La respuesta del rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) fue tan contundente, como lo fueron los dos ofrecimientos que le hizo la presidenta estatal del Partido Acción Nacional. Alfonso Esparza Ortiz dio dos “no” inmediatos a las propuestas de Genoveva Huerta: la primera, unirse al panismo en un frente contra el gobernador Miguel Barbosa Huerta; y dos, ser el candidato de la alianza que encabezará el albiazul por la presidencia municipal de Puebla capital en 2021. ¿Qué pensarán los militantes distinguidos del PAN que aspiran a abanderar a su partido en esa posición dentro de dos años? Contentos no estarán.
A pesar de los tiempos de disenso que viven la Rectoría y el gobierno del estado, Esparza desdeñó el canto de las sirenas.
Ni candidato ni enemigo del barbosismo.
El rector no cayó en el juego perverso que le pusieron sobre la mesa.
Menos mordió el anzuelo.
Todo ocurrió hace unos días, mientras crecía el diferendo entre la Auditoría Superior del Estado y la BUAP.
Por intermediación de algunos actores políticos cercanos al PAN, Genoveva Huerta se reunió en privado con Alfonso Esparza.
Y sin dubitaciones le pidió, con todas sus letras, unirse contra el gobernador.
Pero quizá lo más importante y revelador: también le ofreció ser candidato a la alcaldía de Puebla en 2021.
A las dos cosas se negó el rector.
Ni siquiera lo contempló.
Ni por cortesía le soltó un “veremos”.
O un “déjeme pensarlo”.
Sus “no” fueron tan firmes como contundentes.
Así que Alfonso Esparza no seguirá el mismo camino que Enrique Doger y Enrique Agüera.
Luego de esa reunión con Genoveva Huerta; sin embargo, del lado panista surgen dos dudas serias:
¿Tuvo esa invitación el visto bueno del presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PAN, Marko Cortés Mendoza?
Y otra que seguramente ya tiene énfasis de molestia:
¿Qué opinarán Eduardo Rivera, Mario Riestra, El Tigre Humberto Aguilar y Ana Teresa Aranda?
¿Qué pensarán de que ya los andaban sacando de la jugada a la primera de cambio?
DE HELICÓPTEROS Y
SOSPECHAS DE IMPUNIDAD
A menos de 24 horas del accidente aéreo en el que murió la leyenda del basquetbol Kobe Bryant, su hija Gianna y siete personas más, en California, hay bastante claridad sobre las causas del desplome del helicóptero.
La principal hipótesis de los investigadores y especialistas es que se debió a la escasa visibilidad que la mañana del domingo había en la zona de Calabasas, un barrio residencial de lujo de Los Ángeles.
Ya hay explicaciones.
Se ha descartado un fallo en la aeronave Sikorsky S-76B, que fue construida en 1991.
“Estaba en perfectas condiciones”, se ha concluido.
El tema inevitablemente nos hace voltear las miradas al percance en el que murieron la gobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo, su esposo el senador Rafael Moreno Valle y tres personas más.
Han pasado ya 13 meses y cinco días desde aquel desafortunado 24 de diciembre de 2018.
Y no hay conclusiones.
Se han dado argumentos contradictorios por parte de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes del gobierno lopezobradorista.
Que no se descartaba nada.
Meses después: que no hay indicios de atentado.
Se podrá argumentar que la diferencia entre el caso en que murió Bryant y éste, es que en Estados Unidos las cosas se investigan con seriedad y prontitud.
Pero no hay que olvidar que en la investigación del percance de Puebla participan especialistas de varios países.
Hay, está claro, mucha lentitud y mucha opacidad.
¿Crimen perfecto o deliberado silencio?
El dilema sigue abierto y por lo que se ve no hay el mínimo interés por aclararlo en el gobierno de López Obrador, pero tampoco entre quienes se decían soldados del morenovallismo, quienes con su silencio también dan mucho qué pensar.