuerza con los supuestos respaldos que tiene en Palacio Nacional.
Ahora se sabrá si efectivamente es uno de los consentidos de Julio Scherer Ibarra, consejero de la Presidencia de la República, y otros.
Si eso es real, cómo afectará entonces la relación de algunos grupos federales y locales.
Ya iremos sabiéndolo.
La salida del tres veces encargado de la gobernabilidad en Puebla fortalece al grupo cercano al gobernador.
Ya no está ese “adversario interno”.
Esa sombra “incómoda”.
La llegada de David Méndez Márquez, a unas horas del anuncio de la renuncia de Manzanilla, confirma su fuerza en el gabinete.
Ese en el que de hecho el ex regidor y militante de la izquierda histórica poblana ya venía ejerciendo la jefatura.
La confianza que Miguel Barbosa tiene en él ha sido bien ganada.
Estuvo a su lado en la lucha electoral de 2018.
En toda y cada día.
En aquella y en la extraordinaria de 2019 fue su vocero y uno de sus coordinadores.
Fue fundador de las Redes Ciudadanas en apoyo a Andrés Manuel López Obrador en Puebla e integrante de la Coordinación Estatal de la Convención Nacional Democrática.
Desde la llegada del barbosismo fue subsecretario de Desarrollo Político.
Su lealtad al gobernador ni es nueva ni es coyuntural.
Literalmente ha estado en las duras y en las maduras.
Su arribo formal a la titularidad de la Segob pareciera no anunciar grandes cambios en la forma y fondo de la dependencia.
Desde hace meses la ejerce de facto.
Lo interesante ahora será ver el reacomodo del tablero político estatal.
Las nuevas disputas, si las hay.
Las alianzas notorias, que las habrá.
Las fichas se reagrupan.
Las metas y la fecha siempre han estado ahí.
Que las vea, quien pueda verlas.
Pero ha quedado claro que, en Puebla, sólo gobierna uno.